La guerra entre Córdoba y Nación está declarada. Las frases cruzadas que rozan el terreno personal y la particular saña de Javier Milei con Martín Llaryora colmaron la paciencia del gobernador, quien bajó la orden de poner en marcha todo el arsenal para confrontar con el presidente con un estudiado control de daños y la institucionalidad como escudo.

Lejos de poner paños fríos en la relación con el titular de la provincia que le otorgó un sustancioso 75% de electores en la segunda vuelta, esta semana el libertario redobló la apuesta y mandó al cordobés a «resolver sus problemas en el psicólogo». «Que Milei me mande al psicólogo es como que yo lo mande al nutricionista», respondió el mandatario con astucia cordobesa.

Quienes conocen en la intimidad al heredero de Juan Schiaretti reconocen su templanza y voluntad de diálogo, pero advierten que el presidente está jugando a quebrarla. «Ojo porque éste es picante y no se va a poner a llorar como de Loredo», ilustró a Tiempo un estrecho colaborador del gobernador.

«Nosotros respondemos si ellos nos atacan», dicen desde El Panal. Arriba del ring, el cordobés mantendrá el peek-a-boo: 50% de ataque, 50% de defensa hasta que suene la última campana. El primer golpe de este nuevo round lo dio este jueves cuando envió a su alfil y sucesor en la intendencia de la ciudad capital, Daniel Passerini, a encabezar el reclamo por los recortes de los subsidios al transporte público en el interior.

«Vamos a instar a diputados y senadores que exijan al gobierno nacional que cumpla la ley», dijo el alcalde tras la cumbre que mantuvieron varios titulares municipales en un hotel cercano al Congreso nacional. Los intendentes pidieron ser recibidos por el ministro del interior Guillermo Francos y no descartan utilizar la Justicia si no son escuchados. En Casa Rosada le bajaron el precio al reclamo. «Las provincias se van a tener que hacer cargo», doblegó un funcionario ante la consulta de este diario.

El inicio del rencor fue la caída de la Ley ómnibus. Para el Ejecutivo nacional, el nuevo líder del cordobesismo fue el encargado –junto a Maximiliano Pullaro– de hacer caer la ley que derivó en una fuerte crisis política en el gobierno que negocia a contrarreloj con el PRO para obtener un salvavidas. «Los dos tiraron de la soga pensando que iban a condicionar el gobierno y no les salió», explican el enojo desde Casa Rosada. Desde Córdoba, el discurso es opuesto.

Alumno fiel, Llaryora cuida los intereses de su provincia por sobre cualquier alianza. «No vamos a descuidar nuestras banderas» insisten desde la capital cuartetera para justificar sus movimientos. Para el gobernador, la disputa por la coparticipación y los fondos de la caja jubilatoria son una prioridad que no estuvo dispuesto a ceder a pesar de las horas de negociación que encabezó Miguel Ángel Pichetto, presidente del bloque que alberga a los llaryoristas en el Congreso, quien no oculta el enojo con sus compañeros de banca y su líder político. En Córdoba, sin embargo, encuentran oportunidad en la crisis.

Tras el inicio del conflicto, el mandatario provincial encontró una veta para relanzar su imagen a nivel nacional. Con parte del radicalismo y el PRO cordobés en su haber, un movimiento que le garantizará mayor cintura para continuar con su plan de ajuste, el dirigente apunta a ponerse al frente de los reclamos en común que sostienen todos los partidos y ser el único representante de las demandas de su provincia.

El sindicalismo provincial, sintetizado en las 62 Organizaciones Peronistas comandadas por el dirigente Marcelo Díaz, también sumó su apoyo. En un encuentro organizado este jueves en la provincia, los titulares de la central obrera llamaron a «defender a Córdoba y el federalismo, porque es el momento de estar junto a nuestro gobernador».

Unificada la provincia, Llaryora buscará expandir las fronteras y encontrar en Pullaro un acompañante que le permita catapultarse como el líder de la región centro, principal motor productivo del país. Desde esta plataforma, el cordobés planea cerrar líneas con el resto de sus pares y convertirse en el titular de su propia liga de gobernadores para hacer frente a los avances del gobierno nacional.

A la vez, el cordobesista está decidido a disputar el liderazgo del peronismo con su par bonaerense, Axel Kicillof, quien es, hasta ahora, el único líder potencial con el que cuenta el ex Frente de Todos para dar pelea en la próxima elección. Para ello, Llaryora sacará jugo de la disputa con el presidente y mantendrá su raid mediático donde desplegará un discurso conciliador con tintes federales, pero sin hacer gala del rencor al porteñismo.

Metiendo bajo la alfombra su discurso anti «pituquitos de Recoleta», el gobernador buscará dejar su huella en la madre de todas las batallas para lograr posicionarse a nivel nacional y cumplir lo que ninguno de sus padres políticos logró en sus numerosos intentos: volver a sentar en el sillón de Rivadavia a un cordobés. «

Francos viaja a Salta a recomponer vínculos

Después de tratar de traidores a los mandatarios provinciales, Javier Milei dio el visto bueno para avanzar en el operativo reconstrucción. El ministro del Interior, Guillermo Francos, viajará el próximo martes al acto de conmemoración por los 211 años de la Batalla de Salta que encabezará el gobernador Gustavo Sáenz, a quien el presidente castigó con la eyección de Flavia Royón de la Secretaría de Minería luego de que los diputados que responden al salteño no apoyaran la aprobación en particular de la Ley Bases.

Según pudo reconstruir Tiempo, de la celebración también participarán el catamarqueño Raúl Jalil y el misionero Hugo Passalaqua, quienes viajarán en el día a la provincia para acompañar a su par salteño. Si bien desde el círculo de Francos insisten en advertir que “el diálogo con los gobernadores nunca se cortó”, lo cierto es que este será el primer encuentro entre representantes nacionales y provinciales después de la tensión que generó el propio presidente en los últimos días.

Aunque el plan motosierra y licuadora está en marcha, desde el gobierno apuestan a dar una muestra de paz que permita reconstruir el vínculo con los líderes de las bancas con las que el oficialismo deberá negociar a partir del 1 de marzo en el Congreso. De no lograrlo, un dirigente opositor vaticinó ante este medio el próximo paso del Ejecutivo: gobernar con Decretos de Necesidad y Urgencia.