Según se desprende de la afirmación de Lorrie Moore de que hay una gran distancia entre el texto que un autor anhela escribir y aquel que, finalmente, escribe, la escritura surge de un fracaso que es el motor para intentar de nuevo. Si es realmente así, el deseo de sus muchos lectores es que Moore siga “fracasando” con el mismo éxito con que lo ha hecho hasta ahora.

Figura estelar entre los invitados internacionales a participar del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA), Moore se reunió con periodistas de distintos medios en un desayuno informal en la librería y editorial Eterna Cadencia que reeditó ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? y acaba de publicar A ver qué se puede hacer, donde se compilan reseñas y crónicas de la autora que permiten acercarse a su escritura desde un punto de vista diferente del que hace posible la ficción.

 A los 62 años y con una trayectoria brillante, Moore parece, sin embargo, poco acostumbrada al éxito o, por lo menos, a la efusividad de sus lectores argentinos. Es sobria, algo tímida y conserva cierto aire adolescente, quizá porque, tal como dijo en el transcurso del encuentro, si bien la adolescencia no constituye el núcleo de su escritura, encontró en ella un elemento narrativo muy poderoso.

Tan incrédula es respecto de la capacidad de su escritura para derribar fronteras geográficas, que contó que Richard Ford le había dicho que sus libros eran muy leídos en Argentina, ella contestó, escéptica, “no lo creo”. Cuando se lo dijo una amiga, su respuesta fue la misma: “No lo creo”. Le preguntó entonces a su editor si creía posible que sus libros se leyeran en Argentina, ante lo que él respondió: “No lo creo”. Por fin pudo comprobarlo de manera fehaciente hace sólo unos días, cuando llegó por primera vez a Argentina.” Tengo que admitir que es cierto –aceptó- y eso me alegra y me sorprende al mismo tiempo.”

Acerca de sus mecanismos de su escritura afirmó que nunca se sienta a escribir sin tener alguna idea embrionaria, pero que a medida que avanza el texto va haciendo descubrimientos que ni siquiera sospechaba en el momento de sentarse frente a la página en blanco.  “Mis novelas están escritas en primera persona, pero mis cuentos, en tercera.  Cuando comencé a escribir relatos lo hacía en primera persona porque me costaba utilizar la tercera, no sabía bien a quién le hablaba. Luego me di cuenta de que cada historia tiene su propia voz y comencé a usar la tercera.”

Alejada del lugar común y de los mitos románticos sobre el amor, es precisamente el amor lo que vertebra su obra. “Soy una gran defensora del amor –afirmó-. Negarse al amor porque hace sufrir es como negarse a la vida porque vamos a morir. El amor te rompe el corazón, pero qué otra alternativa tenemos.”

El tema de género y las consideraciones acerca de la lucha de las mujeres argentinas sobre la legalización del aborto, como no podía ser de otro modo, estuvo ligado al tema político. “En Estados Unidos con Trump hemos tenido un gran retroceso –afirmó- y ahora atravesamos muchas dificultades. Les deseo mucha surte a las mujeres y los hombres que están librando esta batalla tan importante.”

Lorrie Moore nació en Glens Falls, Nueva York, el 13 de enero de 1957. Entre sus libros se cuentan los relatos Autoayuda, Como la vida, Pájaros de América, Gracias por la compañía y las novelas Anagramas, Al pie de la escalera y Quién se hará cargo del hospital de ranas. Su escritura se caracteriza por un sutil sentido del humor y una fina ironía. Su carácter coloquial supone una complicación para los traductores que deben buscar palabras equivalentes en otra lengua, pero según manifestó en la entrevista pública que le hizo Santiago Llach en el Teatro Cervantes, el jueves 26 por la noche, “no se puede escribir pensando en los traductores”. Por suerte, si algo permanece de la adolescencia de la escritora, es su carácter irreverente que expresa sin estridencias, pero con mucha firmeza.