Esa noche el entonces candidato Javier Milei estaba encendido. Fue a finales de octubre de 2023. Él había quedado segundo en la primera vuelta electoral y se preparaba para enfrentar a Sergio Massa en el balotaje.
La escena transcurría en los estudios del canal A24. Era una entrevista con su amigo “el pelado” Esteban Trebucq. En un momento del amigable reportaje, a Milei se llenaron los ojos de lágrimas. “Me acusan de cosas aberrantes”, dijo. El pelado, sentado frente a él, remarcó: “De nazi”. Milei asintió con la cabeza y contó que había visitado el campo de concentración de Auschwitz, en el sur de Polonia, en el que los nazis llegaron a asesinar 5000 personas por día. “Cuando vas al museo –dijo acongojado– ves el horror que fue”.
Esta semana el ahora presidente presentó tres denuncias penales contra los periodistas Ari Lijalad, Carlos Pagni y Viviana Canosa por calumnias e injurias. La nota del colega Lijalad, publicada en el portal El Destape, analizaba de manera minuciosa –como suele ser el trabajo de Ari– las definiciones que el presidente había hecho en Twitter contra un sector de la prensa y en las que remataba con la siguiente frase: “No odiamos suficiente a los periodistas”. El artículo, «Milei, entre el odio a la información y el discurso nazi», remarcaba en varios pasajes que los periodistas “no tenemos coronita” y “podemos ser cuestionados”.
El punto que al presidente parece haberlo ofendido en su honor es cuando la nota traza un paralelismo entre el discurso que despliega su gobierno con el que utilizó el régimen nazi en Alemania entre 1933 y 1945.
Al repasar los panfletos de la propaganda nazi contra los judíos en aquellos se encuentran los siguientes términos: “Ratas, piojos, cucarachas, buitres”. Y los que utiliza el presidente diariamente son: “Kukas, mandriles, virus, personas con déficit de IQ”, entre otros. ¿Acaso suena muy diferente?
Es importante recordar que el odio y la deshumanización fueron claves en la estrategia política del fascismo para justificar las matanzas que vinieron después. Porque su utilización no es el juego de un loquito que se pasa de rosca. La promoción sistemática del odio puede desembocar en las peores atrocidades que conoció la historia humana.
El pasado 24 de marzo, el gobierno de Milei difundió un video, que tuvo como protagonista al escritor Agustín Laje, en el que se intentaba justificar el terrorismo de estado aplicado por la última dictadura. La Argentina tuvo sus propios Auschwitz. Uno de ellos estuvo ubicado en la Avenida Libertador 8151, en la ex ESMA.
Preguntas que surgen: cuando piensa en la ESMA, el presidente, ¿se conmueve como cuando visitó Auschwitz? ¿O su sensibilidad varía según quiénes sean las víctimas?
La dictadura tuvo un plan de exterminio. No se basó en el odio hacia una identidad nacional sino en el odio político. Su objetivo fue extirpar de la sociedad a quienes adherían a una visión del mundo y robarles los hijos para que esos niños no crecieran infectados por el virus de los zurdos. Los secuestros, las torturas, las personas arrojadas con vida al mar, fueron las prácticas de esa dictadura que el gobierno de Milei intenta justificar.
Suponiendo que el presidente es sincero cuando dice que se siente herido porque lo comparan con las prácticas discursivas del nazismo, él tendría más de una opción para responder. Una es hacer denuncias para intimidar, como esta semana, y no respetar la Ley 26.551. Cualquier juez debería descartar esas denuncias por inexistencia de delito. La otra opción sería cambiar y apostar a recrear un debate democrático intenso, áspero, picante, si se quiere, pero sin incitar al odio, sin describir al adversario como una enfermedad que debe ser exterminada. Este país ya sufrió demasiado por el odio político. ¿Podrán cambiar Milei y su gobierno?
El mismo Milei que lloró cuando recordó Auschwitz en el programa de Trebucq es el que difundió el video para justificar el terrorismo de estado en la Argentina. Quizás le moleste que lo asocien con el odio hacia el pueblo judío, pero parece sentirse cómodo estimulando el odio contra una buena parte del pueblo argentino. «