Es cierto que 2024 se abre como un pozo oscuro y sin fondo. Por desgracia, no es la primera vez que nos toca atravesar una experiencia similar y cualquiera diría que nos hemos vuelto expertos en eso de mirar a los ojos al horror de la realidad. Ante ese destino repetido, quizás la mejor forma de volvernos menos trágicos sea permitirnos abrevar en otros espantos, los de la fantasía, que suelen tomar forma sobre el eco de lo real. Y para eso no hay nada mejor que la obra de H. P. Lovecraft, uno de los pilares del terror literario, padre de un panteón de criaturas caídas del cielo que usan sus relatos como pasajes entre ambos mundos. Por eso no hay mejor plan para este funesto 2024 que regresar a sus obras, que retratan al miedo como ninguna.

Eso mismo creyeron quienes editaron dos novelas gráficas basadas en la figura y la obra de Lovecraft. La primera de ellas es Las montañas de la locura (Planeta Comic), adaptación de uno de los trabajos más reconocidos del autor, realizada por el japonés Gou Tanabe, artista gráfico que se ha especializado en llevar al formato del manga (historieta japonesa) la obra del escritor estadounidense. La segunda es Lovecraft (Hotel de las Ideas), un relato gráfico que propone el inquietante juego de atravesar la biografía del autor con ese universo aterrador que él mismo creo. El libro está basado en un guión cinematográfico escrito por Hans Rodionoff, adaptado a la historieta por Keith Giffen e ilustrado de forma extraordinaria por el argentino Enrique Breccia. Ambos trabajos resultan una inmejorable puerta de entrada para quienes no conozcan el universo de Lovecraft, pero también una excusa conveniente para los ya iniciados que deseen volver a él por otros medios. Y sobre todo, una oportunidad para sumergirse en el horror cósmico y escapar, aunque sea por un rato, de otros bastante más reales.

En su versión de Las montañas de la locura -lo más parecido a una novela dentro de la obra de Lovecraft- Tanabe le rinde tributo al original, manteniendo el espíritu aventurero y sobrecogedor que el autor supo infundirle. Al mismo tiempo, la naturaleza de la novela gráfica vuelve todavía más evidente la influencia que este relato tuvo sobre obras maestras del terror cósmico llevado al cine, como Alien, el octavo pasajero (1978) de Ridley Scott, y El enigma de otro mundo (1981), de John Carpenter. En especial esta última, que prácticamente se apropia del argumento imaginado por Lovecraft, en  el que una expedición científica descubre en la Antártida evidencias de una maligna presencia extraterrestre. Aunque se trata del primero de dos volúmenes, es de esperar no solo que pronto esté disponible el que completa el díptico, sino que este sea el primer paso para editar en el país toda la obra de Tanabe, que adaptó otros clásicos del autor nacido en 1890 y muerto en 1937, como La llamada de Cthulhu o El color que cayó del cielo.

El caso de Lovecraft no es menos destacable y ya la idea en la que se basa resulta cautivante. La misma puede resumirse en una pregunta: ¿qué pasaría si todos los horrores imaginados por el autor fueran reales y él hubiera dedicado toda su vida a combatirlos? De esta manera, el libro recorre con fidelidad la biografía del escritor, pero haciendo que deba convivir con sus propias criaturas, que se cuelan en nuestro mundo con la intención de destruirlo. Un giro de pura raíz lovecraftiana, que aprovecha el clima onírico de sus relatos para sumergir al pobre Lovecraft dentro de sus propias pesadillas. Para que realidad y ficción se fundan de forma verosímil resulta fundamental la pluma de Enrique Breccia, cuyas ilustraciones consiguen aprehender la esencia de la mitología creada por Lovecraft y funcionan como un verdadero portal entre ambos mundos.  «