“No pensé en escribir mi historia. Hace 14 años que estoy peleando contra instituciones del Estado, desde el Poder Judicial hasta la Bonaerense. Pero cuando me capacité en Educación Sexual Integral (ESI) entendí que había herramientas para cambiar las cosas, para evitar que los estados sigan contando muertes por femicidios, ahí se me ocurrió la idea de escribir este libro”. Así arranca la charla telefónica de Tiempo Argentino con la politóloga, docente, y ahora escritora, Luciana Lago. 

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Su propia historia —marcada por la violencia machista ejercida por su expareja, un subcomisario de la Policía Bonaerense— aparece recién al final de su libro. Eligió que fuese un capítulo más, no el eje central del texto. El foco es otro: un programa integral que propone para prevenir y abordar la violencia de género. Una suerte de plan de emergencia que interpela directamente a las instituciones que, según ella, siguen fallando donde deberían proteger.

Publicado en septiembre en Mar del Plata -donde actualmente vive la autora-, Lucha y revolución de géneros ya lleva una recorrida de presentaciones por distintos puntos de la provincia de Buenos Aires. En sus cien páginas, Lago ofrece una lectura histórica, política y económica de las raíces de la violencia machista, y propone medidas concretas para combatirla.

Gracias al feminismo

Luciana Lago fue una de las miles de mujeres que, alentada y apoyada por la oleada feminista de primer Ni Una Menos en 2015, decidió contar públicamente su historia, tal como lo hicieron miles de mujeres, apoyadas por un movimiento feminista que acompañó y sostuvo esos procesos. Luciana ya había encarado ese camino pero en silencio: en 2011, se fue de su casa con su hijo y realizó la primera de más de 30 denuncias que siguieron años posteriores contra su expareja. Se trataba, nada menos, que de un oficial de policía, Marcos Gastón Alonso, quien lejos de recibir sanciones fue ascendido a subcomisario en Mar del Plata.

Con el nuevo cargo, Alonso comenzó a amedrentarla con patrulleros, personal de la fuerza e inteligencia. “Cuando llamaba al 911 no me querían tomar las denuncias”, cuenta Luciana. “Nunca tuvo ninguna condena por todo lo que nos hizo”.

En total, Lago cuenta que el subcomisario suma más de 50 denuncias – entre la suya y las de otras mujeres víctimas de su violencia-. En agosto pasado, Alonso enfrentó un juicio pero no por su prontuario como victimario sino por una causa por presuntas coimas que habría cobrado en plena pandemia para violar la cuarentena. Salió absuelto. 

Un plan para frenar la violencia machista

En Lucha y revolución de géneros, Lago reconstruye el lugar de la mujer desde la prehistoria hasta hoy, identifica los avances conquistados en materia de igualdad de género pero marca la trampa patriarcal de esta era: ”Aún somos presas del sistema capitalista patriarcal y decidimos casarnos, tener hijos, sometidas al trabajo de ama de casa, a cuidarnos para gustar y a no envejecer”.

La politóloga establece el claro entrecruzamiento entre capitalismo y patriarcado desde una mirada marxista revisionada por el feminismo. Desde allí, toma distancia del “feminismo burgués” y coloca en el centro la dimensión económica.

“La violencia económica es clave”, explica. “Cuando una mujer quiere irse tiene que pensar: ¿cómo sobrevivo?, ¿adónde vivo? Y muchas se quedan porque no pueden elegir otra cosa. Su vida se vuelve un calvario.”

 Por eso, una de las principales propuestas del plan es la creación de cooperativas constructoras de vivienda, que permitan ofrecer una salida concreta a víctimas de violencia de género y a personas en situación de calle.

El retroceso mileísta y sus consecuencias

El contexto actual agrava todo. Bajo el gobierno misógino de Javier Milei, el Programa Acompañar —el único plan nacional que ofrecía apoyo económico a víctimas de violencia— sufrió un recorte del 90% y se añadió la denuncia policial como requisito, una barrera que muchas mujeres no pueden sortear.

“Yo pasé por ahí”, dice Lago. “Cuando me separé me sacaron de mi casa con una falsa denuncia. Me quedé sin nada. Estuve viviendo en la calle, en casas de conocidos hasta que pude alojarme unas semanas en un hotel de Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA). Milei desarmó años de avance y hoy vemos las consecuencias”.

El Poder judicial, el enemigo principal

Lago identifica al poder judicial como el mayor enemigo. Es “la verdadera casta que produce fallos machistas, misóginos irrisorios, que violan los derechos de las víctimas y de sus hijos”. 

En su libro propone la creación de un observatorio de fallos judiciales y advierta sobre la agenda que la derecha antifeminista intenta instalar: las falsas denuncias. “Esas mujeres que le sacan a sus hijos con falsas denuncias, es mucho más fuerte de lo que te puedes imaginar. Es una especie de matarte en vida. El violento te hace una falsa denuncia como me pasó a mí”.

Organizarse como salida

“Cuando a mi ex marido lo ascendieron a subcomisario entendí que tenía que organizarme, no solo para mí sino para ayudar a otras víctimas”, cuenta Luciana.

“A nosotras nos siguen violentando de todas las formas posibles, violencia institucional, violencia económica, patrimonial, simbólica. Hay que cambiar un el paradigma, y es que las mujeres empiecen no solo a huir, sino a organizarse. Sensibilizarnos, involucrarnos, no mirar para el costado. No naturalizar que haya gente viviendo en la calle. No naturalizar que a mi vecina la golpean y nadie hace nada. Algo siempre se puede hacer. La esperanza está en la organización y en transformar este sistema que todavía sostiene la violencia”.