El gobierno de Jair Bolsonaro entró en una debacle política ante su desastrosa gestión frente a la Pandemia. Las encuestas marcan que su nivel de popularidad se desplomó al nivel más bajo, ronda el 24% en las encuestas, y se estima que el rechazo supera el 45%. Así, en los testeos ante una presidencial, el líder de la izquierda brasileña, el petista Luiz Ignacio Lula Da Silva lo derrotaría en 2022, tanto en primera vuelta, con promedios de 35% a 25%, y una clara diferencia en un posible balotaje, donde la balanza se inclina al ex-presidente en 55% a 35%, poniéndole el reloj de arena a la gestión bolsonarista. Sin embargo, las elecciones están muy lejos, y crece la aceptación de la ciudadanía a un posible Impeachment, que ya supera el 50% en las encuestas.

De hecho, la Comisión Parlamentaria de Investigación avanza en comprobar la responsabilidad de Jair Bolsonaro en la catástrofe epidemiológica que provocó su gestión sanitaria, convirtiendo a Brasil en un epicentro de la pandemia global del COVID-19, lo que podría poner en agenda un Juicio Político al presidente. Aunque las posibilidades de un Impeachment son remotas, por los tiempos que llevaría y la fragmentación política del parlamento brasileño, donde en diputados existen 30 bloques y ningún partido supera el 10%, y algo similar en el Senado, 16 bloques y ninguno alcanza el 15%.

En ese marco, Luiz Ignacio Lula Da Silva volvió a reafirmar que será candidato a la presidencia, si está en la mejor posición en las encuestas y que goce de buena salud. Además, siendo consciente de la necesidad de articular un bloque de gobernabilidad, se encontró con su adversario político, el tucano Fernando Henrique Cardoso, quien es hoy presidente honorario del Partido de la Social Democracia Brasileña, comprendiendo que es necesario propiciar una una Unidad Nacional para enfrentar a un Jair Bolsonaro que estaría dispuesto a todo para evitar la vuelta del petista.

Si bien para el establishment político la elección de Bolsonaro no fue la mejor opción, podría ser refractario de aceptar la vuelta de Lula, especialmente las Fuerzas Armadas, que son un poder fáctico devenido en un “veto player” y se convirtieron en el principal sostén de la gestión bolsonarista, incluso hay quienes denuncian un posible golpe. Por eso, el dirigente petista intenta articular una coalición que abarque todo el espectro político democrático con un agenda de consenso que permita superar la desidia autoritaria que hoy impera en Brasil.