La derrota que Jorge y Mauricio Macri afrontaron en las elecciones porteñas del 18 de mayo comenzó a mostrar sus consecuencias. El PRO afronta, por primera vez, una crisis inédita de hegemonía en el distrito que administra desde 2007 y donde no registraba una derrota en 20 años. El alcalde porteño se tomó dos semanas para adoptar las primeras medidas. No fue sólo cautela y el golpe que le provocó el revés. El jefe de gobierno todavía no cumplió dos años al frente de la Ciudad y pasó los últimos 10 días entrampado en las distintas lecturas sobre la derrota. El alcalde cree que la derrota inédita fue el resultado de la nacionalización que impulsó la Casa Rosada sobre un comicio que el PRO buscò municipalizar. Todavía le cuesta reconocer que el tercer lugar obtenido el 18 de mayo, fue producto de la mala imagen que tiene la gestión porteña y el error de no cerrar acuerdos con los exsocios de Juntos por el Cambio. No lograron un pacto ni con la Coalición Cívica, ni con la UCR, en una fragmentación de la misma oferta que se agigantó por la presencia de Horacio Rodríguez Larreta como adversario.

Ni el expresidente Mauricio Macri ni su primo Jorge logran digerir que el actual dirigente del Movimiento Al Desarrollo se haya separado del PRO y haya conseguido un resultado que le permitió sobrevivir como una oposición local, a partir del 10 de diciembre, dentro de la Legislatura Porteña. El estado asambleario que se respira en el edificio de la calle Uspallata, frente al Parque de los Patricios, finalmente quedó reflejado este viernes por un tuit que difundió Laura Alonso, que sigue como vocera gubernamental. “Se reorganizará el Gabinete y se ajustará la gestión en función de los siguientes ejes estratégicos: ⁠Orden público, seguridad y limpieza; Cuidado: salud, educación y desarrollo humano; Movilidad; Cultura, deporte y turismo y reforma y simplificación del Estado”, escribió para anticipar que Jorge aceptó comenzar a redefinir su gabinete, como una forma de asumir que hay fallas en la gestión y que, si se incrementan, pueden transformar este año electoral en una foto más amarga que la vivida el 18 de mayo.

La mención a una posible “reforma y simplicación del Estado” forma parte de la tenue estrategia que comenzó el gobierno porteño para evitar que la segunda visita a las urnas repita la derrota de hace dos semanas. En las elecciones del 26 de octubre, los porteños volverán a votar. Deberán elegir diputados y senadores nacionales, en una contienda que será nacional, donde la Casa Rosada ya trabaja para ampliar la diferencia sobre el PRO o condicionarlo para forzar una lista común, que refleje los acercamientos del partido amarillo con La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires para las elecciones del 7 de septiembre.

El planteo de fondo dentro del PRO porteño apunta a que Macri acepte un rediseño del gabinete capitalino. Jorge se tomará su tiempo, por eso la respuesta a los reclamos fue un mensaje sin precisiones. Se viene una administración con sus áreas reordenadas en cuatro ejes y con la inclusión de un sector de achicamiento del Estado que buscará contener el principal eje de campaña de los libertarios: el estreno de la motosierra en el Estado porteño. La otra gran pregunta es quién conducirá ese nuevo ministerio y donde se afrontarán los costos políticos de un ajuste drástico que golpee las alianzas que todavía tiene el PRO en esta etapa de dolorosa derrota.

En algunos despachos porteños creen que será una reforma del gabinete en etapas, con salidas elegantes e inclusiones novedosas para retomar los pactos electorales que habían caido: desde sellar nuevos acuerdos con radicales y lilitos, para recrear la vieja versiòn de Juntos por el Cambio, hasta sumar nuevas figuras que le permitan demostrar al PRO que también puede aplicar la motosierra, pero a su modo y con una plataforma que no sea condicionada por La Libertad Avanza. La misión asoma difícil y quizás por eso a Jorge le cuesta tanto reactivar un rediseño de gestión en clave electoral, para un año que no terminó y que ya golpeó a su administracion, como el plebiscito que quiso evitar con el desdoblamiento de los comicios nacionales.

Alonso no sólo jugó para anunciar los cambios a cuentagotas. Sumó una ofrenda para el presidente Javier Milei, que el domingo pasado dejó a Jorge con la mano estirada, tratando de saludarlo en la previa del Te Deum del 25 de mayo en la Catedral Metropolitana. “Al no estar dadas las condiciones para su continuidad, Antoni Gutiérrez-Rubí no seguirá asesorando al PRO de la Ciudad”, escribiò la vocera para ofrendar el contrato del consultor catalán ante la furia presidencial. Milei sostiene que el asesor fue clave en una campaña sucia en su contra cuando trabajó para Sergio Massa. En el momento que Jorge Macri lo sumó a su equipo, en la Casa Rosada lo tomaron como una afrenta aplicada por el alcalde, pero promovida por el expresidente Macri.

Hay un rastro que confirma esa sospecha. En el PRO aseguran que el catalán fue acercado por Fernando de Andreis, exsecretario general de la presidencia durante el mandato de Mauricio. Ahora Jorge buscaría correrlo como una forma de mantener a Gutiérrez-Rubi lejos, pero otros creen que el gesto también es una señal de esta nueva etapa, donde su primo Mauricio ya no tendría tanto peso en las decisiones que serán adoptadas de ahora en adelante. Ya no es un secreto que el vínculo entre Mauricio y Jorge siempre fue tormentoso, pero ahora que les tocó compartir una derrota comenzó una etapa para reordenar la relación y delimitar el poder omnisciente del fundador del PRO sobre su primo. Sin embargo, nada tendrá un desenlace determinante hasta después del 26 de octubre porque una segunda derrota del PRO en el terruño que lo vio nacer podría ser una declinación determinante para el futuro político de ambos primos.