Mauricio Kartun es un contador de historias, un creador de personajes, quizá uno de los oficios más viejos y más perdurables del mundo, si nos remitimos al hombre primitivo que contaba historias junto al fuego y llegamos a hoy en que las historias se multiplican en distintos soportes. 

Kartun se consagró narrando a través del teatro, pero su capacidad narrativa se amplió a través de las redes sociales y se condensó también en una novela, Salo solo. El patrullero del amor publicada en 2023, que ya lleva agotadas varias ediciones,

Recientemente, esa pasión por contar se convirtió en un libro de cuentos, Dolores 10 minutos y otros relatos (Alfaguara) por el que transitan personajes diversos, desde una mujer que pasea maridos a un hombre que puede ser el más certero crítico teatral por la gran racionalidad y objetividad de su análisis, pero que no puede crear una obra de teatro porque carece de la irracionalidad que exige la creación.

El humor, que es una marca distintiva de Kartun, también aparece en estos cuentos, cada un uno de los cuales constituye un pequeño mundo nacido de la enorme potencia de los personajes.

Mauricio Kartun

–Uno te tiene identificado como hombre de teatro, pero sos autor de una novela, Salo solo. El patrullero del amor que se armó a partir de los relatos que escribías en las redes. Es decir que esa novela tuvo un “público” previo a su publicación. ¿Pasó lo mismo con los relatos de Dolores 10 minutos?

–Sí, exactamente, es el mismo caso. Más allá de que hay algunos que son previos a la pandemia, varios de ellos nacieron como del mismo impulso: las ganas de contar, de las demandas del interlocutor. Cuando uno habla con otra persona porque la tiene delante, esa persona es la que crea, sin saberlo, los temas, los tonos, las formas, el humor que tiene la charla. La charla es algo que se construye entre dos. Una narración se construye de la misma manera y las redes sociales crean la hipótesis de un interlocutor inmediato que va a responder muy rápidamente a lo que escribiste. Yo, que soy tremendamente ansioso, encuentro en las redes justamente la posibilidad de publicar un relato y, en caliente, mientras la gente está haciendo comentarios y devoluciones, volver a abrir ese relato y editarlo tantas veces como sea necesario, ir modificando, retocando, agregando, cortando. Estos relatos fueron corregidos por el ojo de un editor no profesional que es el lector de redes sociales.

Mauricio Kartun: "Estos cuentos son una desviación del imaginario teatral"

–En un caso los relatos se convirtieron en una novela. En el otro, nacieron o se transformaron en cuentos.  ¿Eso fue algo premeditado?

–No, nació naturalmente, sobre todo en el caso de la novela que en un principio fueron 15 aventuras del mismo personaje. Ese material tenía algo más de folletín de la picaresca con un personaje que salía a buscar el amor en cada  una de esas aventuras. Luego fue la editorial la que se encargó de mostrarme que ese formato era el antiquísimo formato de novela “las aventuras de…” que es habitual desde el Quijote a hoy. Con los cuentos me pasó algo similar pero se incorporó un detonador nuevo que es que, en su origen, la gran mayoría de estos cuentos fueron acopios que hice para hipotéticas obras de teatro que por alguna razón no pude escribir. Imágenes generadoras, algunas ideas, personajes que me parecían interesantes, todo va a parar a ese archivo que es el archivo en el cual uno luego mete mano para escribir su proyecto. En pandemia tenía ganas de escribir y me pregunté qué escribir. Entonces me di cuenta de que en ese archivo tenía una cantidad enorme de material que nunca tomaría forma teatral porque era desmesurado como universo, porque necesitaba muchos personajes, porque tenía un desarrollo que necesitaba de muchas escenas y el teatro, por el contrario, necesita condensación. Eran materiales imaginariamente muy poderosos pero prácticamente inviables. Me resultó muy sencillo ponerlo en otro formato que era el formato narrativo.

–Suele decirse que en el cuento se narra más bien un suceso y que el personaje queda como al costado. Con tus cuentos sentí, por el contrario, que en cada uno el personaje era tan potente que daba la sensación de que la historia se contaba sola, que emanaba naturalmente de ese personaje. ¿Vos lo ves así?

–Sí y creo que eso es el resultado de su origen teatral. En la semilla, en el huevo teatral siempre está el personaje, siempre está en el cuerpo que lo va a habitar para contarlo. Escribir teatro no es otra cosa que habitar cuerpos, que encarnarlos. El teatro no lo escribe la cabeza del dramaturgo. El teatro lo escribe la cabeza del dramaturgo encarnado imaginariamente en un cuerpo. Se parece mucho a lo que hace el actor pero en una formalidad virtual. El cuerpo es imprescindible para escribir teatro. Yo podría pensar en estos cuentos como en un acto de desviación, de degeneración del imaginario teatral.

–Es decir que los personajes de tus cuentos tienen carnadura pese a no ser personajes teatrales.

–Exactamente. Es tal cual como lo decís. 

–A diferencia de lo que pasaba en tu novela Salo solo, en los cuentos el teatro está muy tematizado, desde el circo hasta el que lucha contra los perros o el animador de fiestas.

–Sí, en los cuentos el teatro está muy presente. El circo, por ejemplo, aparece en dos cuentos distintos.

–¿Cómo nacen esos personajes tan fuertes? ¿Tienen que ver con gente que conociste, que imaginaste?

–En algunos casos son pequeñas desviaciones de gente que conocí y a las que refuerzo un poco para darles un carácter ficcional. Te doy un ejemplo. En el cuento “Oriente” aparece un personaje que comienza orientando argumentos teatrales y termina orientando vidas. A ese personaje lo conocí, era alguien al que algunos directores llamaban para mostrarle ensayos porque tenía una capacidad de abstracción muy grande, era capaz de mirar lo que sucedía y hacer una devolución objetiva muy precisa. Curiosamente, era alguien que intentaba escribir teatro y no conseguía hacerlo de manera exitosa. Su cabeza era muy mecánica y tenía una extraordinaria capacidad como crítico. 

Mauricio Kartun: "Estos cuentos son una desviación del imaginario teatral"
Foto: Pedro Pérez
Mauricio Kartun: "Estos cuentos son una desviación del imaginario teatral"

–Justamente, lo que le falta es la irracionalidad que, como decís en el cuento, también es necesaria para hacer arte.

–Exactamente, eso es lo que le falta. El animador de fiestas que entra en crisis animando una fiesta el mismo día que se ha separado de su mujer nace de algo que alguien me contó en un camarín.  Como estos hay unos cuantos personajes que tienen que ver con gente que conocí, que rondé o que por alguna razón me dio imágenes para construirlos. Lo que no hay, en general, es invento. No hay procedimiento mecánico. La construcción de todos los personajes fue un procedimiento orgánico. Siempre vienen de algo vivo.  

–¿Por qué creés que ese gran archivo sobre el que trabajaste esta vez se convirtió en cuentos y no en una novela?

–Devinieron cuentos por mi propia condición ansiosa. Escribir novela no puedo ni planteármelo porque supone un trabajo de planeamiento, un trabajo de estructura que siempre siento que me supera. Yo tengo una extraordinaria incapacidad para las estructuras. A mí las estructuras se me arman escribiendo y muy trabajosamente. Pensar el plan de una novela me hace abandonar antes de empezar.

Mauricio Kartun: "Estos cuentos son una desviación del imaginario teatral"

–Pero escribiste una novela.

–Pude escribirla porque su estructura es 1+1. Son 15 aventuras, una detrás de la otra con el mismo objetivo, pero me hubiera costado muchísimo imaginar eso como una novela. De un cuento dedicándole varias horas en una semana puedo tener un borrador. Para mí eso es un milagro porque una obra de teatro me lleva siempre más de un año, más el tiempo de acopio y el de imaginación previa. A veces, una obra me lleva dos años o tres. Para mí generar un relato en una semana es un verdadero milagro, sobre todo cuando lo leo y está bueno. También hay algunos que no publiqué porque no alcanzaban el nivel que yo me proponía, pero cuando lo alcanzo siento la alegría creativa de hacer algo que me gusta pero también siento la alegría de haberlo hecho en una semana. Me alegra que mi imaginario haya podido parir algo tan completo y complejo en tan breve tiempo. En este momento estoy dirigiendo y toda mi energía está puesta en la dirección. Si no hiciese eso, creo que seguiría escribiendo relatos.

–Vos hablás del planeamiento que necesita una novela pero hay muchos autores que escriben novelas larguísimas y se lanzan a hacerlo sin red. Para Javier Marías era un modo de escribir. Paul Auster escribió así 4321 que es una novela larguísima.

–Pero Paul Auster también tiene un libro cuyo protagonista es un escritor que escribe una escena y encierra de manera tan perfecta a personaje que no encuentra cómo hacerlo salir de manera verosímil. Es decir, escribe algo que es tan bueno que no puede avanzar. Cualquier cosa que hiciera para liberarlo sería artificial porque lo mejor que hizo fue crearle un encierro perfecto. Esa es una metáfora de cómo escribimos. Me ha pasado muchísimas veces escribiendo teatro de quedarme con la sensación de que escribí algo y no sé cómo salir. Si me sucede escribiendo teatro que a veces escribir una obra me obliga a atravesar tres hasta llegar a lo que quiero, imaginate lo que pasaría con una novela. Creo que sería mucho mayor la angustia que el disfrute.

Un hombre de teatro

–Vos te consagraste a través del teatro por lo que supongo que cuando escribís debés sentir esa presión. ¿Hacer narrativa te hace sentir más libre a la hora de escribir?

–Definitivamente sí. En una novela como Salo solo. El patrullero del amor delante de todo lo que está es el humor, el entretenimiento. Probablemente yo no me animaría a hacer algo así en el teatro porque en el teatro tengo una exigencia intelectual mayor. A veces se pierde de vista que los que escribimos ficción lo que ponemos en juego es una inteligencia narrativa. Que yo la haya puesto durante 50 años en el teatro no significa que no la pueda poner en otro lado. En el teatro tengo otras exigencias y, por puesto, también otras demandas. Pero poder escribir narrativa me hace tremendamente feliz. Salo solo vendió siete ediciones y Dolores 10 minutos se está vendiendo muy bien. La relación que tengo con el lector es muy distinta de la que tengo con el espectador en el teatro. Te confieso que me hace tan feliz una cosa como la otra.