Mientras el centro porteño era escenario de una batalla entre manifestantes y policías, mientras los diputados opositores pedían que se levantara la sesión debido a los incidentes y mientras las fuerzas de seguridad comenzaban a reprimir para desalojar la plaza de los dos congresos y arrastraba a la gente rumbo a la Avenida 9 de Julio, el presidente Mauricio Macri recibía a los principales directivos de una empresa multinacional dedicada a los materiales de construcción.
Ajeno a lo que todos los canales de noticias mostraban, como si la Avenida de Mayo no estuviera inundada de gases disparados por la policía, Macri se sentó en su despacho de la casa de Gobierno para hablar con los directivos de la empresa Lafarge Holcim, quienes le anunciaron la ampliación de su planta cementera de Córdoba a través de una inversión de 120 millones de dólares.
La empresa franco suiza prometió expandir el año que viene la capacidad instalada de su planta cementera Malagueño, en Córdoba, y crear puestos de trabajo directos e indirectos. Todo esto ocurrió por la tarde en el despacho presidencial. Afuera, a pocas cuadras, seguían sobrevolando las balas de goma y la represión se hacía cada vez más intensa.