El presidente Javier Milei partirá este lunes hacia Oslo para asistir a la entrega del Premio Nobel de la Paz a la opositora venezolana María Corina Machado. Su presencia, confirmada tras una invitación personal, lo ubicará junto a otros mandatarios regionales en un acto de repercusión internacional. Sin embargo, esta agenda externa choca frontalmente con la crítica situación interna, planteando interrogantes sobre las prioridades de un gobierno que enfrenta una coyuntura doméstica apremiante.
La ceremonia en el Ayuntamiento de Oslo se celebrará el miércoles 10, fecha que coincide exactamente con el inicio formal de las sesiones legislativas extraordinarias en el Congreso argentino. Allí, se debatirán pilares fundamentales de la gestión, como el Presupuesto 2026 y un vasto paquete de reformas laborales, tributarias y previsionales. La superposición de eventos evidencia una discordancia en la agenda presidencial, donde el ceremonial foráneo parece primar sobre la conducción política doméstica en momentos decisivos.

Las prioridades de Milei
El viaje, aunque breve con regreso previsto para el viernes, consolida un patrón de frecuente atención a escenarios globales en desmedro de la gestión directa de las urgencias nacionales. Mientras el país requiere una presencia activa para impulsar las leyes que el propio Ejecutivo definió como cruciales, el mandatario opta por un rol de acompañante internacional. Esta elección no hace sino profundizar la percepción de una administración más volcada en gestos simbólicos externos que en la resolución de problemas concretos de los argentinos.
El reconocimiento a Machado, quien denuncia vivir «en la clandestinidad» en Venezuela, es sin duda un gesto loable hacia la lucha democrática. No obstante, la crítica surge al ponderar el costo de oportunidad: la dedicación de tiempo y capital político en un evento lejano, cuando la casa interna presenta múltiples frentes abiertos y demandas urgentes. La imagen del presidente en Oslo contrastará, para muchos, con la de un Congreso debatiendo sin su impulso directo las reformas que prometieron cambiar la Argentina.