Javier Milei no tiene miedo a la crisis. No le alerta como al progresismo. La crisis es un tiempo oportuno.La condición de posibilidad de un nuevo orden de cosas. Luego de su victoria electoral y ya como gobierno, Milei no trata de estabilizar la situación. Lo que busca el libertario es disputar la crisis hasta un punto de bifurcación. Un momento de no retorno. Y quiere llegar a ese punto recalentando la crisis, con una ofensiva en múltiples frentes simultáneos.

La crisis nacional. Argentina se encuentra en una transición nacional. De su economía, de su Estado y de su integración mundial. Pero es una transición que se vive críticamente, y que no comenzó con el cambio de gobierno. En todo caso, el fracaso del gobierno socialdemócrata fue en gran medida producto de intentar, desde el día uno, disputar la estabilidad, en vez de orientar la crisis. Por ausencia de horizonte estratégico y por incapacidad táctica. En todo caso, lo nacional popular quedó entrampado en el laberinto.

El horizonte de visibilidad. Pero la crisis nacional, configurada en la economía, potenciada con la pandemia y la subsiguiente crisis de representación política, no fue superada plenamente. Sigue abierta. Ayudó a gestar cambios, como la asunción del gobierno libertario. Pero eso no la sutura. Aún no se dió un punto de bifurcación. Entonces, situarse en la crisis sigue siendo condición fundamental del conocimiento político. Es el horizonte de visibilidad que podemos y debemos explotar.

El emergente. Mileicomo sujeto político es un emergente de la crisis nacional. Es su momento constitutivo. En esta dimensión el libertario tiene vida propia. Más allá de representar al “poder real”, al gran Capital y al Imperio, lo cierto es que su emergencia se debe a un amplio estado de disponibilidad social e ideológica generado por esa crisis. Sin esto, no es posible hacer otras derivaciones. El libertario creció disputando el escenario que Unión por la Patria se quedó defendiendo en caída libre.

Una Idea para la crisis. Milei es un ideólogo, un profeta de una utopía reaccionaria. Tiene una idea para la crisis. Quiere refundar las creencias colectivas. Es el profeta del regreso al origen. Del anarco – capitalismo a lo Hayek, antes de lo que ellos llaman el camino a la servidumbre estatista y socialista. El profeta de la tierra prometida, aquella que está después del desierto del ajuste. Del regreso a la argentina oligárquica, antes de la democracia, la industrialización y los derechos de los trabajadores. Y sueña con la victoria de Braden sobre Perón. Aunque significa una distopía insoportable, sigue siendo el portador principal de una idea para la crisis.

El método. Milei convirtió la crisis en su método político. Lo que fue su origen lo convirtió en programa. Cree en la sobredeterminación de la política. La odia y la ama. Es la contradicción que lo pone en movimiento. Y es ahí, no en su estrategia de redes sociales, donde se encuentra su mayor fortaleza. Pero Milei sabe que se necesita vencer. Lo importante en Argentina es el desempate histórico, y por eso no olvida, como sí lo hace el progresismo, que el gobierno no es un objetivo, es un instrumento.

Los márgenes. Así como hay un grado de disponibilidad social, hay un margen de disponibilidad estatal. Esto se da por la crisis y por el bonus extra de los primeros meses de gobierno. Para aprovechar ese escenario, Milei lanzó una ofensiva relámpago y contundente, pero tuvo un freno con la caída de la Ley Ómnibus. Aunque ahora comenzó un nuevo momento, la estrategia es la misma. Disputar la crisis, aprovechar el margen gubernamental, y llevar las cosas a un cercano punto de bifurcación. La suerte que corra el DNU será clave, en un país donde la economía conspira contra todos.

¿Seremos capaces de disputarle la crisis al libertario? En esta época sólo se puede existir hacia adelante.