Un decreto de la Presidencia de la Nación que limita la producción de películas nacionales no puede ser removido o transformado por una decisión del presidente del INCAA, ya que éste último no tiene la potestad ni el poder para modificarlo. Sólo está facultado para firmar y emitir resoluciones, no así los decretos. Es por ello que desde la intromisión de Sturzenegger en adelante, y por decisión del Ejecutivo, se ha incumplido sistemáticamente con la Ley de Cine contradiciendo el espíritu de su normativa, y se ha reducido la disponibilidad de recursos que todas las administraciones históricamente respetaron para fomentar la producción de películas nacionales.

Ese 50% de los fondos del INCAA destinados al fomento del cine nacional cayó al 20% en la administración que puso Milei. Desde el año 1994 se garantizaba el 50% para el fomento y la producción. La merma drástica de recursos ha paralizado completamente la producción nacional de la industria cinematográfica, y en casi dos años de gobierno se han perdido miles de puestos de trabajo, han quebrado centenares de empresas audiovisuales, no se participa ni se viaja ni se financian festivales. Las escuelas de cine están sin recursos, y no se ha filmado prácticamente nada. Más aún, los presupuestos para hacer un film nacional están tan devaluados y desactualizados que es imposible cubrir los costos y mucho menos someterse al riesgo (casi seguro) de perder todo el dinero invertido o quedarse a medio camino con deudas altísimas y sin posibilidad de terminar los proyectos, ni volver a filmar durante largo tiempo.

El mito falaz de que el Estado pone toda la plata de un film que han echado a correr los sectores más reaccionarios de una parte de la sociedad más embrutecida de nuestro país, se desmorona a pedazos cuando se conoce que el INCAA sólo otorga un porcentaje de la inversión total, y la mayor parte de la inversión y los riesgos corren por cuenta de los productores, como en cualquier emprendimiento privado.

Milei y la ignorancia deliberada para destruir al cine argentino
El presidente del INCAA en la era Milei, Carlos Pirovano.

La posibilidad de producir películas nacionales a través del INCAA, o sea, encuadrarse bajo las normativas del organismo que tienen como objeto fomentar y regular la actividad cinematográfica en Argentina, depende principalmente de la disponibilidad de recursos que tenga la entidad, cuyas arcas se nutren de los recursos que genera la misma industria audiovisual (un 10% del valor de las entradas al cine; un pequeño porcentaje en gravámenes aplicados a la facturación de la publicidad en los canales de TV y cable u otros medios electrónicos -esto representa un 25% de la recaudación del ENACOM-; y un 10% de la comercialización de videogramas destinados a la exhibición pública).

De más está decir que ha sido el multimedios Clarín quien más ha combatido esta normativa ya que es el mayor aportante de recursos por publicidad y que ese porcentaje aplicado a la facturación de la publicidad manifestada fue fruto de una negociación con quienes impulsaron la Ley de Cine en 1994, ya que el poderoso multimedios no quiso abrir sus libros y balances que demostraban las ganancias siderales que obtenía con la emisión de videogramas y películas desde aquel momento.

Esas asignaciones específicas que garantizaban recursos que se recaudan a través del ENACOM fueron puestas en riesgo con las trapisondas llevadas a cabo durante la asunción del macrismo al gobierno. Allí, los diputados de la reaccionaria derecha argenta querían rendirles pleitesía a sus mandantes del multimedio y buscaron eliminar ese instrumento clave de la producción cultural (no sólo del cine, sino también para el funcionamiento de las bibliotecas populares, el INT, músicos, las radios comunitarias y todas las expresiones artísticas a las cuales se provee con recursos para producir bienes culturales).

Afortunadamente la unidad y la militancia de todo el sector cultural desde los cuatro puntos cardinales del país se abroqueló tras la iniciativa de garantizar por 50 años las asignaciones específicas para la cultura y se logró el consenso necesario de todos los bloques legislativos y las bancadas existentes en Diputados y la Cámara de Senadores. Así, la tan ansiada previsibilidad que tanto declaman para la empresas privadas, también pudo aplicarse a las políticas públicas para evitar vaivenes y discusiones electoralistas que usen al recorte presupuestario como bandera política.

Con el diario del lunes bajo el brazo, y tras la llegada de Milei a destruirlo todo, a paralizar completamente la producción de bienes culturales, podemos aprender que no debimos cantar victoria cuando se pelea contra el poder real que oprime al país ya que éste recula si lleva las de perder, pero se agazapa y ataca impiadoso en cuanto recupera un centímetro de terreno.

De esas batallas nos quedaron pendientes por una escasa previsión política y centralmente por la miopía gubernamental de los funcionarios del gobierno de Alberto Fernández y los legisladores que se daban el lujo de esperar los reyes magos para dictar la adecuación de la Ley de Cine a la realidad de las nuevas formas de consumo audiovisual, el indispensable cobro de gravámenes a las plataformas audiovisuales tal como lo estipula nuestra gran Ley de Cine (ley de avanzada si las hay).

Tal y como se hace en todos los países del mundo que fomentan y protegen su soberanía audiovisual y el trabajo de sus compatriotas, era preciso aplicar dicha Ley y cobrarles gravámenes a las plataformas audiovisuales para generar más y mejor trabajo, aumentar las producciones, lograr espacios en las pantallas internacionales para las coproducciones, sumar series y películas argentinas que siempre son buscadas por la formación de su mano especializada y, centralmente, para satisfacer el aumento de la demanda de los espectadores de mejoras en las producciones nacionales a través de la ampliación de presupuestos que garantizaran incorporar más valor agregado nacional. Eso hubiese logrado incorporar recursos económicos genuinos al país como tanto se reclama y se necesita, a la vez de generar trabajo y fortalecer la soberanía audiovisual en vez de consumir porquerías prefabricadas como ciertos filmes y series que solo se dedican a vapulear la autoestima de los espectadores de nuestro país, convertidos en meros consumidores.

Milei y la ignorancia deliberada para destruir al cine argentino
En defensa del cine argentino en Cannes.

Milei sacrificó la identidad cultural de los argentinos por dos monedas (que seguro cobró su hermana como todos los negocios que se le acercan). Entregó el mercado nacional, la soberanía audiovisual y a las pantallas de los cines locales se las regaló a los tanques de Hollywood que lo invaden todo con su discurso único. No hay allí lugar para el cine argentino, eliminó la cuota de pantalla, salvo para aquellos filmes que hablan mal de los argentinos. El daño que está provocando a la cultura de nuestro pueblo lo pagaremos caro, y es por ello que resulta imprescindible revertir el estado de situación en que se hallan las organizaciones del sector y los sectores políticos que aman la Patria. Debemos apelar a los acuerdos necesarios que permitan encontrar una salida política a esta crisis autoinfringida, brutal y despiadada que ha generado el gobierno del criptoestafador. Sólo es posible resolver esta encrucijada si se crean o aplican políticas públicas soberanas que reactiven la producción y el trabajo tal como lo enseña nuestra historia como Nación, que pongan a las industrias (como la audiovisual) nuevamente de pie.

La gran fábula liberal que intenta vender el gobierno de farabutes que tenemos en la presidencia del país que se hizo de la conducción del Estado con la finalidad macabra de destruirlo, de ahogar sus políticas sociales, económicas y culturales, no es más que una gran mentira con el sello de Clarín. Arremetieron contra el INCAA apelando a falacias y miserias. Este Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales que está regido por una verdadera ley liberal tiene la disponibilidad de sus recursos para producir y los genera de la actividad privada, y esos mismos recursos económicos obtenidos para producir son direccionados por entes privados, que en una verdadera comunidad organizada, dictamina que producciones deben realizarse, desde ficciones hasta documentales o animaciones, largometrajes o cortometrajes.

Estas producciones son reconocidas no sólo como un reflejo prístino de nuestra identidad nacional, diversa y riquísima, sino que además han sido multipremiadas y exportadas a todo el mundo. El cine argentino, como el deporte, circula libremente por todo el planeta con la marca en el orillo. A través de las decisiones de comités de profesionales que son cambiados cada tres meses y son integrados por entidades del sector privado, están representados por cuatro sindicatos (músicos, actores y actrices, técnicos/as y de espectáculos públicos). Allí se discuten los proyectos presentados y se aprueban algunas propuestas para acceder al financiamiento con un presupuesto que se estudia para evaluar su factibilidad. También hay en esos comités un representante de las cuatro asociaciones nacionales de directores que deben ponerse de acuerdo entre todos para elegir una sola persona que los represente en el comité. Lo mismo ocurre con las ocho asociaciones de productores nacionales que deben poner un integrante a pesar del enorme y basto ecosistema audiovisual que representa una diversidad de trayectorias y reconocimientos a través de los filmes (de distintos géneros y modalidades de producción) que han sido producidos e integran nuestra cinematografía.

Todos esos integrantes conviven armónicamente en los comités junto a los funcionarios puestos por el gobierno de turno. Los representaciones sindicales, que son verdaderas asociaciones profesionales, tienen sus ejercicios acotados, elecciones e internas gremiales con perspectivas muchas veces encontradas entre sí y es de zonzos pensar que todo ese universo (de la actividad privada) está bajo la interferencia del Estado. Más aún, pensar que todo ese contingente de voluntades se someterá y reducirá a la sola voluntad de Milei es solo una ilusión pasajera de un desquiciado con ínfulas de tiranuelo. Trasladar la ineptitud y codicia de un gobernante a una institución que ha sufrido y luchado desde su gestación atravesando gobiernos militares y neoliberales mucho más mediocres que el actual, es desconocer su historia.

“Es la prueba de que cuando el sector público y el privado trabajan juntos se genera un círculo virtuoso de desarrollo, empleo e inversión real” dijo el Macri negro en sus redes sociales. Y remató: “Por cada peso público invertido se generaron ocho privados”.

Milei ha colocado en la dirección del INCAA a un fulano sin noción alguna de la industria audiovisual que debe fomentar y regular. Su única finalidad es hundir la industria argentina. Es un gerente empobrecedor que posee una ignorancia deliberada, que no posee expertise alguno en la materia, que desprecia el cine argentino y a sus hacedores, a los cuales insulta y menosprecia. Sólo basta saber que sus vínculos con Macri están ligados a lo peor de su gobierno. Este funcionario, el principal del INCAA, imagina por TikTok las películas y alaba las producciones que por ley tienen prohibido recibir algún tipo de subsidio de recuperación industrial pues poseen “publicidad deliberada” a raudales por las cuales le ingresan directamente los recursos a la producción a través de “chivos” que se colocan en la historia narrada en la pantalla y que la Ley de Cine limita taxativamente, como también lo hace con el uso de pornografía o aquellas que hacen apología de las drogas.

Milei y la ignorancia deliberada para destruir al cine argentino
Francella en «El secreto de sus ojos».

Si un film como Homo Argentum recibe fondos del INCAA incurrirían tanto los productores como los funcionarios públicos que lo posibiliten en una falta grave y merecerán la penalidad que corresponde. Lo que es imperdonable a estas alturas es el desprecio y el cinismo que han expresado algunos de sus productores o sus figuras actorales hacia las políticas públicas cuando se manifiestan contra el INCAA y todo el ecosistema audiovisual que lo compone (que no solo está conformado por este tipo de tiburones insaciables de dinero y taquilla), olvidando adrede que ese mismo INCAA les ha permitido el surgimiento propio, la formación de técnicos, artistas, directores, productores y empresas privadas que dan vida a eso que se llama CINE ARGENTINO y que por desgracia para ellos recorre todo el mundo.

Pablo Sandoval, el personaje que interpretó Guillermo Francella en el film El secreto de sus ojos decía: «¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia… de novia, de religión, de Dios… pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín… no puede cambiar… de pasión».

Tal vez esa certeza también sea aplicable para quienes miren y valoren al cine no como un arte cuyo valor de lenguaje sea transmitir emociones e ideas complejas y profundamente humanas, sino que sea únicamente vivido como una pasión que sólo tiene la miserable pretensión de hacer caja a través de las boleterías para generar dinero (como las criptoestafas) y lo demás no les importe un carajo. Allá ellos.

* Documentalista / Grupo Favio