La congresista demócrata por el Estado de Minnesota y expresidenta de la Cámara de Representantes estatal, Melissa Hortman, fue asesinada junto a su marido, en su domicilio, por un individuo disfrazado de policía que la baleó y emprendió la fuga. Claro que una hora y media antes había sucedido un hecho similar, también en el Estado del medio oeste estadounidense: el senador demócrata John Hoffman y su mujer, también fueron atacados a tiros, y aunque debieron ser internados de urgencia para ser sometidos a sendas intervenciones quirúrgicas, sus vidas no correrían riesgo”.

Al rato, el gobernador del Estado, Tim Watz, que asistió presuroso a los lugares de los atentados, calificó al segundo de ellos lo calificó como «un asesinato por motivos políticos, de forma selectiva». Se informó además que se busca a un «hombre blanco de pelo castaño, que vestía un chaleco antibalas negro sobre una camisa y pantalones azules».

Los asesinatos se produjeron apenas horas después de que el presidente Donald Trump liderara un polémico desfile militar, en Washington D.C. para conmemorar el 250° aniversario de la fundación del Ejército estadounidense.

Estos episodios no hacen más que azuzar el clima de violencia que en los últimos días vive Estados Unidos. Violencia política y social. Justamente, un tribunal de apelaciones dio la razón al presidente Trump y avaló el despliegue de la Guardia Nacional para frenar las protestas en Los Ángeles. El mandatario le «agradeció» y advirtió que con su actitud «salvó a la ciudad californiana». Justamente para las próximas horas hay convocadas más de 2000 manifestaciones en muchos del medio centenar de estados que constituyen el país, para sumarse a las protestas contra la discriminación de los inmigrantes, la represión y el «autoritarismo» del líder republicano.