La cifra de víctimas del mayor atentado terrorista en Rusia en dos décadas crecía a cada momento y al cierre de esta edición rondaba los 133 fallecidos y centenares de heridos, muchos de ellos de extrema gravedad. Los videos tomados por asistentes al recital del grupo de rock Picnic, en el Crocus City Hall, de Krasnogorsk, un suburbio del noroeste de Moscú, eran desgarradores: al menos cuatro individuos disparando con ametralladoras sobre una multitud sorprendida y horrorizada que intentaba en vano cubrirse detrás de las butacas o debajo del escenario de un local que luego resultó incendiado.
A poco de difundirse la información, Estado Islámico del Gran Jorasán, filial local de EI (ISIS-K, en inglés), se atribuyó el ataque, aunque desde el gobierno de Vladimir Putin deslizan, sin acusación directa, la responsabilidad de Kiev, algo que el asesor presidencial ucraniano, Mijailo Podoliak, negó rotundamente. La sospecha se basa en que el servicio de seguridad ruso (FSB) capturó en la localidad de Jatsun, en la región de Briansk, cerca de la frontera con Ucrania, a once personas presuntamente implicadas en el hecho, cuatro de ellos indicados como los responsables directos de la balacera. «Se les había preparado una ventana para que pudieran cruzar», dijo explícitamente Putin en un discurso televisado en el que se comprometió a castigar con dureza a los atacantes.
El brutal golpe sucede a una ofensiva rusa contra la infraestructura energética de Ucrania con drones y misiles que provocó el viernes cortes en la línea eléctrica de la planta nuclear de Zaporizhya y dejó sin luz a gran parte del país, y al triunfo de Putin en las elecciones presidenciales por más del 85% de los sufragios la semana anterior. Pero, y en esto se basan muchos analistas para plantear sospechas sobre una posible intervención de Washington, el 7 de marzo la embajada de EE UU en Moscú había emitido un comunicado en el que advertían a sus ciudadanos que no circularan por al menos 48 horas porque tenían «informes sobre planes inminentes de extremistas de atentar en Moscú contra grandes concentraciones, incluidos conciertos».
La portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE UU, Adrienne Watson, aseguró que las agencias de Inteligencia estadounidenses «siguieron la tradicional política del ‘deber de avisar'». La CNN afirmó que «desde noviembre ha habido reportes de inteligencia ‘bastante específicos’ de que Isis-K quería perpetrar atentados en Rusia» y que el Kremlin los había desoído.
El Gran Jorasán al que alude la K es un amplio territorio sobre los actuales Irán, Afganistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, de mayoría de población musulmana. Estas tres últimas fueron repúblicas soviéticas y la URSS tuvo su Vietnam en la fallida intervención en Afganistán en los ’80. No es un secreto que Estados Unidos financió y fomentó entonces el crecimiento de grupos extremistas islámicos para combatir a las tropas de la Unión Soviética y que otro tanto hizo desde 2011 en Siria, donde las fuerzas rusas fueron claves para sostener al gobierno de Bashar al Assad. Dato, no opinión: ISIS o Estado Islámico, que se extendió durante la administración de Barack Obama, se diluyó prácticamente con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Los últimos atentados en Rusia, como los de la escuela de Beslan en 2004 (334 muertos) o en las estaciones de subte de 2010 en Moscú (40 muertos) y en 2017 en San Petersburgo (14) fueron producidos por terroristas islámicos.
Detenidos
Las autoridades rusas informaron de la captura de once personas ligadas al ataque en el Crocus City Hall y pronto se viralizaron imágenes que mostró el FSB de algunos de ellos confesando su participación como mercenarios. Según los medios los detenidos casi no hablan ruso y debieron recurrir a traductores para comunicarse. Algunos son originarios de Tayikistán. Uno de ellos dice en el video que le pagarían un millón de rublos por el golpe, de los cuales le habían transferido la mitad a su tarjeta, la que afirmó haber perdido o tirado. Dice que las armas se las dieron «ellos», a los que no identificó. Dijo, tembloroso, que se llama Khargunysham Sedin, que nació en 1998, y que se habían comunicado con él a través de la red social Telegram, «sin nombre ni nada» y que se habían puesto en contacto cuando escuchaba «una lección del predicador».
Margarita Simonian, jefa del grupo mediático Rossiya Segodnya señaló que «los autores materiales fueron elegidos de tal manera que pudieran convencer a la comunidad internacional de que fue ISIS». En esa misma línea se pronunció la vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores, María Zajarova. «Lo más importante es que las autoridades estadounidenses no olviden cómo su entorno informativo y político vinculó a los terroristas l con la organización terrorista ISIS», y agregó que se trata del mismo país que «de la mano de los regímenes liberales occidentales, lleva diez años convirtiéndose en un centro de propagación del terrorismo en Europa, superando incluso a Kosovo en el frenesí extremista».
Como sea, gobiernos y organizaciones de todo el mundo expresaron su condena al bárbaro ataque: desde Estados Unidos, Alemania, la Unión Europea, la ONU a líderes de Irán Turquía, Cuba, Venezuela, Bolivia, México, Bielorrusia, Hungría, España. «