La frase completa pronunciada por el general fascista español Millay Astray en 1936, en respuesta a Miguel de Unamuno,  fue ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!  

Hoy en Argentina,  el presidente Javier Milei con este bochornoso decreto de necesidad y urgencia, que intenta enmascarar con sus gestos y modales de sonsa brutalidad, pone a la venta nuestro país.  Milei nos grita “muera la inteligencia”.

Este DNU es inconstitucional;  lo sabe Milei y su gobierno, lo sabe el FMI y los grupos económicos, lo saben los juristas, lo saben los periodistas, lo sabe la oposición y sus referentes políticos, los trabajadores y las centrales obreras; lo saben los maestros, los artistas y los hombres y mujeres de a pie; los damnificados directos e indirectos, todos y todas lo saben, lo sabemos y sin embargo,  ¿jugamos a  no saber?

Pueden sonar atendibles los argumentos referidos a “los tiempos de la política” y  los tiempos que conllevan  los procedimientos legales;  los análisis sobre los documentos de ida y vuelta; poner fechas para las movilizaciones y los paros y las huelgas. La búsqueda de los consensos no se consigue de la noche a la mañana, sino que requiere de un tiempo prudente para arribar a las mejores resoluciones colectivas. Ahora bien, los que no son atendibles ni admisibles son los tiempos políticos de la especulación, de evadir el conflicto y la toma de posición, de lavarse las manos, de abandonar  la militancia diaria;  porque muchas veces se convierten en los tiempos de la política de pasillo, del sobre, de la oscuridad, de prebendas, de punteros; son los tiempos donde se cierran acuerdos de espaldas al pueblo y se consuman las traiciones. Esta tibieza, esta imprudente lentitud que lacera e impacta rápidamente en el más débil se hace imperdonable ya que también insulta y lastima nuestra inteligencia.    

Este DNU inconstitucional impacta de lleno, entre otros sectores,  al sector cultural. Va a la búsqueda de provocar un apagón cultural atentando contra los trabajadxs de la cultura, y contra las instituciones y los gobiernos culturales a lo largo y ancho del país. Un Ministerio de Cultura que vuelve a desaparecer,  a desdibujarse, y la inexplicable búsqueda de destruir el Instituto Nacional de Teatro, el Fondo Nacional de las artes, el INCAA, la ley del libro, las bibliotecas populares, etc. nos da cuenta del país que imagina y necesita Milei: un país de ignorantes, de sometidos, un país para pocos. 

Este DNU es ofensivo, es un atropello a la democracia, y parece gritar muera la inteligencia, pero también viva la muerte.

Dentro de las monstruosidades y extravagancias que el producto “Javier Milei presidente” ofrece, (motosierras, latiguillo “¡Afuera!”,  patillas de caudillo riojano, cara para foto estilo “Zoolander”, enamoramiento con Vedette, perros hijos de cuatro patas clonados y esculpidos, bastón presidencial de mando, etc., etc., etc.) nos encontramos discursivamente con el cuco del Comunismo. Y aquí no creo que sea solo la forma del producto, sino una real y firme creencia: el comunismo como enemigo y creador de todos los males. Lo que llama verdaderamente la atención es el modo exacerbado con que lo expresa y ejecuta, la mórbida atracción que genera;  porque habla de una sobre actuación, un anticomunismo actuado, noventero, de Rocky IV, de caída del muro de Berlín, de serie televisiva Stranger Things, de “el fin de las ideologías”, de neoliberalismo salvaje, del fin de la historia…

Esta re fritura o revival de poca monta tiene como único destino hacer contenido en las redes sociales y no abrir un debate en torno a las ideas económicas en general, o del marxismo en particular; Milei no cuenta con los elementos y las capacidades reales para elaborar un pensamiento crítico en torno a ellas.  Su objetivo es vaciar de contenido las discusiones y hacer que la atención se ponga solo en las formas. Esta ha sido una característica distintiva (tanto en la política como en el arte) de la década del noventa, me refiero al intento de eliminar el ejercicio del pensamiento crítico de todo ámbito esfera social.  

Visto es que Milei atrasa 50 años intentando aplicar políticas económicas sin contexto alguno, modelos y recetas de manuales que ya han fracasado en nuestro país; sin embargo, supo construir con el odio a lo que el lumpenaje odia,  un producto de propaganda tan eficaz como volátil, y que puede conducir al país al abismo. 

Nos queda la calle, la movilización,  la lucha política y cultural en todos los terrenos. Hacia allí vamos. Otra vez.

Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro.

Viva la inteligencia, y que muera la muerte.