Lo escribió «detrás de los altos y fríos muros de una prisión». Lo leyeron, entre otros, sus mellizos de 17 años, Ali y Kiana, vestidos de negro durante la aceptación del Premio Nobel de la Paz, durante la ceremonia en el ayuntamiento de la capital de Noruega. «Soy una mujer de Oriente Medio, de una región que, aunque es heredera de una rica civilización, se encuentra actualmente atrapada en la guerra y presa de las llamas del terrorismo y el extremismo», afirmó. Y ratificó: «Soy una mujer iraní que se siente orgullosa y honrada de contribuir a esta civilización, que hoy es víctima de la opresión de un régimen religioso tiránico y misógino».

Se trata de Narges Mohammadi. Nació en Zanjan, Irán hace 51 años. Es ingeniera física recibida en la Universidad Internacional Imam Jomeini, donde se integró al Tashakkol Daaneshjuyi Roshangaraan (Grupo de Estudiantes Iluminadores). Desde entonces es militante por los derechos de la mujer, por lo que sufrió reiteradas detenciones. Trabajó como periodista, publicó ensayos («The reforms, the Strategy and the Tactics «, «Las reformas, la estrategia y las tácticas»). Luego de permanecer un año en prisión por oponerse al régimen iraní , en 1999 se casó con su colega prorreformista Taghi Rahmani con quien tuvo dos hijos. Desde 2003 trabaja en el Centro de Defensores de los Derechos Humanos, junto Shirin Ebadi, también Nobel de la Paz; actualmente es su vicepresidenta. Está encarcelada en Irán desde 2021 por su lucha.

La activista fue nombrada ganadora del Nobel de la Paz en octubre «por su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán y su combate por promover los Derechos Humanos y la libertad para todos». En la ceremonia, su asiento quedó simbólicamente vacío, coronado por su retrato.

Hace unas horas, Mohammadi se negó a comparecer en su nuevo juicio, según informó su propia familia. Debía hacerlo en la misma Corte que ordenó la ejecución de varios jóvenes iraníes. La activista calificó a la cámara de «matadero». El juicio es el primero desde que fue galardonada: está relacionado con sus actividades en la cárcel, donde continúa su lucha contra el velo obligatorio y la pena de muerte

«No voy a poner un pie en ese matadero», expresó en las redes sociales. «Me niego a conceder credibilidad o autoridad alguna a jueces leales a los servicios secretos y a tribunales que organizan juicios falsos», agregó.

Mohammadi fue encarcelada en 13 ocasiones en los últimos 25 años por su compromiso, a un total de 31 años de prisión y 154 latigazos. En el medio, arrestada en 13 ocasiones, la última en 2021 y permanece en prisión, por ser una de las principales caras del levantamiento «Mujer, Vida, Libertad» en Irán. Por ello, desde entonces, no puede ver a su marido ni a sus hijos, residentes en París. Su familia denunció que desde el 29 de noviembre no puede siquiera hacer llamadas telefónicas. Hasta entonces, había podido hablar con familiares que vivían en Irán: al menos desde sus mensajes podía llegar rápidamente al mundo exterior a través de sus las redes sociales. Justamente en su discurso leído por sus hijos, la activista iraní encarcelada rindió homenaje a la determinación del pueblo iraní de «desmantelar» el «despotismo y la obstrucción» del régimen de la República Islámica.