Hay una creciente desazón en sectores que respaldan al Frente de Todos. El debate, por momentos, parece centrarse en las formas de ser y en una crítica a la evaluación de las relaciones de fuerza que hace el gobierno nacional. La frase “la política es el arte de lo posible” es fácil de pronunciar. Lo difícil es definir qué es lo posible, dónde está la frontera.   

Se sabe que el presidente Alberto Fernández considera mejor metabolizar el conflicto político de modo conciliatorio y no confrontativo. Hay cuestionamientos que sobredimensionan este aspecto, como si allí radicara la explicación de por qué el gobierno peronista no ha podido avanzar con varios de sus objetivos, de la reforma judicial a la recuperación de los ingresos, que es el punto que más desazón produce. 

Hay aspectos complejos. Sectores del Frente piden más severidad en las medidas de cuidado por la pandemia de Covid y quizás tengan razón. Luego se reclama, también con razón, por el retraso en los ingresos populares. El año pasado la economía argentina cayó 10 puntos. Es una bomba nuclear. Se explica por la pandemia y las medidas de restricción.

Es importante decir esto aunque sea antipático. Hay que hacer el esfuerzo de mirar la película completa. Quizás sea correcto el reclamo de más restricciones, pero no se pueden omitir los otros efectos.

Durante los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner hubo un proceso de recuperación del poder adquisitivo de los sectores populares. Se hizo con la economía creciendo un 8,8% anual, con políticas que consideraban el consumo popular vector de ese proceso. Pero habría sido imposible impulsarlo cayendo en picada por una pandemia –maldición bíblica– que obliga a tomar decisiones que limitan la actividad en lugar de fomentarla. No hay forma de escapar a esa contradicción.   

Es un ejercicio de madurez política en una situación excepcional. Dimensionar las limitaciones que el Covid impuso. No se trata de no reclamar, pero sí de una comprensión más amplia que les dé a la pandemia y sus efectos devastadores la proporción que tienen. Esto es necesario para que este año las elecciones no las gane la derecha. Sería asomarse al abismo.

El fallo de la Corte a favor de los contagios en las escuelas de la Ciudad es una señal. Muestra que los poderes fácticos que siguen funcionando en tándem con Cambiemos están convencidos de que este ciclo político será corto. Han comprado esa teoría elaborada en las usinas del PRO. Es la siguiente: se viene un descalabro todavía peor, la pandemia consumirá al gobierno y terminará empujando un cambio de ciclo. La Corte actúa en consecuencia.

No pasó, como había imaginado el presidente, quizás en un exceso de vocación conciliadora, que los cortesanos se adaptaran a los nuevos vientos. Están convencidos de que volverán los viejos. 

El gobierno está obligado a comenzar a lograr su promesa de que los salarios le ganen a los precios, aunque tenga que hacerlo a las patadas. Es tan central como desplegar una acción didáctica sobre los límites que impuso la pandemia.

Ojalá todo fuera una cuestión de formas de ser, de tener más audacia en la evaluación de las relaciones de fuerza, de «poner un poco más huevos», como cantarían en la cancha. Eso es mucho más fácil de corregir que manejar la peor pandemia de los últimos cien años.  «