Flamengo, el club de Brasil con más torcedores –unos 50 millones, alrededor del 25% del total de los hinchas–, es ahora –o después del cabezazo de Danilo que quebró ayer a Palmeiras, a los 67 minutos, primer remate al arco en el Monumental de Lima– el brasileño más ganador de la Copa Libertadores. La cuarta del Fla dejó a Palmeiras con tres copas, en la línea de São Paulo, Grêmio y Santos. Si en 2021, en el Centenario de Uruguay, la Libertadores había sido para Palmeiras –también a través de la mínima (1–0)–, la remake en Perú fue para Flamengo, el equipo que dirige Filipe Luís, en el ataja el argentino Agustín Rossi y el que guía el uruguayo Giorgian De Arrascaeta (de su pie salió el tiro de esquina que terminó en la cabeza de Danilo, autor del gol del 2–1 en la final de la Libertadores 2011 que ganó con Santos). El club más popular de Brasil, además, le saca cinco puntos a Palmeiras cuando faltan dos fechas para el final del Brasileirão. La Libertadores de Flamengo es la número 25 para Brasil, la que iguala en cantidad a los clubes argentinos.
En Lima, el juego carioca más teatral, paradójicamente, le ganó con un gol de pelota parada al paulista más metódico. Potencias económicas del fútbol brasileño con los planteles más caros de Sudamérica –de los 212,5 millones de euros de Flamengo a los 195,9 de Palmeiras, según el sitio Transfermarkt–, puede que, en el corto plazo, protagonicen el tercer episodio de la final de la Libertadores. “La situación actual no sugiere un ascenso ocasional e intermitente a la cima para Flamengo y Palmeiras. Seguirán viéndose mutuamente como sus mayores rivales en el camino hacia los títulos más codiciados del país y del continente”, había escrito Carlos Eduardo Mansur en globoesporte.com antes de la final.
Ganadores de las últimas siete Libertadores –la de este sábado fue la quinta final entre brasileños–, la supremacía de los clubes de Brasil se explica más por la macroeconomía estable del país –sin ser la panacea– y el formato competitivo del Brasileirão que por la ley de Sociedades Anónimas de Fútbol (SAF), sancionada en 2021 durante el gobierno de Jair Bolsonaro. Ninguno de los campeones en el dominio inédito fueron clubes sociedades anónimas (Flamengo en 2019, 2022 y 2025, Palmeiras en 2020 y 2021, y Fluminense en 2023). En el Brasileirão compiten 20 clubes, ida y vuelta (38 fechas): los primeros seis clasifican a la Copa Libertadores, del séptimo al decimosegundo, a la Sudamericana, y los últimos cuatro descienden. Premios y castigos a mano, hasta el final. Ese formato “ideal” se mantiene desde 2006.
En paralelo, el Relatório Convocados 2025 reveló una deuda total entre los clubes del Brasileirão de 14.620 millones de reales (casi 2.750 millones de dólares), 22% más que en 2023. Juicios laborales, altas tasas de interés bancarias y deudas fiscales configuran la burbuja. “La ley brasileña de SAF propicia la entrada de delincuentes –dice una fuente especializada–. Tiene que ver con un efecto del que muchos no hablan. El Brasileirão debate un problema a futuro: tiene 13 clasificados directos, que a veces pueden llegar a ser hasta 15, a torneos de la Conmebol, en un torneo de 20. Entonces se van al descenso campeones y clubes grandes. Es tanto el contraste que hay entre la recaudación de un equipo del Brasileirão con uno de segunda que la burbuja financiera por la que van en declive se potencia. Y, cuando vuelven a Primera, están aún más endeudados”. El miércoles, la Confederación Brasileña de Fútbol anunció un sistema de fair play financiero y creó una agencia de regulación y sostenibilidad que se encargará de controlar el “costo de plantel” de cada club. ¿La teoría se llevará a la práctica? ¿Se animarán a sancionar a un campeón de las últimas siete Copas? Sí, campeones de las últimas siete Libertadores, pero, ¿a qué costo?
Viajamos hasta febrero de 2016. Andrés D’Alessandro vuelve a River. Deja atrás nueve temporadas en el Inter de Porto Alegre. Se trae un sistema para ver por computadora todos los partidos de Brasil. “No puedo creer que acá todavía no se vea el campeonato brasileño”, le comenta a Eduardo, su padre, mientras miran cómo el Inter desciende a la Serie B. Después de 13 años en el exterior, D’Alessandro se encuentra con “un fútbol argentino lleno de gente joven”, un juego “más corrido, friccionado y luchado” y con “campos de juego más chicos y no en tan buen estado como en Brasil”. Lo cuenta en Cabezón, su biografía, escrita por el periodista Diego Borinsky. Se cumplirán diez años de aquel asombro. Los derechos de TV del Brasileirão en Argentina fueron adquiridos en 2025 por un cableoperador (Flow) y hasta por un canal de YouTube en acuerdo con uno de aire (Picado TV–Telefe). “El Brasileirão –dice D’Alessandro, campeón con Inter de la Libertadores 2010– es el mejor campeonato de Sudamérica por estructura, juego y equipos, y porque tiene un nivel parejo, con muchos equipos muy fuertes”.
El Brasileirão –donde Neymar juega aún con la rodilla izquierda casi sin menisco y mete un gol, porque su Santos lucha por la permanencia– es “la liga de los heptacampeones de América”.