A una semana de cumplir sus primeros tres meses de gestión, en su discurso y puesta en escena teatral para la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, el gobierno ultraderechista de Milei quedó obligado a realizar balances y trazar perspectivas ante las nuevas contingencias. Sus formulaciones explícitas fueron la reafirmación de su plan de ajuste y la enunciación de una tabla de diez leyes sagradas de corte capitalista. La ofrenda como marco para la firma de un Pacto de Mayo que, en verdad, antes que evocar el pasado de una emancipación promete un tránsito hacia la decadencia y la esclavitud del orden neoliberal. Sus destinatarios: los gobernadores de Juntos por el Cambio y de ciertos peronismos provinciales, necesitados de concesiones en la coparticipación federal, y las bancadas parlamentarias en disponibilidad para llegar a acuerdos (sectores mayoritarios del Pro de Bullrich y de Macri, de la UCR y de HCF).

La pregunta es si no estamos ante el despliegue de un reajuste táctico de la administración libertaria: un emprendimiento “transformista” que, en función de ganar tiempo y mayor base de sustentación a su programa reaccionario de reformas, es ofrecido al conjunto de la clase dominante y parte de la malhadada “casta”. La revisión sólo puede explicarse a partir del recuento de activos políticos que debe estar haciendo puertas adentro el acotado grupo gubernamental.

Aunque se autoperciba invencible, Milei viene de sufrir derrotas, la más resonante de las cuales fue el rechazo a la Ley Ómnibus, en medio de un salto del repudio popular callejero. Acumulará otras: bloqueos del DNU y de otros decretos, probables choques con la Justicia, más encontronazos con las provincias. Más allá de sus discursos altisonantes, y de sus gestos hiperbólicos, y sin ignorar el “éxito” de sus medidas que provocan brutales transferencias de ingresos arrancadas a la clase trabajadora, sus logros concretos en materia legislativa y de transformaciones estructurales todavía son módicos. Merced al congelamiento presupuestario, exhibe como “conquista” el superávit fiscal y comercial de enero (quizás también de febrero), es decir, un favorable pero fugaz asiento contable, el cual puede disiparse ante la caída de la recaudación por el derrumbe productivo. La recesión frena la compra de dólares, baja su precio y estabiliza, y permite cierta acumulación de reservas en el BCRA. Pero el estado de situación proyecta una imagen contrastante, no homogénea. Veamos sus elementos.

La economía discurre en un sendero calamitoso, encaminada hacia una recesión imparable. Tras la caída en más del 2% en 2023, este año el PBI se apresta a una contracción que podría superar el 5%. La devaluación de diciembre, las subas de tarifas y servicios, y el ajuste fiscal inclemente está arrasando los ingresos de trabajadores estatales, afectando el normal desenvolvimiento de las universidades y amenazando el futuro de la cultura. Se está desplomando el consumo y mermando notablemente los circuitos de la producción y el comercio. Además, los datos de la cosecha son menos favorables que los previstos. En su primer trimestre, Caputo no bajó, sino que hizo trepar la inflación a sus niveles más altos, mientras produce una de las peores licuaciones de salarios, jubilaciones y pensiones que se recuerde.

Sin embargo, la administración libertaria puede hacer valer sus puntos de sostén: la aún cercana fuente de legitimidad surgida en el balotaje. El hecho de ser un gobierno inicial le confiere una legalidad que la oposición política burguesa insiste en respetar, aún a pesar de que aquella viene siendo violentada en algunas de sus formas por el propio Milei. La otra mercancía que dice disponer en sus escaparates es el nivel de la adhesión pública. Un valor en disputa. Algunas encuestas afirman que la gestión de las fuerzas del cielo conservaría la mitad de la imagen positiva en la población (mucho menos en el AMBA que en el resto del país). Antes que como apoyo firme se manifestaría como tolerancia pasiva y espera resignada. Aun así, no es poco, teniendo en cuenta la acumulación de estropicios y desvergüenzas en este primer trimestre. Pero también dicen esas pesquisas que es una de las cifras de consenso más bajas para una administración recién llegada al poder en las últimas décadas y que convive con un rechazo total altísimo, inédito para un gobierno nuevo. Esbocé un mes antes, en estas mismas páginas, el surgimiento de una “calle antilibertaria”. Esta dinámica es cada vez más visible.

Gracias a la voraz contracción económica, precisamente, como receta de aprendiz de brujo, el gobierno podría presentar en los próximos meses un descenso de la inflación a un dígito. La confusión a la que apuestan los medios de comunicación y los factores del poder económico, y las propias necesidades de la casta (que ansía que el trabajo sucio del ajuste lo hagan estos advenedizos hoy en la Casa Rosada) desplegará el juego de aceptar esta baja de los números infernales de inflación como una victoria, al menos limitada. Un triunfo pírrico, ante el mayor quebranto y la pobreza que podrían disparar un rechazo ahora sí mayoritario y definitivo al gobierno. Todos lo saben. Incluso el líder de La Libertad Avanza. A pesar de la actuación, a lo Thatcher y Menem, que suele practicar, bajo su permanente admonición de “no hay alternativa, es esto o el desastre”.

Como respuesta surge la idea del Pacto con quienes comparten la disposición por una reestructuración capitalista y reaccionaria del país. El viernes Milei volvió a repartir insultos y amenazas, con cinismo, hacia una “casta” que él mismo integra, reproduce y necesita. Pero desde una imaginaria posición de fuerza pretendió tender la mano a las oposiciones “dialoguistas” de gobernadores, parlamentarios y partidarios del ajuste, mientras postergó las referencias dolarizadoras. El león libertario sobreactúa y ansía mostrar el mantenimiento de la iniciativa. Se abre una nueva ronda de escarceos y negociaciones, en la que quizás buscará integrar, cooptar y acercar más sectores, tras la furia de un febrero pletórico de conflictos con poderes provinciales y parlamentarios. Ahora reaparecen algunos apoyos esperables, en el seno del empresariado y los restos de JxC. En marzo y abril todos ellos buscarán con el gobierno que pase el ajuste, seguir ganando tiempo y evitar los estallidos sociales.

Milei seguirá tocando sus melodías siniestras y distópicas, que encubren, con distracciones sobre privilegios y corrupciones cuidadosamente seleccionadas, lo que representa su proyecto: una confiscación en contra de las masas populares. Si estas últimas, en su propia defensa, se lanzan con más brío a la resistencia, no hay destino para esta voluntad de guerra empobrecedora que nos toca en desgracia padecer. «