La Palestra Nacional de Andinismo tenía 43 años y unos 3000 metros cuadrados escalables. Dicen que no había otra así en Latinoamérica, quizá en el mundo. Construída en 1982, revestida de piedra natural con rocas de las canteras de San Luis, es una réplica fiel de la montaña, lo que permite entrenar técnicas que no pueden realizarse en estructuras urbanas. No sólo la utilizaban atletas para entrenarse en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, también era común el uso para agentes de las distintas fuerzas de seguridad, bomberos, guías de montaña, equipos de emergencia y todos los que necesitaran ese tipo de práctica. Esta semana, a pesar del reclamo de la comunidad andinista y de que la situación estaba judicializada, el gobierno de la Ciudad avanzó en su demolición.
Por el lugar donde se encontraba el muro de escalada pasarán autos. Allí está previsto ampliar el Puente Labruna en el marco de la reconfiguración de esa zona del Cenard y el ex Tiro Federal, ambicionada por los negocios inmobiliarios. Una nueva palestra, mientras tanto, se está construyendo en el Parque Olímpico de Villa Soldati, a donde además se trasladará la que está en el Parque Sarmiento. Pero no es lo mismo, dicen los andinistas. Los métodos de construcción son distintos, por lo que todavía se desconoce la viabilidad para escalar debido a la seguridad. Algunos sostienen que será imposible.

“La realidad es que la calidad, las características técnicas y de seguridad distan mucho de la palestra que se demolió. Parece que al gobierno de la Ciudad solo le importa hacer negocios inmobiliarios. Destruye espacios verdes para construir estacionamientos y edificios”, dice el escalador Esteban Ballester. “La palestra que hicieron escombros permitía llevar a cabo muchas prácticas y maniobras que después podías aplicar en la roca misma, en el deporte más expuesto”, agrega Florencia Pustetto, también escaladora y que solía practicar en el muro.
En la comunidad ya advertían que la pérdida de la Palestra no era simplemente dejar de tener un muro para practicar la escala. Es, decían, el retroceso de un derecho colectivo al deporte, la cultura y el espacio público. Desde esta semana se convirtió en escombros. Y no es más que una postal más del abandono del deporte en la Argentina.

Solo hay que ver las partidas destinadas a deportes en el Presupuesto para el próximo año, que ya tuvo media sanción, previstas en 58 mil millones de pesos, lo que muestra una caída interanual del 8%. Si la comparación se hace con 2023, la reducción es del 66%, según el informe presentado esta semana por la agencia Táctica, laboratorio del deporte argentino. Los clubes de barrio y pueblo son los principales afectados. Les entregan una partida para repartir de 250 millones de pesos para el próximo año, lo que implica una caída interanual de 78%, mientras que en la comparación con 2023, último Presupuesto aprobado, la reducción es del 98,6%. Un ajuste brutal.
El Gobierno ya había eliminado el programa Hay Equipo, mediante el cual el Estado se hacía cargo de la cuota social de un club para los sectores que no podían afrontarse. De esa manera, se le daba la posibilidad de realizar deportes a un grueso de la población golpeada por la situación económica del país.
Las metas propuestas también muestran el deterioro. Por ejemplo, en cuanto a becas, que de las 1690 que se mantenían en 2023, se prevé ahora que sean 600, menos de la mitad. Si se observa el ítem del apoyo para la participación de atletas federados en competencias, en 2023 fue de 5250 mientras que para el año que viene cae a 4620. Las personas alojadas en el CENARD, que en 2023 eran 110 mil, serán ahora 54600, según lo estipulado en el Presupuesto 2026. El ajuste llega a la ración alimentaria, que en dos años pasará de 530 mil a 180.200.
El golpe es tanto al deporte de base como al alto rendimiento, algo que impactará en el mediano plazo, en resultados deportivos, pero también a largo plazo alejando a millones de personas de la práctica deportiva.