Pedro Mairal es un escritor que nunca deja de sorprender. Los nuevos, su última novela, lo confirma una vez más. Podría decirse que la suya es una escritura inconformista, inquieta, en la que se nota una actitud de búsqueda que no apunta a un objetivo prefijado, sino que avanza con actitud de exploración, como si no conociera bien el camino o como si una voz le dijera que no se confíe en la experiencia, que siempre que se escribe, se escribe por primera vez.
Por supuesto que la experiencia de Mairal es mucha , que es parte de él mismo, por lo que no podría borrarla de un plumazo. Pero él no se recuesta cómodamente en ella, sino que la obliga a ponerse a prueba cada día. Le gusta estrenar experiencia en cada nuevo libro.
Los tres personajes de Los nuevos, Thiago, Bruno y Pilar, son amigos entrañables que transitan el momento del fin de la adolescencia y el pasaje hacia la juventud. Para los adultos este parece ser el momento de pasar en limpio el boceto de la vida del adolescente y comenzar a darle la forma de «obra definitiva»
Y sobre esta forma definitiva los adultos parecen tener mucho que decir. Generalmente, suponen que torciendo vocaciones, descalificando modos de ser y modelando la materia a su imagen y semejanza van a lograr los mejores resultados aunque no es así.
Con frecuencia, el resultado es el sufrimiento del ser al que quieren modelar.
Cada uno de ellos sufre un problema distinto pero todos tienen algo en común: la soledad a que los condena la falta de comprensión de los adultos que suelen actuar con las mejores intenciones,
Los nuevos es una novela que conmueve porque nadie puede dejar de sentirse identificado en algo, en algún viejo dolor de adolescencia.

Pedro Mairal
–Los nuevos me pareció, por un lado, un libro que tiene un trabajo enorme desde lo formal porque es una historia contada dos veces. Por otro, un libro muy conmovedor, aunque ésta no sea una categoría propia de la crítica literaria. Me gustaría saber cómo se te ocurrió la historia y la vuelta de tuerca de contarla dos veces.
–Qué bueno que te que te haya parecido conmovedor, Mónica, porque mi intención era que provocara una identificación desde el costado emocional en la gente que lo lee, aunque esos lectores no tengan la misma edad que los personajes. El libro surgió como una voz. Primero el personaje de Thiago, que aparece al principio y que está en carne viva. Es un chico al que se le acaba de morir la madre y el padre lo lleva medio forzado de vacaciones con su nueva pareja, pero él no quiere estar ahí. Surgió esa voz que es la voz de alguien que le pasa algo y después no lo quiere contar.
Me interesaba la figura de quien está muy lastimado y le piden que cuente lo que pasó y no quiere hacerlo, Entonces, esa primera parte es alguien que piensa cómo escribiría lo que le pasó, cómo lo contaría si lo contara, pero no lo va a contar. Me interesaba ese verano, esa comunicación medio telepática que él tiene con su madre muerta, ese dolor, ese viento caliente de verano en ese lugar de vacaciones. Y de esa voz de Thiago surgió su amigo Bruno, a quien él extraña, porque Bruno está estudiando en Estados Unidos, muerto de frío, en la nieve.
–Sí, está estudiando algo que no quiere estudiar, que no le no le interesa estudiar que es una imposición familiar.
–Sí, exacto. También en esa primera parte apareció el personaje de Pilar, la otra amiga de Thiago, que le patea la puerta para asustarlo y se le mete en el baño. Entonces, de esa primera parte surgieron sugeridas medio fantasmagóricamente las otras dos partes de la novela. Después me senté a escribir lo de Bruno que salió también bastante a borbotones, salió bastante fácil.

–¿Y qué pasó cuando llegaste a la tercera parte, la referida a la historia de Pilar? –Eso sí me dio mucho más trabajo porque tuve que hacer muchas versiones y como vos bien decís, había cosas que ya habían sido contadas. Entonces, ¿en qué medida era interesante volver a contarlas desde otro ángulo, desde el ángulo de Pilar? Me dio trabajo, sobre todo, descubrir cuál era la historia de esa chica y que su historia no fuera, simplemente, una manera de cerrar las otras líneas argumentales que había abierto. Me gustaba que Pilar tuviera su cuento, su historia, su derrotero. Pero tuve que trabajar mucho. Por suerte, fue apareciendo casi como si ella misma, la propia Pilar me reclamara que quería tener su propia historia.
–Sí, los personajes son muy potentes. Quizá eso haya sido un problema a resolver, porque me imagino que no debe haber sido fácil sostener esa intensidad sin que resulte redundante.
–Lo que decís de la intensidad se me apareció como algo de mucha sorpresa porque nunca me había encariñado tanto con mis personajes. Me sucedió por primera vez cuando surgieron estas voces, estas casi personas, porque un personaje es una casi eso, una persona. Entonces me costó mucho a la hora de tener que maltratarlos para que hubiera una historia. Por ejemplo Bruno se enamora, pero si no le rompen el corazón no hay historia. Romperle el corazón a Bruno me dolió mucho, me sentí como un dios cruel que lo estaba sometiendo a un sufrimiento y, sin embargo, eso tenía que pasar. Nunca me había dolido tanto el derrotero de un personaje. Siempre lo he hecho en función, por ejemplo, de una trama. Acá fue como si me surgiera una idea de cuidarlo, una cosa un poco paternal.
–Esto que te voy a decir no tiene que ver con la literatura. Pero, de alguna manera en esos tres personajes hay algo tuyo. Thiago es el escritor; Bruno, el músico y Pilar la que hace guiones cinematográficos, la que cuenta a través del cine. ¿Lo ves así?
–Nunca lo había pensado tan así, pero me parece una gran manera de descubrir que, efectivamente, los tres personajes tienen algo mío. No lo había pensado con lo de Pilar y ahí diste en el clavo porque, efectivamente ahí está la guionista, la del ojo cinematográfico. Eso no lo había pensado. Sí, efectivamente ahí están el escritor, el músico y el cineasta.
–Además, se nota en la parte de Bruno que está escrita por un músico. Vos podrías no ser músico y haberte informado sobre un montón de cosas, pero hay ciertas cosas pequeñitas, por ejemplo decir que hay señoras que piensan que el bajo es un instrumento que no suena, que es una observación de músico, que me causaron mucha gracia.
–Qué bueno. La presencia de la música está en todo el libro y las canciones funcionan casi como si fueran una comunicación telepática. A través de ellas se mandan mensajes subliminales. Por ejemplo, Thiago le pone en el auto a su papá canciones que le gustaban a su madre casi para lastimarlo. Por su parte, el padre de Bruno le manda canciones, playlists, al hijo que está estudiando afuera y Bruno piensa que hay mensajes cifrados en las letras que le envía. De alguna manera, siempre hay una comunicación subliminal, incluso en las canciones que ellos mismos componen cuando forman esa protobanda.
–En Los nuevos hay geografías que son muy escenográficas. La Lobería en primera instancia, que tiene una descripción muy minuciosa. Pero, sobre todo me impactó mucho la baulera de la casa de la abuela de Pilar que es el único refugio que tiene para dormir cuando se queda sin nada. Esa baulera es una especie de útero oscuro, es una geografía un tanto insólita, con sus propias reglas. ¿Cómo te apareció eso?
–Qué bueno que me señales eso, porque no lo había pensado nunca así, de esa manera. Útero me parece una buena metáfora. Sí, sin duda son las tripas del edificio las que están allí adentro. Pilar se mete dentro de esa baulera desoladora, pero eso no es un lugar para vivir, pero va sufriendo una encerrona.
Primero vive con la abuela, pero no puede vivir más ahí y después se va a un departamento con unas chicas estudiantes, pero la echan, se va a lo de una amiga… Este no tener casa, esta falta de permanencia desemboca en este lugar que es un lugar para guardar trastos, no es un lugar para dormir. Es un lugar al que van a parar las cosas que no se puede resolver dónde ponerlas y esa chica también termina quedando ahí como un trasto que no saben dónde poner.
Hay algo de mucho sufrimiento en ese espacio y, a la vez, ella comienza a descubrir allí cosas de su abuela, cosas de sus antepasados, objetos familiares, como los retratos de las mujeres de su familia. Se sumerge en esa especie de pasado familiar oscuro. En mis novelas, siempre hay un sótano, un lugar donde alguien desciende a una oscuridad y emerge de ahí un poco transformado, lleno de dolor, como le pasa a Pilar. La echan incluso de ese sótano y se va a lo de la empleada de su abuela, lejos, para lo que tiene que tomar un tren.

–Estos tres chicos que están pasando de la adolescencia a la juventud viven en un mundo de adultos autoritarios que creen saber qué es lo mejor para ellos y con las mejores intenciones terminan lastimándolos.
-Sí, quería mostrar ese momento de la vida en que estás buscando tu propia vida y abriéndote paso a través de los mandatos familiares, que a veces ayudan y a veces van en tu contra, pero de alguna manera tu deseo va encontrando un camino aunque a veces en ese camino haya muchos obstáculos.
La ruta del deseo
-No es fácil discernir cuál es el propio deseo y cuál el de los padres a la edad que tienen tus personajes.
-Los personajes deciden, van con su deseo, pero a la vez les suceden cosas que no pueden controlar porque no tienen herramientas suficientes, por ser todavía muy jóvenes. Es una búsqueda que no está libre de obstáculos. Por otra parte, además, está la autoexigencia excesiva. Si querés ser músico, por ejemplo, querés ser el mejor músico. Por eso cuando, al final, Pilar ve el cuadro de Adán y Eva de Durero piensa que son «los nuevos».
–Los que van a repetir una historia, los que van a hacer una historia que no se va a poder salir de los carriles que ya están prefijados, que se va repetir generación tras generación como si fuera una fatalidad.
– No me había dado cuenta de que poniendo ese cuadro al final es como si volviera a empezar todo, o sea, vuelven a entrar al Edén de alguna manera y va a suceder todo de vuelta una y otra vez, porque no se puede evitar el sufrimiento
El difícil arte de narrar una historia
–¿Qué es lo más importante para vos a la hora de narrar una historia?
-Desde dónde se cuenta, desde qué momento y espacio se le cuenta algo a alguien. Hay una especie de voz narrativa al final Los nuevos que se desdobla o incluso se va pasando de un personaje a otro y uno le dice al otro, «Esto contalo vos porque para mí es muy doloroso. Esto dejame contarlo a mí…” Eso me resultó muy liberador Porque fue como decir “puedo romper este pacto de que cada parte está contada desde una subjetividad. Que primero contara Thiago, que luego contara Bruno y después lo hiciera Pilar me resultaba un poco duro, un poco cuadrado. Y me resultó muy liberador decir, «bueno, lo cuentan entre los dos, no se sabe quién escribe a quién. ¿Pilar está escribiéndolo a Thiago o Thiago le está escribiendo a Pilar? ¿Quién escribe todo al final? ¿Es Thiago el que escribe todo, es Pilar la que está escribiendo todo? Me gustaba jugar con esa ambigüedad que también obedece a la realidad porque vos contás algo en una familia y el otro te dice, «Eso no fue así.» La voz del narrador se vuelve poco confiable en la última parte, incluso uno contradice al otro. Hay una voz narrativa que se despliega, desplaza.