El 2025 fue un año intenso, de esos que ponen a prueba convicciones, oficios y proyectos colectivos. En un contexto atravesado por reformas regresivas, discursos de odio y ataques persistentes a derechos conquistados, volvió a quedar claro que nada de lo que vale la pena se sostiene en soledad. Mucho menos el periodismo. Desde Tiempo Argentino transitamos este período reafirmando una convicción simple y, a la vez, profundamente política: informar con independencia, pensamiento crítico y compromiso social. Para este colectivo, se trata de una necesidad concreta y de una práctica cotidiana, ejercida en un escenario atravesado por intentos de disciplinamiento, estrategias de desinformación deliberada y una creciente mercantilización de las noticias.

En el último semestre, el gobierno nacional profundizó un rumbo económico y político con consecuencias directas en la vida cotidiana de millones de compatriotas. La receta histórica del ajuste, presentada una vez más como única salida posible, se tradujo en la pérdida del poder adquisitivo, recortes de políticas públicas, deterioro de la educación y la salud, y una creciente precarización del trabajo -que llegará al paroxismo si avanza la reforma laboral-. Se consolidó así un modelo especulativo y financiero, de fuerte concentración económica, acompañado por un desprecio explícito hacia la producción industrial, la ciencia y la educación como motores del desarrollo nacional.

Quienes defienden un modelo productivo con inclusión son estigmatizados por el Ejecutivo y señalados como “antiguos” o reacios a una supuesta modernización que, en los hechos, consolida privilegios para unos pocos y profundiza un modelo de exclusión y pauperización de la mayoría. La descalificación reemplaza al debate. La simplificación de análisis y propuestas se imponen como método de gobierno.

El ataque a la prensa se consolidó como un plan sistemático del presidente y el gabinete nacional. La deslegitimación del periodismo y el señalamiento permanente a medios y periodistas -incluso en el plano personal- forman parte de una estrategia orientada a debilitar los controles democráticos y a reducir el espacio del debate público. Frente a estas prácticas, preservar la libertad de expresión se impone en estos días como una urgencia democrática.

Por eso, de cara a 2026, continuamos junto al Sindicato de Prensa de Buenos Aires en la lucha por la defensa del Estatuto del Periodista, hoy amenazado por intentos de flexibilización y vaciamiento que buscan desmantelar derechos laborales conquistados a lo largo de décadas de organización. No se trata sólo de condiciones de trabajo: el Estatuto es una herramienta central para garantizar la independencia profesional, proteger a quienes informan frente a las presiones del poder político y económico, y resguardar la calidad de la información y la pluralidad de voces. Sin estabilidad laboral, salarios dignos y marcos de protección, el ejercicio del periodismo queda expuesto al miedo, la censura indirecta y la autocensura. Defender este marco legal no es un reclamo sectorial, sino una condición indispensable para que la ciudadanía pueda ejercer a pleno su derecho a informarse.

El 2026 será especial para quienes integramos la cooperativa y para nuestra comunidad: celebraremos diez años de una experiencia colectiva nacida en 2016, que supo resistir los embates y reinventarse sin resignar sus convicciones. Transitamos esta década con el acompañamiento de quienes nos eligen cada día, pero hoy necesitamos sumar nuevos apoyos y ampliar la comunidad. En un ecosistema mediático cada vez más concentrado, ser más es una condición acuciante para fortalecer el proyecto, con la convicción de que el camino elegido es el correcto y sigue teniendo sentido.

Porque frente a la incertidumbre, elegimos la palabra. Frente al ajuste, la organización. Y frente al intento de acallar, la convicción de seguir contando lo que pasa.

Gracias por estar. Nos encontramos el año que viene.