Todas las triquiñuelas que utilizó el gobierno para dotar de tranquilidad al mercado cambiario no impidieron una suba del dólar, que cerró la semana a $ 1195 en el mercado mayorista y a $ 1209 en los bancos, con alzas semanales de 5,1 y 4,5% respectivamente. Al cierre del mes, la cotización redondeó un 10% de incremento con relación a la del 11 de abril, la última rueda previa al abandono de la tablita de ajustes diarios.
Tales fluctuaciones están previstas dentro de la banda de flotación establecida, de entre 1000 y 1400 pesos. Sin embargo, las autoridades se sienten más cómodas con una paridad más cercana al piso que al techo de esa franja. En el Palacio de Hacienda consideran que la cuestión cambiaria no sólo colabora con la reducción del índice de inflación sino que es una de las tres anclas del programa económico, junto con la política monetaria y el ajuste fiscal.
Ante esa situación, en un extraño giro ideológico de los mentores de la dolarización, el gobierno sacó a la luz una variedad de maniobras (legales, por cierto) para defender el peso. Una fue la intervención en los mercados de futuros. Según información oficial del Banco Central, a fines de abril la entidad tenía vendidos contratos para el mes de diciembre por un equivalente a U$S 409 millones. Esos contratos, que sirven para dar previsibilidad a un valor determinado (la contraparte abona y/o cobra la diferencia con relación a la cifra pactada), buscan fijar las expectativas del mercado.
Hay quienes sospechan que la larga mano del BCRA estuvo detrás de la intensificación de esa operatoria en mayo: el miércoles 8 se negoció un monto récord de más de U$S 4200 millones, de los cuales U$S 650 millones fueron para fin de año.
De manera más inmediata, para evitar presión alcista, el Ministerio de Economía emitió un bono en pesos que se suscribió en dólares. El objetivo era que los interesados (mayoritariamente fondos de inversión extranjeros previamente contactados) entregaran sus divisas directamente al gobierno, para evitar que este tenga que salir al mercado oficial a conseguir divisas, que le son necesarias para cubrir los vencimientos de bonos de julio por U$S 4300 millones de dólares.
El favor de los fondos amigos no fue gratis: el Tesoro debió aceptar un interés de 29,5% anual.
En esa misma línea se inscribe la reticencia del Banco Central a comprar dólares, a pesar de la necesidad de sumar reservas para cumplir con un mandato explícito del Fondo Monetario Internacional. En el acuerdo celebrado en abril pasado, el organismo instó a realizar “compras en el mercado cambiario dentro de la banda, consistentes con el objetivo de acumulación de reservas”.
A pesar de la clara recomendación, el propio presidente Javier Milei aseguró, una vez suscripto el acuerdo, que “no se va a intervenir hasta que (el dólar) toque el piso de la banda. Esto es, hasta $ 1000 no se compra”.
Señales de desequilibrio
El esfuerzo del equipo económico en mantener un tipo de cambio barato, que incentive el carry trade (la llegada de capitales extranjeros para hacer diferencia con la tasa en pesos) y evite dolores de cabeza en cuanto a la inflación, se choca de frente con las diferentes señales de la economía real, que sugieren un evidente desequilibrio en el mercado. Esto agudiza la salida de divisas. A saber:
• La fuerte caída del superávit comercial. En abril, el Indec reportó una suba interanual de 37,3% en las importaciones. En el primer cuatrimestre el saldo positivo de la balanza fue de U$S 1265 millones, apenas la quinta parte de los U$S 6208 millones del mismo período de 2024. La llegada de bienes de capital e intermedios, utilizados en el proceso productivo, perdió participación en favor de los bienes finales o de consumo, que subieron 77,7% interanual.
• El déficit en la cuenta corriente del Banco Central. Según el balance cambiario de abril, ese registro que abarca la entrada y salida de divisas no sólo por bienes sino también por servicios dio un resultado negativo de U$S 636 millones. Es el undécimo mes consecutivo en que el saldo se tiñe de rojo. El acumulado del período enero-abril dio una salida de U$S 5197 millones (ver aparte).
• El récord de viajes al exterior. En abril hubo 881 mil argentinos que salieron del país, el doble de los 418 mil que entraron como turistas. Según el economista Martín Polo, la salida de divisas del Banco Central para atender los viajes y consumos en el exterior se triplicó con relación a 2024 y alcanzó entre enero y abril los U$S 3613 millones. Como comparación, el saldo de la balanza energética, que creció fuertemente a partir de la habilitación del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner, fue de U$S 2404 millones en ese período. “A diferencia del año pasado, hasta ahora Miami le gana a Vaca Muerta”, señaló con humor. «
El preocupante fantasma del estallido macrista
El Banco Central publicó su balance cambiario de abril, que arrojó un déficit de cuenta corriente (importación y exportación de bienes y servicios) de U$S 636 millones. La cuenta financiera, que incluye las transferencias de capital, dio un superávit de U$S 14.180 millones, básicamente sustentado en los préstamos del FMI (U$S 12.396 millones) y otros organismos internacionales.
Un resumen preparado por la consultora Equilibra encontró preocupantes similitudes entre las cifras actuales y las de abril de 2018, cuando explotó el esquema armado por el macrismo y comenzó la salida de capitales que terminó en una oleada de devaluaciones.
«El déficit de servicios se profundizó y llegó a los U$S 1161 millones, principalmente motorizado por un saldo negativo de turismo -viajes, transporte y otras compras con tarjeta- de U$S 863 millones (similar al rojo de abril de 2018, U$S 865 millones). Los egresos por turismo fueron U$S 1125 millones, acercándose al récord de abril 2018 (U$S 1299 millones a valor actual)», dice el texto.