En un discurso con aires fundacionales ante altos oficiales de las Fuerzas Armadas de EE UU, dio carta blanca para la barbarie militar.

El martes pasado, Hegseth dio un discurso ante unos centenares de generales estadounidenses en la base naval de Quantico donde les planteó una nueva cruzada. Esta vez, para recuperar las glorias perdidas desde que en 1947 se cambió el nombre de la dependencia que dirige desde el 20 de enero a Secretaría de Defensa. Así explicó el regreso a aquella denominación histórica que había tenido desde la independencia: Departamento de Guerra.
El jefe del Pentágono atribuyó esta decadencia militar de EE UU a décadas de “wokismo”. O sea, de ser políticamente correctos. “No más caminar sobre cascaras de huevo”, les dijo a los altos oficiales. “Sí, pueden atacar como tiburones, pueden maldecir, pueden poner las manos encima de los reclutas”, avisó. “Luchamos para ganar. Desatamos una violencia aplastante y punitiva sobre el enemigo. Tampoco luchamos con reglas de combate estúpidas. Damos carta blanca a nuestros combatientes para intimidar, desmoralizar, perseguir y matar a los enemigos de nuestro país”, detalló.
Otras perlitas de su disertación, en la que destacó que los integrantes de las Fuerzas Armadas no pueden estar excedidos de peso, ni usar barba, ni carecer de entrenamiento duro. “En esta profesión, se sienten cómodos con la violencia para que nuestros ciudadanos puedan vivir en paz. La letalidad es nuestra tarjeta de presentación y la victoria nuestro único objetivo aceptable”. El speech está disponible en inglés acá: https://www.war.gov/News/Transcripts/Transcript/Article/4318689/.
Un detalle a tener en cuenta es que al inicio de su mensaje Hegseth había recurrido a una frase del escritor latino Flavio Vegecio Renato, si vis pacem, para bellum, que tradujo “quien quiere la paz debe prepararse para la guerra”. El atlético cruzado explicó que el lema databa del cuarto siglo de nuestra era y ya había sido utilizado por el primer comandante en jefe del Ejército y primer secretario de Guerra, el mismísimo George Washington.
Lo que no dijo el hombre, quizás porque eligió no verlo, es que esa máxima, esbozada por Vegecio en Epitoma Rei Militaris, (Compendio de asuntos militares) -uno de los primeros tratados de estrategias bélicas- es efectivamente del siglo IV, cuando la poderosa y arrogante Roma se adentraba lentamente en su decadencia, la que se profundizaría poco después, en 476, con la caída del Imperio Romano de Occidente, cuando el pequeño y fugaz emperador Rómulo Augústulo fue depuesto por el líder germánico Odoacro.
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