Pasaron diez años de aquella primera movilización que llenó las calles del país al grito de “Ni Una Menos, vivas nos queremos”, una expresión masiva contra las violencias de género y sus manifestaciones más extremas: los femicidios, travesticidios y transfemicidios. Hoy sabemos que aquel día fue el inicio de una época que podríamos definir de la siguiente manera: nosotras, nuestra generación, nos hacíamos feministas. Recorríamos la militancia social, política, sindical. Así, íbamos tomando conciencia de las desigualdades de género y, en ese proceso de concientización política, nos hacíamos feministas. El cambio de paradigma que inauguró aquella movilización es que ahora las pibas nacen feministas. En otras palabras, tienen a mano, desde muy pequeñas, las herramientas simbólicas y materiales que les posibilitan reclamar planos reales de igualdad en su vida cotidiana: en la familia, la escuela, el deporte, la religión y todos los ámbitos en los que habitan.

Una piba del secundario me hablaba con suma naturalidad del espacio de género del centro de estudiantes de su escuela, suponiendo que siempre los hubo, y sosteniendo que no se imaginaba la organización estudiantil sin un ámbito de esas características. Bueno, yo le recordaba que, hasta no hace mucho tiempo, eso no ocurría. Entonces, este cambio de época respecto al reconocimiento de las desigualdades de género trae aparejado, a la vez, la convocatoria a luchar por una sociedad y un futuro más igualitario para todas las personas.

Definitivamente, el 3J del 2015 fue un momento bisagra porque logró conmover el “sentido común” machista con el que convivíamos. Permitió retomar la articulación de las luchas más allá de las fronteras del país. Los símbolos y las consignas se expandieron por toda la región y a escala global. De hecho, el lema “Ni Una Menos” y el pañuelo verde del aborto legal hoy pueden verse en muchos países del mundo.

Las violencias extremas que se pusieron en primer plano también visibilizaron aquellas más cotidianas y “normalizadas”: la brecha de género salarial, los trabajos de cuidado no reconocidos ni valorizados, los estereotipos de género. También se hizo visible la violencia machista en el deporte, los medios de comunicación, la academia, los partidos políticos, los sindicatos. Se puso en evidencia que la violencia de género está en todos los sectores e ideologías. La cita bíblica bien podría reescribirse en esta clave: El que esté libre de machismo, que tire la primera piedra.

Es fundamental situarnos hace una década atrás: Ni Una Menos sucedió al calor de un momento de reconocimiento y ampliación de derechos. Teníamos Asignación Universal por Hijo (AUH), moratoria previsional, Ley de Protección frente a la Violencia de Género, Matrimonio Igualitario, Ley de Identidad de Género, Ley de ESI, un programa de salud reproductiva que ya tenía diez años, así como la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que ese año también cumplía diez años y que hace pocos días cumplió dos décadas. Se habían creado cinco millones de puestos de trabajo formal, los programas sociales no llegaban a 200 mil titulares, teníamos programas como el “Ellas Hacen” que formaba y organizaba a mujeres que atravesaban situaciones de violencia.

Estos diez años llegan en un momento crítico a nivel local, regional y mundial. Hoy necesitamos dialogar con distintos sectores porque este sistema de privilegios para pocos que impone el gobierno de Milei, y que  también es profundamente patriarcal, ataca a diversos espacios y grupos sociales: a jubilados y jubiladas, trabajadores y trabajadoras, lesbianas, trans, travestis, gays, a la representación sindical y los derechos laborales, a los derechos humanos, a periodistas, artistas populares. Y más, muchos y muchas más.

Estamos en un momento de fuerte ataque a la institucionalidad democrática. Se gobierna por decreto, llevándose puesta la Constitución Nacional para efectivizar políticas que deterioran la calidad de vida de las mayorías, junto con una fuerte embestida conservadora. En términos sociales, este gobierno atrasa más de cien años y promueve la aniquilación de quien piensa distinto. Basta mencionar el festejo con que, días atrás, el ministro de Justicia Cúneo Libarona anunciaba la desarticulación de las políticas públicas que todavía quedaban relacionadas con la garantía de los derechos de mujeres y diversidades.

A nivel provincial, desde el Ministerio de Mujeres y Diversidad seguimos trabajando en la promoción de la igualdad y abordaje integral de las violencias de género. Cuando se creó, en diciembre de 2019, había 65 áreas de género municipales y ahora hay 133 de 135 municipios. El año pasado en la provincia de Buenos Aires se recibieron más de 200 mil denuncias en el marco de la Ley Nº 12.569 de violencia doméstica familiar. Frente a los y las funcionarias nacionales que nos quieren hacer creer que la violencia de género no existe, los datos son contundentes, de la misma forma que lo es la obligación irrenunciable que tiene el Estado de estar presente y dar respuestas. Cuando recorremos las ciudades, desde las más pequeñas hasta las más grandes, la demanda sigue siendo que el Estado esté, que no se retire, que llegue con mayor alcance, que ampliemos. Para nada nos encontramos con resistencia a nuestros programas, al contrario, hay aceptación y ganas, incluso en distritos gobernados por fuerzas de otro signo político.

La demanda urgente del momento es la articulación de las luchas. Por eso es tan importante que la asamblea de Ni Una Menos haya decidido que la marcha por los 10 años sea el miércoles 4 de junio para unirla con la que realizan las y los jubilados todas las semanas frente al Congreso para reclamar una mejora en sus ingresos, que hoy no cubren ni la mitad de la canasta básica.

En este escenario, hay que movilizarse con el mismo espíritu que reinó el pasado 1 de febrero en la Marcha del Orgullo Antifascista y Antirracista. Tenemos que seguir defendiendo la democracia, gritando bien fuerte que las personas importamos, que nadie sobra y que, como ya sabemos, “nadie se salva solo” y “lo viejo funciona”. En este caso, nuestros jubilados y jubiladas están acompañadas y la clásica convocatoria a la movilización callejera sigue funcionando. Sigamos haciendo comunidad en las plazas para decir, como hace diez años: vivas, libres y desendeudadas nos queremos. «