Muy pronto nos dimos cuenta que nada iba a quedar en pie para nosotras. Tan pronto nos dimos cuenta que nada iba a quedar, que la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados de la Nación adquirió un rol clave, crucial: era, para principio de 2024, el único espacio institucional a nivel nacional que tenían las mujeres, lesbianas, travestis y trans.

Desde 2015, los feminismos populares y masivos hemos avanzado en dos sentidos en relación a los espacios sociales e institucionales. Ganamos terreno en espacios históricos (e históricamente negados para todxs lxs que no somos masculinidades hegemónicas CIS) donde nuestra aparición e irrupción transformó en cierta medida las estructuras patriarcales en las que estaban fundados.

Sin ir más lejos, la composición de los espacios legislativos. Hijas de la ley de cupo y madres de la paridad, demostramos que el feminismo construye de otro modo. Colectivo, sin autoritarismos, sin crueldad, haciendo de la escucha nuestro método, de las redes solidarias la estrategia primaria y creando nuevas formas de organizar el poder. Siempre orientadas por un transfeminismo que busca la justicia social y la autonomía de los proyectos de vida.

Pero además, como toda fuerza transformadora, no nos hemos contentado con irrumpir en la arena pública, en ganar lugares en los espacios de poder donde estábamos impugnadxs o discutir los roles socialmente asignados. Como fuerza que nos excede y nos mueve (no es gratuita la idea de marea verde, nuestra lucha es un oleaje ancestral contra el patriarcado), hemos inaugurado nuevos espacios sociales e institucionales. Podríamos decir que estos espacios, como la Comisión, llegaron para reparar deudas históricas y a reconocer (y garantizar) el derecho político de quienes faltan en la política.

Desde su creación, la comisión que me ha tocado presidir por tres constituciones hasta este año, trató leyes históricas: Aborto Legal, Cupo Laboral Travesti Trans y Ley Olimpia. Pasaron más de 300 expertxs, especialistas, militantes, activistas y profesionales. Convertimos la Comisión en un espacio humano y abierto para todxs, un espacio de resistencia y construcción, donde todxs estuvieron invitados y donde todxs pudieron tomar la voz pública e institucional de manera oficial (muchxs por primera vez en su vida). Hicimos del Congreso Nacional un lugar profundamente transfeminista, un mundo donde podían tener su lugar todos los mundos posibles.

El achicamiento del Estado ejecutado por el gobierno nacional desde que asumió tuvo entre sus objetivos prioritarios a las áreas de género y diversidad. Por supuesto que el Ministerio que representaba a mujeres, lesbianas, travestis y trans fue el primer apuntado. De hecho, el propio presidente en su rol de candidato hizo campaña pregonando la eliminación de un espacio institucional que daba reconocimiento y lugar en la vida estatal al feminismo.

Sin embargo, también se desmantelaron las áreas de género en el resto de los ministerios y organismos del Estado Nacional. Es decir, esa red intersectorial que habíamos logrado trazar sobre el organigrama había desaparecido, había sido eliminada. El resultado: millones de personas víctimas de la violencia y de la desigualdad por motivos de género quedaban a la intemperie.

El proceso de desinstitucionalización iniciado en 2024, tras la disolución del Ministerio y la transferencia de sus competencias a dependencias de menor jerarquía, es brutal y se tradujo en una desaparición de la presencia de la agenda feminista en la gestión nacional. El desmantelamiento de los espacios de género significó una degradación en la capacidad estatal para coordinar políticas de igualdad, la pérdida de información pública y la interrupción de programas estratégicos.

Si algo aprendimos, es que necesitamos crear nuestras propias herramientas. Por supuesto que es preciso apropiarnos de los instrumentos que tienen poder en la sociedad y en la transformación social, pero sobre todo inventamos nuestras propias armas políticas. Llevamos la memoria positiva de las luchas de nuestrxs antecesorxs y somos parte de un linaje (somos eslabones de esa linaje) en busca de la igualdad y la libertad para todas las identidades y formas de habitar el mundo.

Hoy tenemos el desafío de pensar una nueva estatalidad feminista y de género. Una nueva estatalidad que sea una autentica herramienta de transformación, que nos permita, cuando volvemos a ser gobierno, ser más eficientes en nuestras prácticas.

Nuestros espacios fueron destruidos y fuimos perseguidas a través de ataques sistemáticos. ¿Pero saben qué? Me parece que justificar nuestra presencia es entrar en la lógica argumentativa del machismo. Les propongo invertir los términos.

No hay democracia plena sin la participación de las mujeres, lesbianas, travestis y trans. No hay calidad política sin nosotrxs y sin espacios para nosotrxs. ¿De qué orden, de qué calidad y tenor, puede ser una vida política que bloquea la representación de todas las identidades que no son masculinidades CIS?