Las manos contra la pared, las piernas flacas, bien separadas.

-¿Ese es tu bolso? Exhibime lo que tenés -le ordena un policía de la Ciudad a un joven que acaba de detener sobre la calle Olavarría, en el barrio porteño de La Boca.

La bermuda azul de Boca se estira a medida que el joven arquea sus piernas. La chomba del xeneize de igual color y una visera negra completan su vestimenta. El oficial exige que le muestre qué tiene en su bolso deportivo. El detenido obedece. Es la noche del viernes 5 de diciembre y en La Boca el operativo de la fuerza porteña dura algunas horas. Hay más detenciones: la mayoría de los jóvenes que pasaban casualmente por esa calle. Todos visten igual: prendas del club de la ribera y zapatillas deportivas. El video de esas requeridas aparece en las redes sociales del Ministerio de Seguridad porteño. “Saturación en La Boca: desplegamos un operativo fuerte en el barrio”, se describe en la publicación.

En las imágenes las autoridades porteñas no aclararon si todos los jóvenes que aparecen cometieron algún delito. La visera, el bolso deportivo, la bermuda, las zapatillas: el estereotipo delincuencial porteño que esa noche la policía persigue en La Boca lleva consigo una orden, pero sobre todo un marco teórico: el Manual de procedimientos y técnicas policiales que se da como material de estudio en el Instituto Superior de Seguridad Pública (ISSP).

La Unidad 2 sobre descripción criminal del manual de 368 páginas al que accedió el Mapa de la Policía, y que se enseña en el primer año de la carrera para aspirantes a oficiales de la Ciudad, muestra -a través de una imagen puntual- los elementos que el futuro efectivo deberá tener en cuenta a la hora de identificar o perfilar al posible sospechoso de un delito.

Portación de cara: la educación de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires

Los estereotipos de la policía

La ilustración elegida es la de un joven con visera, bermudas, zapatillas y un bolso, todo de la marca Nike. Lleva puesta una campera deportiva, con un tatuaje en una mano y un revólver en la otra. El ejemplo del estereotipo delincuencial del manual de técnicas policiales además viene con sus complementos: la camiseta de Boca, el único club del fútbol argentino que aparece.

“Entonces, identificar es descubrir en un ser o elemento determinado estas particularidades difícilmente variables y que los diferencian de los demás, para fijarlas en forma permanente, y luego poder reconocerlo y confrontarlo cuando sea necesario”, señala el manual obligatorio que se enseña en el ISSP, al menos, desde el 2020.

En la Unidad 16 del material obligatorio, referida al correcto procedimiento en los allanamientos, la ilustración del delincuente a capturar se repite: una persona armada, con bermuda de jean, gorra y de piel morena, aguarda detrás de una puerta.

Los allanamientos durante los operativos de saturación en los barrios del sur de la ciudad, como La Boca, Barracas y Pompeya, son cada vez más frecuentes por parte de la fuerza liderada por Maximiliano Piñeiro, actual secretario de seguridad porteño.

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Esto no es La Boca

Cuatro patrulleros de la policía porteña aceleran en fila por la avenida de Los Lagos, en la localidad de Tigre, al norte del conurbano bonaerense. Las palmeras frondosas que se levantan a sus costados, junto a los edificios espejados a la vera del río, no distraen a los oficiales, acostumbrados más al cemento de Capital Federal que a las postales fluviales de la zona norte del conurbano.

La orden de allanamiento que llevan la tarde del 22 de agosto los conduce hasta la avenida de Los Lagos 3115, entrada principal de La Isla, el barrio más exclusivo dentro del country Nordelta. Las casas que deben revisar los efectivos son las de Emmanuel y Jonathan Kovalivker, hermanos y dueños de la droguería Suizo Argentina.

Días atrás, los hermanos habían sido involucrados en la causa por el supuesto pago de coimas que reveló el despedido Diego Spagnuolo, extitular de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). Los oficiales bajan de los móviles y llegan hasta la entrada. Las mansiones del técnico del Atlético de Madrid, Diego Simeone, y del empresario y creador de Nordelta, Eduardo Costantini, no se ven desde la alargada garita de seguridad. Apenas se divisan algunas casas detrás.

andis

Desde otro sector de La Isla, Ariel De Vincentis, jefe de seguridad de Nordelta, le ordena a los guardias de seguridad que los policías no ingresen, aun cuando exhiban la orden del fiscal federal, Franco Picardi. Mientras los oficiales protestan en la entrada, al volante de un Audi S3, Jonathan Kovalivker deja atrás el exclusivo barrio para otra salida y se da a la fuga. Su hermano Emmanuel también intentará huir en otro auto, pero sin la misma suerte. Los efectivos porteños reaccionan tarde, pero logran cortarle el paso.

En los asientos traseros, Emmanuel llevaba un total de 266 mil dólares y 7 millones de pesos. En el manual no hay sugerencias ni teorías sobre cómo resolver un allanamiento de este estilo. De las 70 viviendas allanadas en La Boca y Pompeya no poder ingresar a una sola casa en el paraíso de los carpinchos.

“No creo que haya discriminación o una doble vara con las ilustraciones o el procedimiento del manual”, admite Gabriel, un policía porteño de 23 años que prefiere no revelar su identidad. Estudió con ese manual los dos primeros años de la carrera en el ISSP, que terminó en 2023. Gabriel trabaja en la zona del Bajo Flores como policía de calle, entre otras tareas. Allí, afirma, la mayoría de los detenidos se ven igual a la imagen que ilustra el material obligatorio de la carrera.

«Es la realidad. En la calle vemos eso –aclara–. Pero el manual a lo que apunta, entre otras muchas cosas, es a tener herramientas para describir e identificar al sospechoso cuando no lo vemos. Sea a través de un testigo o por un aviso de la radio».

Detener a un ciudadano inocente que lleva ropa deportiva y que coincide con la descripción de un testigo -explica el policía porteño- es un riesgo que, muchas veces, decide tomar: “En caso de que no tenga nada que ver se le pide disculpas a la persona demorada y se le explica la situación. Pero nuestro deber es llevar a cabo la tarea policial”.

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El margen de error

El 3 de octubre el actor “Osqui” Guzmán denunció a través de un video, que había sido demorado y agredido por un oficial de la Policía de la Ciudad que lo había confundido con un “peligroso ladrón peruano”. El episodio, que transcurrió en las afueras de la estación Dorrego de la línea B del subte, luego de que las cámaras de reconocimiento facial identificaran erróneamente al actor, dejó en evidencia el margen de error al que está expuesta la ciudadanía.

“La mayoría de las personas que demoramos o detenemos se visten con ropa deportiva –retoma Gabriel–. A nosotros no nos interesa la vestimenta, sino prevenir y cesar el delito”. Y arriesga: “Quizás mañana la mayoría de los delincuentes usan camisa y pantalón de vestir, pero hoy no es lo que vemos en muchos barrios”.

Para Ariel Larroude, abogado y director del posgrado de política criminal de la Facultad de Derecho de la UBA, las ilustraciones y el contenido del manual no son el verdadero problema de la policía porteña. “Lejos está la Ciudad y la Argentina de investigar, prevenir, conjurar y reprimir el delito complejo que sigue creciendo sin parar”, advierte el analista criminal.

La mayor parte del trabajo policial, continúa Larroude, hoy está destinada a conflictos callejeros, delitos contra la propiedad y reyertas urbanas. «Eso se explica no solo en estos manuales, sino también en la investidura policial: gente entrenada esencialmente, vestida de borcegos, tonfas y pistolas. Así se entiende por qué la dirección de estas agencias recae sistemáticamente en los sectores vulnerables», puntualiza el abogado, quien fue director de política criminal del Ministerio de Seguridad de la Nación entre 2019 y 2023.

La persecución policial a un barrio particular de la Ciudad, recalca el abogado, no debe significar “una mirada más permisiva» de la criminalidad: «Hay que ser duros con el delito y duros con las causas que lo generan. Sin embargo, mientras sigamos enfocados en el delito callejero, vamos a seguir haciendo la vista gorda frente a la criminalidad compleja, siendo este el entramado delictivo que más nos debe preocupar de cara al futuro».

La fuerza de las palabras

Una especialista en temas de seguridad, con diez años de experiencia en el Ministerio de Seguridad de la Nación, analizó en off el manual de técnicas y procedimientos policiales del ISSP, a pedido del Mapa. Entre algunos puntos, destacó una serie de “conceptos preocupantes” en cuanto a la formación inicial de los oficiales porteños.

En el apartado sobre “lenguaje adecuado y técnicas de expresión verbal”, el manual sugiere “tener el arma lista, evaluando la posición más adecuada» para cada situación. “Esto es gravísimo. Da a entender que siempre tienen que estar preparados para disparar y no es así. Ante una situación de violencia de género o al tratar con una persona con una crisis de salud mental no deben”, advierte.

En el “uso correcto del lenguaje policial”, el material ofrece a los futuros agentes una tabla con palabras “permitidas”, “prohibidas” y “alternativas” para referirse a distintas personas. Por ejemplo, indica la tabla, “negro o villero” son adjetivos prohibidos. Su uso correcto sería: “indigente o persona en situación de calle”. Y su alternativa: “Humilde persona necesitada de ayuda social”.

“Es gracioso, porque la mayoría de las personas que viven en barrios populares tienen trabajo, en blanco o en negro, pero son trabajadores”, sostiene el exintegrante del Ministerio de Seguridad.

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En la sección dedicada a la “disuasión” en conflictos urbanos, el manual la define como el “proceso de inducir a una persona, a un grupo político o a un gobierno a no proseguir la realización de una acción que había sido estudiada o planeada”.

“La policía no debería ‘disuadir’. Son el brazo armado del Estado y depende de un gobierno político. Esto los pone por fuera de sus mandos naturales», asegura.

En otro capítulo, se señala que “la policía contribuye a mejorar la prevención y la seguridad al participar en asociaciones locales de prevención de la delincuencia”. En ese sentido, el peligro reside en que se utiliza para recopilar información o hacer tareas de inteligencia ilegal, espacios donde la Policía no debería estar involucrada.

El manual al que accedió el Mapa de la Policía contiene varias aristas llamativas que lejos de enseñarles a los oficiales a trabajar más allá de los sesgos, se los refuerza. Queda la pregunta sobre cómo contrarrestar acciones injustas por parte de las fuerzas de seguridad en la calle, fuerzas de seguridad de las que cada vez tenemos más información sobre su educación y que, además, reciben el aval político para la violencia. Y, al mismo tiempo, se perfila una posible respuesta: la observación en la calle, el registro de actos injustos y la articulación con organismos para su fiscalización.

*Artículo publicado originalmente en el Mapa de la Policía