Las elecciones presidenciales en el país más grande del mundo con once husos horarios se celebraron durante tres días el 15 al 17 de Marzo para facilitar la asistencia de los electores que pudieron optar por la votación en papel o electrónicamente.

Asistieron muchos millones de votantes en la patria de Tolstoy, Dostoievski, Chejov, Gogol, Pushkin, Maiakovsky, Evtushenko y tantos otros genios de la literatura universal, nacidos en esa fecunda e inmensa geografía. Fracasaron los intentos del occidente colectivo de frustrar o empañar esas elecciones haciendo que el gobierno de Volodímir Zelensky  lanzara operaciones terroristas  en las provincias fronterizas. En ellas ganó ampliamente Vladimir Putin, nacido en San Petersburgo, antes Leningrado, ciudad ligada a dramáticos clivajes de la historia rusa.

Abogado, miembro de la K.G.B. que testimonió la implosión de la URSS, ha dedicado su vida al servicio de su patria combatiendo a los separatistas chechenos, liderando en el siglo XXI el renacimiento de Rusia en lo militar, económico, social e internacional, develando la hipocresía occidental que uso los acuerdos de Minsk para incumplirlos y armar a Ucrania para desatar una guerra, según confesión de Angela Merkel.

Putin también luchó por la desnazificación de Ucrania, contribuyendo a la sustitución del orden internacional de “patrones y empleados” por un orden multipolar basado en la igualdad real de todos los estados.

Hoy Rusia es la primera economía de Europa, la potencia estratégico-militar más avanzada del mundo y Putin el más odiado líder para los jefes de estado del occidente colectivo.

El 9 de Marzo de 2024, a propósito de los dramáticos sucesos argentinos, la escritora Sandra Russo publicó un artículo en el Página 12 de Buenos Aires donde procura sintetizar en 11 principios la teoría del jerarca de la propaganda de nazismo hitleriano  Joseph Goebbels cuyo cínico y maligno talento quedó sintetizado en la frase: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.

Foto: AFP

En este análisis aplicamos esos 11 principios sistematizados por la escritora argentina para radiografiar la rusofobia de los medios occidentales en la actual circunstancia histórica.

El primer y segundo principios son la creación simplificadora de un enemigo único y el contagio para que todos los enemigos sean subsumidos en uno.  La instrumentalización de esos principios lo han sentido el pueblo ruso y su presidente. Las miles de sanciones occidentales impuestas se hacen para infligir una derrota estratégica a la nación que liberó a Europa del nazismo. También se aplicó este principio denominando a la liberación del Donbass, habitado por ruso parlantes, como” la guerra de Putin”.

El tercer principio es la transposición, que consiste en cargar sobre el enemigo sus propios defectos. Occidente colectivo se vanagloria siempre de ser adalid de la libertad de expresión, comunicación y difusión. En Europa y Estados Unidos están oficialmente prohibidos los medios rusos como R.T. y Sputnik porque difundir otros puntos de vista es subversivo contra el relato único que los jerarcas de Washington y Bruselas quieren imponerle al mundo sobre los acontecimientos internacionales. Gonzalo Lira, periodista norteamericano de origen chileno, murió por torturas en una cárcel de Ucrania por informar objetivamente las coyunturas desfavorables para Ucrania en la guerra. Julián Assange, australiano, está amenazado de morir en una cárcel de Estados Unidos donde lo esperan 175 años de prisión por develar en WikiLeaks las atrocidades de la intervención de EE UU en Medio Oriente.

 El Sur Global, incluyendo Latinoamérica, se niega a someterse a este neocolonialismo informativo que lo quiere subyugar en el siglo XXI. El cuarto principio es el de la desfiguración, para convertir cualquier hecho anecdótico en una amenaza. Cuando el presidente de Rusia dice que para su país es preferible la reelección de Joe Biden porque es predecible o acepta una entrevista de un periodista norteamericano, partidario de Donald Trump y echado de Fox News, como Tucker Carlson, es acusado de intervenir maliciosamente en la campaña electoral de Estados Unidos.

El quinto y sexto principio son los de la vulgarización y la orquestación de pocas ideas que implica que el relato y los mensajes deben tener como destinatario el público de menor coeficiente intelectual. El trasfondo nazi-fascista de ese principio es claro porque supone que las mayorías en el siglo XXI son tan manipulables como figuras de plastilina. Despreciables subhumanos como fueron los judíos, los gitanos y los eslavos para Adolf Hitler y Goebbels.

Medios de comunicación masivos repiten diariamente que Rusia y su presidente prepara una agresión a Europa sin aportar ninguna prueba de semejante propósito. Lo único meridianamente claro es que quienes  dicen eso favorecen una carrera armamentista europea, a costa del bienestar de sus ciudadanos que ven diariamente deteriorarse su nivel de vida.

El séptimo principio es el ritmo de repetición para aturdir al enemigo de modo que cuando éste responda ya haya otro tema en la agenda mediática. Emmanuel Macron, banquero de los Rothschild, que tienen  inversiones financieras en Ucrania, se erige en una suerte de imitador de Napoleón Bonaparte en el siglo XXI y pide que la intervención europea en Ucrania no se auto limite y que pueda incluir oficialmente tropas. Olaf Sholz, canciller de Alemania, dice que no entregará misiles Taurus a Ucrania. Su ministra de Relaciones Exteriores, Annalena Baerboock (además de “no entender” los sensatos y cristianos mensajes pacifistas del papa Francisco) dice que se puede tercerizar la entrega de armas semejantes a los Taurus a través de Inglaterra, partner en “la relación especial” de Estados Unidos en Europa.

Foto: Ludovic Marin / AFP

Militares alemanes no nazis conversan sobre un posible ataque terrorista encubierto al puente que une Crimea con Rusia. La prensa occidental y una comisión parlamentaria alemana nunca condenan el potencial acto terrorista sino la tontería de ser descubiertos con las manos en la masa y para cerrar el asunto dicen que todo es un juego de la inteligencia rusa y punto final, puntos suspensivos diría cualquier analista con dos dedos de frente.

El pueblo ruso y su presidente repiten el mismo mensaje ya conocido a través de la vocera de la cancillería y del vocero del Kremlin: todo armamento que sea entregado para prolongar la guerra con Ucrania será objetivo legítimo de la respuesta militar rusa y que los dignatarios occidentales serán responsables de las consecuencias de sus poses y actitudes de cowboys para una película holliwodense.

El octavo principio es el de la verosimilitud. Consiste en el lanzamiento de globos sonda o informaciones fragmentarias. Las embajadas de Estados Unidos e Inglaterra anunciaron que tenían informaciones verídicas de que el 8 de Marzo habría actos terroristas de grupos extremistas en Moscú y que pedían a sus ciudadanos abstenerse de viajar como turistas a Rusia.

Fue un globo sonda lanzado precisamente cuando la embajadora de Estados Unidos asistía a la cancillería rusa para recibir una protesta diplomática porque su país entregaba dinero a organizaciones rusas para realizar actividades contra su patria.

El noveno principio, de la decodificación, se refiere al silenciamiento de todo aquello que favorezca al enemigo. Por ello los medios occidentales callan que los tanques,  proyectiles,  y demás armas que occidente envía a Zelensky, arde diariamente, como expresión de la derrota anticipada del gobierno títere y sus apoyadores de la OTAN. Y que en una ciudad cercana a Sochi se celebró, en Rusia, el Festival Mundial de la Juventud con 20 mil participantes de 180 países con gobiernos amistosos, neutrales o inamistosos con Rusia, con debates que incluyeron el tema de un orden multipolar.

El décimo y onceavo principio es de que la propaganda para dañar al enemigo debe hacerse sobre la base de prejuicios preexistentes y de que quien recibe el mensaje goebeliano debe pensar que así piensan todos los demás.

La rusofobia es un trauma psícosocial originado históricamente con la separación de la iglesia ortodoxa de la católica, multiplicada durante la Revolución Leninista y mantenida permanentemente, aún después de la implosión de la URSS.

El papa Francisco ha buscado el entendimiento plural entre todas las religiones. Ahora pide a Ucrania y su gobierno  buscar la paz en la mesa de negociaciones, levantando la bandera blanca en una guerra perdida.

Zelensky y su canciller han respondido airada y negativamente. Jens Stoltemberg, jefe de la OTAN, que sirve a los industriales del armamentismo, se ha plegado contra Francisco. Pronto lo harán más líderes  occidentales,  políticos y diplomáticos, dispuestos a servir al complejo militar-industrial sin importarles la vida de los ucranianos que son obligados a pelear en una guerra sin perspectivas para ellos. Francisco será en 2024 la línea divisoria entre los que quieren terminar diplomáticamente el conflicto y los que prefieren seguir derramando sangre de ucranianos, convirtiendo esa sangre en utilidades de la industria militar occidental.

Foto: Filippo Monteforte / AFP

Rusia es una superpotencia multifacética capaz de fortalecerse y vencer como lo hizo hace 80 años al resucitado Goebels y su jefe Hitler. Quienes deben preocuparse son los hispanoamericanos, ante la actitud de los gobiernos de las potencias occidentales que tienen influencia en todos nuestros países. Su fascistización es creciente y  aumentará a medida que declina su hegemonía en el mundo.

Goebbels y sus técnicas siniestras aparecerán en México cuando Claudia Sheinbaum gane las elecciones en junio. Y también en Venezuela en julio, si sus elecciones son normalmente democráticas y pacíficas. Y en Ecuador le seguirán recordando a Daniel Noboa que se negó a entregar material bélico soviético para el conflicto ucraniano y mantuvo plenas las relaciones con Rusia como uno de los mercados fundamentales para las exportaciones ecuatorianas. Y en Centroamérica cuando las migraciones irregulares impulsadas por la falta de oportunidades sigan aumentando. Y en España ante la ley de amnistía a nacionalistas catalanes.

Como escribió el genial León Tolstoy: “Lo más difícil consiste en saber en uno mismo el significado del todo” O como reza un antiguo proverbio ruso: “Decir la verdad es como escribir. Se aprende practicando”.