El paro y movilización de la CGT golpea en la línea de flotación del gobierno, allí donde más le duele.

La enorme minoría constituida por los factores de poder, el llamado círculo rojo, el poder concentrado y por ende, el más reaccionario de todos porque su objetivo vital es conservar el statu quo, respalda ampliamente las medidas adoptadas por Javier Milei. El presidente ultraderechista parece dispuesto a llevar a cabo el programa de máxima del poder, que es romperle el espinazo al movimiento obrero e imponerle una derrota histórica, de esas cuyas consecuencias perduran por décadas y alcanzan al conjunto de la sociedad. Chile podría ser un ejemplo de ello.

Pero ese mismo círculo rojo duda de la capacidad política de Milei para llevar adelante esa tarea, no le satisface la contabilidad de los recursos políticos que ha acumulado. Esas dudas se traslucen en los debates públicos que sostienen referentes y representantes de ese poder concentrado. Se teme abiertamente por la posibilidad de que un fracaso del «a todo o nada» ponga en juego la gobernabilidad y, como en un juego de péndulos, se coloque en el centro de la atención política una opción diametralmente opuesta.

Allí entra el paro y movilización de la CGT. Será un factor en la situación política. Se descuenta que el cese de tareas de 12 horas (arranca al mediodía) será muy fuerte, con impacto nacional, incluso en las zonas de veraneo.

En algunos medios sindicales se especula con que la movilización al Congreso podría concentrar alrededor de un millón de personas. No parece una cifra imposible de alcanzar, más si se tiene en cuenta que a la convocatoria de la CGT de pisar la calle respondieron afirmativamente las dos CTA, la UTEP, los movimientos sociales, sectores del peronismo y los partidos políticos de izquierda. También organismos de Derechos Humanos, organizaciones de defensa del consumidor, de inquilinos y muchos más sectores, incluso patronales golpeadas por las decisiones de Milei que concentran la economía.

El círculo rojo teme por un fracaso de la política de «a todo o nada» que lleva adelante Milei.

La magnitud del paro y la movilización estará en proporción a la combinación de inquietud y bronca que en cantidades poco comunes se han juntado en el estado de ánimo de trabajadores ocupados y desocupados, registrados y no registrados, de la ciudad y de la zona rural.

Si el Congreso aprueba la ley Ómnibus, incluido el DNU, los participantes del 24 podrán querer redoblar la apuesta (fuerza para ello hay) ya que existe conciencia de que se pierde mucho con este programa ultraderechista y se corre el riesgo de avances más profundos de las corporaciones sobre derechos y condiciones de vida de la población.

Y si el paro y movilización colaboran en la derrota de esas iniciativas oficiales, bien podría ser un tonificante de cara a las negociaciones paritarias que se abren en las próximas semanas, a fin de pulsear por la recuperación del poder adquisitivo perdido y ante un escenario de inflación muy elevada a lo largo de este año.

El empuje del paro y movilización podría llegar también a los barrios, donde los vecinos deberán enfrentar la suba sideral de las tarifas de los servicios públicos esenciales. También a los movimientos de jubilados, en lucha por recuperar sus haberes por debajo de la línea de pobreza. El 24 ya se está jugando y su resultado marcará los sucesos políticos, económicos y sociales de los próximos meses.