La cara de Renato Condorí Sangalli comenzó a ser familiar para el gran público a partir de su labor en las dos temporadas de División Palermo. Interpreta a Mario Quispe González, el guardia urbano de nacionalidad boliviana, que sueña con convertirse en una estrella de stand-up.
Pero este hilarante personaje no se parece en nada al actor afincado en La Paz natal, un polifacético artista con un pasado en el que ya ansiaba el reconocimiento popular, aunque desde otra disciplina.
-¿Qué soñabas ser de chico?
-Yo pensaba en ser futbolista. Ese era mi objetivo. Jugaba de lateral derecho en una escuelita de fútbol llamada Santos La Paz. Era la época en que estaban Ronaldinho, un mago del fútbol, mi ídolo; Ronaldo, Zidane, Beckham. Todos esos jugadores maravillosos. Hubiera dado todo por jugar en The Strongest, Boca o River.
-¿Cómo pasaste de ser un aspirante a futbolista profesional a actor?
-No pude seguir jugando por problemas en mi vista: tengo alergia a la luz solar y conjuntivitis. Entonces, el oftalmólogo me dijo que tenía que dejar los botines.

-¿Y cómo nació el actor?
-Al salir del colegio. Soñaba con ser futbolista, pero una película de Bollywood me cambió la vida. Vi Chalte chalte, donde conocí a un actor muy famoso allá en la India llamado Shah Rukh Khan. Terminé llorando y me empezó a nacer esto de la actuación: sentí que necesitaba transmitir emociones y dejar un mensaje.
-¿A qué actores admirás?
-Me enamoré de Al Pacino cuando vi Tarde de perros. Y luego, de Robert De Niro. Con el tiempo me pregunté quién los había inspirado a ellos y me enteré que era Marlon Brando. Me vi todas sus películas y se volvió mi modelo a seguir en lo actoral.

-Además de actuación, ¿estudiaste algo más?
-Hice danza hindú porque me gustaban las películas de Bollywood y porque me ayudaba a soltar el cuerpo en el escenario.
-¿Tuviste otros trabajos por fuera de lo actoral?
-Sí. Fui mesero, vendedor de ropa, mensajero en una imprenta. Muchas cosas hice. Y en la parte final, antes de hacer el casting para División Palermo, trabajaba de guardia de seguridad en un banco.

-¿Alguna de esas experiencias aportó algo a tu formación actoral?
-Todos los trabajos sirven para el actor porque te permiten analizar a la gente, sus movimientos corporales y sus gestos.
-Si tuvieras que elegir uno, ¿con cuál te quedarías?
-Me gustó más el de mesero, porque podía interactuar con la gente. Acá no hay tanta costumbre de dejar propina, entonces había que ganársela. Con ese trabajo pagué mis estudios de actuación.

-En División Palermo, de modo irónico, se ubica a la comunidad boliviana dentro de una minoría a la par de discapacidades físicas. ¿Alguna vez sentiste en carne propia ese tipo de discriminación?
-La primera vez que salí de mi país fue para trabajar en División Palermo. Nunca me sentí discriminado. Incluso me perdí la primera vez que iba a grabar, pregunté en la calle y la gente me ayudó muchísimo. Lo que sí me pasó es que me confundieran con un peruano, porque me decían que hablaba mucho y que los bolivianos que viven en la Argentina son más bien callados.
-¿Hiciste amigos en División Palermo?
-Con Facundo Bogarín, el actor ciego, siempre viajábamos juntos a grabar. También compartí mucho con Valeria Licciardi. Hernán Cuevas, nuestro compañero de talla baja, era el que siempre armaba las reuniones y salidas. Confraternizamos mucho. Con los chicos de División Palermo tenemos un grupo de WhatsApp que se llama “Con olor a Oscar”.

-¿Te entusiasmó trabajar con alguno de los actores en particular?
-Sí, con Daniel Hendler. No lo podía creer porque a mí me gustaba mucho desde que lo vi en la película 25 Watts. En el casting no te dicen con quién vas a trabajar, así que me enteré en la primera escena que grabamos. Vino uno, me dio una mano ortopédica y yo caí; pensé que era verdad, ¡no lo había reconocido caracterizado con el bigote! (risas)
-¿Tenés alguna otra actividad o hobby?
-Me dedico a la composición musical para cine. Ahora lancé mi primer álbum instrumental en Spotify con el seudónimo Ren Consa. Se llama Monstruo interno. Me gusta tocar el violín
y también toco el teclado: empecé recién a los 25 años.

-¿Cómo derivó esa vocación musical en bandas sonoras?
-Cuando hacíamos trabajos en grupo en la carrera de Cine y Producción Audiovisual que estudié en la universidad, siempre ponían música de autor. Yo insistía en que había que hacer música propia y empecé a ponerle sonido a las imágenes.
-¿A qué compositor de bandas sonoras tomás como referencia?
-El que me hizo interesar en la música de películas fue Hans Zimmer con Batman: El Caballero de la noche. Me gustó porque no era la típica música de superhéroes, del tipo “tantataán”. Le ponía música a un Batman que sufría. También me gustan mucho Gustavo Santaolalla y John Williams. Me gustan muchas músicas, pero lo que más me atrae es la de películas. «
