El artista que el próximo viernes 10 de mayo celebra sus 80 años de vida con un concierto histórico en los escenarios del Luna Park es una leyenda viva de la música popular. Es Ruben, porque cuando se autonombra pone el acento en la primera sílaba de su nombre, quizás para evocar la manera en que solían llamarlo en su pobre barrio montevideano de la niñez.

Es Rada, aunque, según él debiera llamarse Silva que es el apellido de su madre, la mujer que se ocupó de él toda la infancia cuando su padre lo abandonó y la única que lo asistía cuando se enfermó de tuberculosis entre los dos y los cuatro años. Pero, para sus amigos, para el público que lo sigue desde hace más de medio siglo es cariñosamente «Negro». Así quiere que lo recuerde la memoria colectiva. «Me da una alegría enorme que me digan ‘Negro’. África es mi verdadera madre patria», afirma.

Pero además es «el Negro» porque preferentemente optó por el candombe –en fusión con el rock desde la emblemática banda El Kinto que formó con Eduardo Mateo a mediados de los años ’70- y el uso del tambor para rendir homenaje y mantener vivo el legado y los ritmos de la sangre que vienen de sus ancestros: los negros que llegaron al Uruguay para que los blancos los convirtieran en esclavos. Autodidacta de enorme talento, el Negro Rada es capaz de fusionar diversos géneros y componer exquisitas melodías y música que a lo largo de la carrera alternaron la experimentación y lo popular.

Las manos y el talento de Rada.
Foto: Edgardo Gómez

Supo crear un amplio repertorio de canciones que, aun desde un humor inocente o desde una aparente trivialidad festejan el carnaval (el tiempo en que la carne vale) y aborda temas dolorosos y profundos como el racismo, la explotación social o el terrorismo de Estado. Para dar tan solo dos de tantos ejemplos, en 1983 cuando aún imperaban dictaduras militares en toda América Latina editó un disco titulado La cosa se pone negra o dos años antes, en «Heloísa» de su disco Rada se preguntaba «Dónde está Heloísa / Dónde está su risa» que podía leerse como una canción romántica o como una metáfora respecto de la desaparición de personas. A su vez, letras como «Blumana», «Flecha verde» o «Dedos» son verdaderos himnos de compromiso social latinoamericano.

Durante toda la entrevista, sin perder su gracia y su picardía, el generoso Rada no dejará nunca de cantar, tararear y hacer percusión con una mesa que oficia de tambor. Así, entrevistarlo supone el lujoso plus de un concierto privado.

–¿Qué expectativas tenés de la celebración de tu aniversario número 80 en Argentina?

–Va a ser una fiesta. No me cabe la alegría en el cuerpo. Es muy importante para mí celebrar en la Argentina porque el público argentino es uno de los más cariñosos del mundo. También hacerlo en el Luna Park que es un lugar de grandes eventos y figuras, y con toda una tradición ligada a lo popular. Y también porque van a venir muchos amigos a cantar conmigo en el escenario. Pero no los puedo anticipar porque sino parecería una especulación para que la gente venga.

–¿Qué canciones elegirías vos, que no deberían faltar en tu cumpleaños número 80?

–Es muy difícil, obviamente, porque son muchas. Pero una canción que nunca falta en mis repertorios es «Las manzanas». Primero porque es la canción a partir de la cual me hice famoso, me empezaron a querer en Uruguay y con la que pude comenzar a comer de manera sistemática (risas). A mí me gusta mucho la balada «Malísimo». También, como no como vidrio, «Terapia de murga” porque se la escribí y dediqué a mi esposa Patricia (risas). Obviamente «Cha cha cha muchacha». (Canta) «Aparte de ti tu boca / Tus labios color de rosa/ aparte de ti tu boca / Amo tu forma de bailar/ Cuando tú das un paso para allá/ Me muevo como una sombra/ Pero si pones tu mano acá / Es cuando muero de placer/ Y todo en mi comienza a arder» (risas). Me encanta la historia de «El viejo» de La Vela (Puerca) porque narra la vida de un tipo que termina en la calle con su perro simplemente porque hay pajaritos que son tan libres que no se los puede encerrar en jaulas por más que se les da el alimento. «Dedos» es de esas canciones disparatadas de Tótem que te hacen volar la cabeza. Tampoco pueden faltar divertidas y pegadizas para grandes y chicos tales como «El orangután» de Chico Novarro, que tristemente falleció el año pasado. «Solo se trata de vivir» es muy pedida por el público. Y tampoco puede faltar esa que dice (canta) «Los muchachos de la barra callejera / que sentimos el candombe bien de bien /nos sentamos a cantar en la vereda /con tambores algún tango de Gardel».

Los primeros tiempos.

–¿Por qué optaste por la fusión de géneros como una estrategia musical permanente en tu carrera?

–El tango, el candombe y la milonga son ritmos de negros. Son todos ritmos que los negros trajeron al Río de la Plata. En mi música, a través de todas las fusiones, trato de defender a esos negros que los cazaban en Angola o Mozambique como animales o que los traían desde Portugal y no sabían siquiera adónde venían. Los negros no teníamos ni apellido. Nos compraba un Pérez y todos éramos Pérez, por ejemplo. Por eso Malcom X se puso así porque no quería ser Malcolm Williams. Él quería un apellido africano. Cuando a los negros los bajan de los barcos, los tiran dentro de un galpón y que se las arreglen como puedan. A nadie les importa y no tienen nada para defenderse. Por eso yo canto: «Biafra estaba muerta / Nadie allí quiso llegar / por unos negros que mueran / a quien le puede importar». Supongo que a algunos negros los habrá salvado el baile, la música y la alegría. A mí también la música me salvó cuando siendo muy joven, no me dejaban entrar a los bailes por negro.   

-Entre el entretenimiento y la crítica social, ¿cuál es la función de la música?

-La función de la música es divertir al pueblo, llegar al pueblo. La música debe entretener y armar una fiesta. No hay nada peor que la gente se aburra. A su vez, a veces se puede hacer música divertida y con compromiso social. Todo disco puede tener muchos hits, mucha diversión, pero necesariamente tiene que haber al menos una canción con mensaje social. Fue el criterio que yo seguí. En todos los discos míos hay al menos una canción que habla de las cosas que pasan en el mundo, de las injusticias. Generalmente son cosas terribles porque en el mundo sigue existiendo la enfermedad del racismo, la pobreza, la discriminación, el hambre de los niños.  

–¿En que época, te parece, que la música de América Latina se volvió más comprometida socialmente?

–Probablemente, en la década del setenta cuando se resistía contra los gobiernos autoritarios militares en América Latina. Con Tótem, en plena época de la dictadura uruguaya había que hacer canciones y que no se dieran cuenta de lo que estábamos diciendo o íbamos en cana.

Rada para niños.

–En estos tiempos en que el neoliberalismo más cruento parece triunfar en toda América Latina y particularmente en Uruguay y la Argentina. ¿Cuál es la función de la música?

–Son tiempos muy sensibles en términos políticos y donde la gente está muy radicalizada. Tiempos en los cuales las opiniones pueden ser mal tomadas o mal interpretadas. Entonces prefiero no hablar directamente de política o referirme a uno o a otro presidente. Lo que sí puedo afirmar es que es un tiempo que se caracteriza por una terrible voracidad de los ricos que se niegan a darle ni un lápiz a los pobres.  Ojalá esa terrible voracidad de los ricos se termine y todos podamos vivir como seres humanos. También ojalá que mucha gente termine de pensar en términos de razas o de clases. Parecería que primero están las personas y luego los negros o las personas y después los bolivianos o las personas y luego los pobres. Por eso mi música siempre busca dar alegría y reivindicar a todos los postergados del mundo. En definitiva, prefiero contestarte esta pregunta con la estrofa de una mis canciones: (canta) «Si cada pueblo tiene un presidente / que por lo menos rime con la gente / cuando el reparto sea más coherente /tendremos un planeta con identidad/ Cuando el amor sea lo más urgente / no tendrá caso la guerra de oriente/ Cuando el racismo no tenga pariente / me sentiré orgulloso de la humanidad. Y también con ésta otra frase de «Biafra»: (vuelve a cantar) «Quiero darle un tirón de orejas al hombre / que piensa en la política y no responde / que están muriendo niños a borbotones”. «


Rada en vivo

El músico uruguayo festejará sus 80 años. Viernes 10 de mayo a las 21 en el Luna Park, Av. Eduardo Madero 470.

En vivo.
Foto: Pablo Porciuncul / AFP




Un recorrido que incluirá a todos los Radas

Artista divertido y carismático, creador de hits musicales, compositor, showman, conductor televisivo de programas de entretenimiento, capo cómico en los archipopulares Telecataplum y El show del mediodía, actor de ficción en Gasoleros, La oveja negra y Porque te quiero así, intérprete de ocho películas y hasta director de cine, Omar Ruben Rada Silva o Ruben o el Negro Rada, el octogenario que nunca dejo ser del todo el niño pobre del conventillo de Montevideo, parece haberse dado todos los gustos. Todos los Radas que son el mismo van a ser evocados en su cumpleaños. Y también, aunque sea de manera indirecta, será recordado su tránsito por el ansiado universo del fútbol.

–De niño querías ser futbolista. ¿Qué sentís cuando algunas de tus canciones son entonadas por las hinchadas?

–Cuando sos niño y pobre, las únicas salidas que ves como futuro son el fútbol y la música. Para mí es un honor y una alegría que mis canciones sean entonadas por las hinchadas porque quiere decir que finalmente llegaste al pueblo. Cuando tus canciones llegan a la cancha es que triunfaste porque es muy difícil llegarle al pueblo. Además, también puedo manguear más guita a los productores (risas). A propósito de eso tampoco puede faltar en mi repertorio «Muriendo de plena», una canción populachera, de cancha, pero que además es un mensaje que me interesa dejar: «Cuando yo me muera / no quiero canto mi pena/ prefiero que se me velen/ bailando una rica plena». Ah y no se olviden que la gente concurra al velorio vestida de rojo y que se beba mucho mucho vino tinto. Y, si no me muero, mejor (risas).

El maestro del ritmo.