El último entrenador que pasó la barrera de los ocho años al frente de la selección argentina en un mismo ciclo es, a la vez, el que dirigió más partidos, el que totaliza aún hoy más años en el cargo y el que ganó más títulos. En dos décadas –entre 1941 y 1958 y luego entre 1960 y 1961–, Guillermo Stábile dirigió en 124 partidos a la selección y ganó seis Campeonatos Sudamericanos (Copa América, en 1941, 1945, 1946, 1947, 1955 y 1957) y el Panamericano de 1960. Tras haber superado en 2024 a César Luis Menotti y a Carlos Salvador Bilardo (79 partidos), los otros entrenadores campeones del mundo con Argentina, Lionel Scaloni (88) se acerca a Stábile (en 2025 elevará la cifra a 92 con cuatro amistosos). Antes del Mundial de Estados Unidos, México y Canadá 2026, Claudio “Chiqui” Tapia, presidente de la AFA, le ofrecerá la renovación de contrato. “No se descarta nada, pero estoy bien acá, muy cómodo. Con el presidente tengo la mejor relación. Si me tengo que sentar a hablar no tengo ningún problema. Seguramente hablaré. No me parecen mal las charlas informales, pero mi foco está hoy en otra cosa”, respondió Scaloni antes de la última doble fecha final de las Eliminatorias.

El paralelismo entre Stábile y Scaloni excede a la cantidad de partidos como técnicos de la selección. Si Scaloni rescató el estilo y la estética de “la nuestra” –la gambeta, el pase preciso, la pisada, el pique y el engaño, el coraje– y prescindió de los dogmas y de la simplificación Menotti vs. Bilardo, Stábile decía en 1942 a El Gráfico: “Las tácticas europeas eran para los europeos. Aquí la psicología del jugador, sus costumbres, los ejemplos que ha tenido, no permiten la implementación de esos sistemas. El dominio de la pelota, la habilidad individual y el don de la improvisación hacen que no encaje ninguna teoría extraña”. Stábile –primer goleador de una Copa del Mundo, con ocho goles en Uruguay 1930– identificaba la esencia del fútbol argentino. Scaloni, Pablo Aimar y cuerpo técnico resaltan “la nuestra” y abrazan la ambivalencia argentina. Scaloni y Stábile perduraron porque supieron “descentrarse” y “adaptarse” después de haber pasado años en el fútbol europeo.

Stábile –figura del Huracán campeón de Primera en 1925 y en 1928, 100 goles en 128 partidos entre 1924 y 1930– asumió la dirección técnica de la selección en 1941, a los 35 años. Había pasado al Genoa de Italia a cambio de 25.000 pesos de la época más un sueldo de 1.500 tras el Mundial de 1930. Luego, entre 1934 y 1935, jugó en el Napoli. Y, de 1936 a 1939, en el Red Star París de Francia, club fundado por Jules Rimet, presidente de la FIFA de 1921 a 1954. En los últimos dos años en el Red Star París, Stábile fue además el entrenador (en el último, logró el ascenso a la primera división francesa). Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, en 1939, regresó a la Argentina y se convirtió en el técnico de Huracán, al que había llegado a los 15 años para sumarse a la Cuarta División después de haber despuntado en Sportivo Metán del barrio de Parque Patricios. Hijo de una familia italiana, por su agilidad y habilidad para escurrirse entre las líneas defensivas –se redescubrió como centroforward luego de haber debutado como wing derecho–, a Stábile lo apodaron “El Filtrador”. Velocista y atlético, había debutado en Huracán en 1924, año del primer concurso de tangos en Buenos Aires. “Stábile fue el primer gran jugador legendario que llevó por el fútbol internacional el nombre de Argentina, convirtiendo al balompié en el gran hermano del ocio que acompañaría al tango de por vida en suelo porteño”, escribió el técnico español Álex Couto Lago en The Tactical Room, en 2013.

Aunque la mayoría replique que había nacido en 1905 (nació en 1906, en Parque Patricios), el 17 de enero pasado se cumplieron 119 años de su nacimiento. En 1926, ya campeón con Huracán –hoy un sector de la platea Miravé del Tomás Adolfo Ducó lleva su nombre–, Stábile le decía a El Gráfico: “El fútbol actual es malo por existir muchos clubes en Primera. Los buenos elementos se confunden con los que no tienen condiciones para la categoría superior”. Eran tiempos de divisiones entre la Asociación Amateurs Argentina de Football y la Asociación Argentina de Football. Al año siguiente, el torneo de Primera de 1927 sería el primero unificado: participaron 34 clubes. Cualquier parecido con la cantidad de equipos en la actual Primera no es pura coincidencia. Irremediable, “los buenos elementos”, como apuntaba Stábile en 1926, hoy también “se confunden con los que no tienen condiciones para la categoría superior”. Es el “anti–Producto”, un fútbol esquizofrénico sin pases ni goles, con jugadores con déficit técnico y fuga de talentos.

Stábile compaginó la dirección de la selección con la de clubes: Huracán (1939/43), San Lorenzo (1940), Estudiantes de La Plata (1941/42), Ferro (1944) y Racing (1945/54). En la Academia logró el tricampeonato de 1949–50–51. Sin Mundiales por la Segunda Guerra Mundial (1942 y 1946) y por el aislamiento del gobierno peronista para evitar arriesgar el prestigio (renunció a Brasil 1950 y a Suiza 1954), la selección de Stábile se adueñó de Sudamérica en los 40 y los 50, “época de oro” del fútbol argentino. Ganó cuatro de los siete Sudamericanos entre 1941 y 1959 en partidos finales ante Brasil (el único tricampeonato de una selección, 1945–46–47). Y victorias ante Uruguay en el Centenario (1943 y 1956) y frente a Brasil en el Maracaná (1957). Años de cracks criollos. Juan Carlos Muñoz, el Charro José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau, de La Máquina de River. Omar Sívori, Rinaldo Martino, René Pontoni, Antonio Sastre, Norberto “Tucho” Méndez, Ernesto Grillo, Oreste Osmar Corbatta, el Bocha Humberto Maschio, Alfredo Di Stéfano, Mario Boyé, Vicente de la Mata y más.

La reclusión interna, el exceso de confianza, la falta de planificación puntual, la ventaja física de los europeos, la ausencia de Maschio, Antonio Angelillo y Sívori, “carasucias” campeones del Sudamericana 1957 que habían emigrado a Italia, chocaron de frente en el Mundial 1958, “el desastre de Suecia”. Stábile y plantel recibieron monedazos a la vuelta en Ezeiza. Los que lo llamaban “Don Guillermo”, ironizó Dante Panzeri, empezaron a llamarlo “señor Stábile”. Renunció. Volvió a la selección en el Panamericano 1960. Y, ya afuera a partir de 1961, fue director de la escuela de técnicos de la AFA y comentarista en Radio Libertad hasta su muerte, el 26 de diciembre de 1966. Mientras era el DT de la selección, Stábile participó en las películas argentinas Pelota de trapo (1948) y Fantoche (1957). Actuó de él: del Filtrador Stábile.

En la plasticidad adaptativa (contracultural) de Scaloni hay similitudes con Stábile, quien, a partir de su “carácter accesible y disponibilidad de talento”, nunca fue “considerado un entrenador al uso, duro y dictatorial, sino dialogante y tolerante”, como lo describe el DT español Couto Lago en The Tactical Room.

En 1954, tras su regreso del Mundial de Suiza (había sido enviado por la AFA en su carácter de “adiestrador único”), Stábile detalló en un pasaje de las seis carillas del “Resumen de las diversas observaciones hechas en cumplimiento de una honrosa distinción”: “Estoy convencido de que se puede establecer un equilibrio entre lo útil y lo vistoso, especialmente cuando se dispone, como nosotros, de tantos elementos de extraordinarias condiciones. No creo que en nuestro país lleguemos a cometer la tontería o el error de disciplinar el juego tan exageradamente con tácticas y sistemas, quitando al jugador la libertad necesaria para mostrar personalidad y creación, virtudes que también son productivas. No por sí solas, exclusivamente, sino unidas a las otras. Pero tampoco esas ‘otras’ –tácticas, sistemas, marcaciones, sobriedad, espíritu de equipo– consiguen transformarse en triunfos importantes cuando falta talento personal. Lo mejor de que disponen los jugadores argentinos son sus recursos naturales. Su genio futbolístico es magnífico y mi opinión a este respecto es terminante”. Es una cita que podría haber sido de Scaloni, el DT que puede “superar” en la selección a Stábile.