La publicación Gatopardo lo llama “el rock star de la filosofía”, “el filósofo de la era millennial” y también “el gran provocador”. Lo cierto es que ningún texto de Slavoj Zizek pasa inadvertido y que el pensador “pop”, como también se lo ha calificado, tiene muy buenos reflejos para dar respuestas teóricas a los problemas prácticos más acuciantes.

Otro de los atractivos de sus propuestas  es que, sin bien demuestran un profundo conocimiento teórico, se alejan de la acartonada escritura académica para hacer chistes y afirmaciones tales como “sentarse en un inodoro es sentarse sobre una ideología” para comparar, a continuación, las diferencias de concepción del mundo de franceses, ingleses y alemanes. Uno de sus más de cuarenta libros, publicado por Anagrama, se llama, precisamente, Mis chistes, mi filosofía.

Su falta de prejuicios académicos lo lleva a mezclar el marxismo con las teorías de Jaques Lacan.

En su último libro se remite con su estilo peculiar a la pandemia que ha puesto en jaque al mundo. Se trata de un libro escrito al ritmo de las noticias cada vez más angustiantes sobre la propagación del virus a escala mundial. Su título podría ser tildado de amarillista, pero es coherente con su forma radical de tratar los problemas de nuestra época. Se llama ¡Pandemia! El Coviid-19 sacude al mundo, un texto de sólo 120 páginas publicado en soporte papel y también para pantallas por la editorial O/R Books. El ensayo sale en paralelo con una suerte de bitácora sobre la pandemia escrita por el italiano Paolo Giordano, sobre cuya publicación informara oportunamente Tiempo Argentino.

Zizek señala: «Los medios nos lanzan repetidamente el mensaje de ‘no caigan en el pánico’ y, a continuación, disponen una serie de datos que nos llevan necesariamente al pánico. La situación recuerda a lo que vivía en mi juventud, en un país socialista. Los representantes del Gobierno nos decían con cierta frecuencia que no había motivo para el pánico. En esos momentos, todos recibíamos el mensaje nítido de que eran ellos los que tenían pánico».

La afirmación más fuerte del texto es que solamente un “enfoque comunista” sería capaz de evitar la muerte de miles de ancianos y el desamparo de miles de infectados abandonados a su suerte. 

En este sentido, afirma: «La vieja lógica autoritaria de los comunistas en el poder también ha demostrado sus limitaciones. Un ejemplo es el miedo a llevar las malas noticias al público y a aquellos que están en el poder; eso hizo que se minimizaran los estudios. Por esa razón, aquellos que dieron las primeras noticias sobre el virus fueron arrestados». Sin embargo, reconoce que, gracias a su estructura comunista, China manejó el problema mucho mejor que Italia. El mundo, por lo tanto, sólo podría salvarse a través de un comunismo nuevo, refundado, sin la burocracia autoritaria que ha caracterizado a estos regímenes.

 Zizek ya venía escribiendo notas sobre el tema. En una de ellas sintetiza lo que es el argumento fundamental de su último libro: “La bien fundamentada necesidad médica de establecer aislamientos se ha hecho eco en las presiones ideológicas para establecer límites claros y mantener en cuarentena a los enemigos que representan una amenaza a nuestra identidad. Pero tal vez otro –y más beneficioso- virus ideológico se expandirá y tal vez nos infecte: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualice con solidaridad global y cooperación.”

El panorama de deshumanización que la epidemia plantea, lo lleva a que esta afirmación sea mucho más contundente en su libro: “Desde un punto de vista cínico y vitalista –afirma allí- , existe la tentación de ver el coronavirus como una infección beneficiosa que le permite a la humanidad deshacerse de los viejos, débiles y enfermos, como sacar la hierba medio podrida para que las plantas más jóvenes y saludables puedan prosperar, y contribuir así a la salud global. El enfoque comunista amplio que estoy defendiendo es la única forma en que podemos dejar atrás un enfoque tan primitivo.”

A continuación cita un artículo que informa que en el Reino Unido, de adquirir la pandemia dimensiones aún mayores, hay pacientes a los que se les podría negar la atención. Zizek reflexiona sobre los criterios en que se basará la selección de pacientes a los que no se les dará asistencia: “¿Sacrificio de los más débiles y mayores? ¿Y esta situación no abrirá el espacio para la inmensa corrupción? ¿Tales procedimientos no indican que nos estamos preparando para promulgar la lógica más brutal de la supervivencia del más apto? Entonces, nuevamente, la elección que enfrentamos es: barbarie o algún tipo de comunismo reinventado.”

¿Cómo sería un comunismo reinventado? Zizek contesta: “Un comunismo que nos salve de la barbarie global.” El concepto es coherente con el concepto que ha repetido varias veces en otras circunstancias: “La revolución debe revolucionar una y otra vez” o “La Revolución es una manera de estar en el mundo, por eso debe ser permanente.”

Como se han cansado de repetir los libros de autoayuda y gurúes de todo tipo, la pandemia sería una crisis muy severa y, por lo tanto, también una gran oportunidad, la de darle «un golpe de Bill Kill» al capitalismo que, de acuerdo con Zizek, ha demostrado su inoperancia para manejar la pandemia desatada por el Covid 19, en tanto para este sistema, las ganancias están por encima de las personas. Respecto de esto resultan muy ilustrativos los discursos de Trump y Bolsonaro. 

El filósofo también advierte sobre la consecuencias de la pandemia una vez que sea superada, lo que visto desde la crisis actual, parece un sueño casi imposible. Pero cuando ese momento llegue, ya no seremos los mismos. La preocupación hará que no paseemos del mismo modo que antes por los parques y que desconfiemos más de los baños públicos y de las barandas donde la gente posa sus manos. Los cruceros, que Zizek considera “un lujo obsceno” ya no serán un sueño placentero para quienes puedan pagarlo, sino un posible lugar de contagio de todo tipo de virus.

Si el mundo no volverá a ser el mismo, tampoco pueden serlo las políticas que lo gobiernen. Tal vez –reflexiona- sólo la realidad virtual se considere segura, y moverse libremente en espacios abiertos será limitado a islas pertenecientes a los ultraricos.”