“Chegou o fim de semana, todo mundo vai sair. Só não vai Jair, só não vai Jair”, se escucha por las calles de Brasil. Amigos, parejas, vecinos; todos repiten la letra como un mantra. La cantan con fuerza porque dice cosas ciertas: es fin de semana, hay fiesta y Bolsonaro no va a venir. En Brasilia, San Pablo, Río de Janeiro, la gente sale a las calles para celebrar. En la ciudad carioca aún no es verano y falta mucho para el carnaval de marzo, pero en el centro se organizaron carnavales fuera de temporada, con la presencia de blocos tradicionales como el Boitolo. El cielo se llena de fuegos artificiales, la gente se congrega alrededor de músicos y todo tiene ritmo de samba; los cuerpos sintonizan con este sonido histórico de resistencia, música dulce y festiva, al mismo tiempo profundamente irreverente. En esta noche excepcional, los tambores y cuicas no sólo marcan el compás del baile, sino también la alegría política de quienes cantan que, por primera vez en la historia, Brasil condenó a un militar golpista. Autoconvocados de distintas edades y perfiles, organizaciones políticas como el PCdoB y el PSOL 50, y la central sindical CTB recorren el centro carioca. No hay quien no destaque lo inédito: un militar va a ir preso en un país donde las dictaduras nunca fueron juzgadas.
También remarcan la fecha: la condena se dictó el 11 de septiembre, el mismo día en que Salvador Allende se quitaba la vida en el Palacio de la Moneda, mientras los militares tomaban Santiago de Chile. A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos, decía Borges. Ahora, en el Palacio Pedro Ernesto, la gente copó las escalinatas. Hay tambores, saxofones, personas cantando; todo se mezcla. La imagen es bella y resalta el amarillo en medio de tanta diversidad: hay quienes buscan reapropiarse de la bandera brasileña que, como en Argentina, fue asimilada a la derecha.
“Ellos nunca van a poder contra nuestra alegría de vivir, resistir y cantar”, gritó a una multitud que lo aplaudía Carlos Minc, diputado estadual e histórico del Partido Socialista Brasileño. Después citó a Chico Buarque: “A pesar de voce/ amanhá ha de ser outro dia, onde vai se esconder da enorme euforia”. “Vamos a cantar y espantar a esos espantosos dictadores”, continuó. En diálogo con Tiempo, destacó que se trata de una “victoria parcial”, porque “todavía falta mucho más”. “Las próximas etapas son aprovechar y fortalecer la lucha por la soberanía. Enfrentar el final del 6×1: seis días de trabajo por apenas uno de descanso. Esta situación es gravísima. También buscamos aprobar la exención del impuesto sobre la renta para quienes ganan hasta 5 mil reales”, afirmó.
La fiesta contó con la presencia de Flavio Serafini, diputado provincial y presidente del PSOL en Río de Janeiro. “Para Brasil es un día histórico. Primero, porque finalmente se está juzgando a Bolsonaro y a todo su gobierno, que intentaron impedir que Lula y la mayoría del pueblo que lo eligió asumieran el poder. Además, Brasil es un país que a lo largo de su historia ya sufrió muchos golpes, y nunca antes un golpista había sido juzgado y enviado a la cárcel. Esta es la primera vez, y representa una defensa de la democracia hoy: los golpistas van a la cárcel. Pero también es una defensa de la democracia en la historia”, dijo.
En las fiestas de estos días, Brasil recuerda el pasado. La música esta vez suena con un compás diferente. Bolsonaro va a ir preso y el pueblo brasileño está cantando.