Sofía Piñeiro sabe lo que es intentar dormirse mientras, no muy lejos, resuenan las bombas de una guerra despiadada. Tiene 33 años, es argentina y licenciada en Enfermería de la Universidad Austral. Cuando se recibió en 2014 ya sabía que su vocación no estaba solo en los hospitales y centros de salud del país sino que quería llevar la enfermería al campo humanitario. Pero antes, de acuerdo a los requisitos de Médicos Sin Fronteras (MSF), una vez recibida debía cumplir como mínimo 2 años de prácticas. En el Hospital Austral se quedó unos 5 años pero a pesar de lo mucho que disfrutó el ejercicio de su profesión en ese contexto, la decisión estaba tomada: en 2017 inició un camino como parte de las misiones de MSF. Estuvo entre tres y seis meses en diferentes destinos: campos de refugiados en Bangladesh, Guinea-Bisáu, Camerún, Mozambique y Yemen. Aún con lo impactante de estas experiencias, solo se trató de un preludio para el desafío más grande de su carrera hasta el momento: la asistencia humanitaria en contexto de conflicto armado en la Franja de Gaza.

En la semana en que se conmemora el Día Internacional de la Enfermería, Tiempo conversó con Sofía Piñeiro sobre los desafíos y posibilidades de su profesión y de la opción por el campo humanitario.

Sofía Piñeiro, la enfermera argentina que estuvo en la Franja de Gaza con Médicos Sin Fronteras

¿Cómo describirías las misiones humanitarias en las que estuviste?

-En general, las misiones pueden durar tres o seis meses, el trabajo es muy intenso. Hay misiones regulares –las de seis meses-  en las que el proyecto está establecido. No por eso es menos grave, pero hay un equipo conformado y una estructura armada. En cambio, cuando estamos recién llegando a un país se empieza a armar el proyecto de cero en relación a las emergencias. Me ha tocado estar en las dos cosas, por ejemplo en Bangladesh fue una emergencia de tres meses en el campo de refugiados y en Guinea-Bisáu, en una neonatología durante seis meses. Las últimas misiones que tuve el año pasado fueron dos en la Franja de Gaza. Si bien fueron un poco más cortas –de un mes y de mes y medio- fueron mucho más intensivas de todo lo que había vivido hasta ese momento. Hace poco intenté entrar una tercera vez, pero por los bombardeos no se pudo.

¿Cómo se organiza el trabajo y cuál es el rol que cumplís en una misión humanitaria de MSF?

-La cantidad de personas que van a la misión depende del lugar. Siempre hay una estructura o esqueleto que se mantiene para que sea fácil de replicar en las misiones y que todos los que llegan al proyecto sepan quién es quién y cómo está organizado. Por ejemplo, siempre hay jefe de misión, jefe de equipo médico, jefe de equipo logístico y una parte de administración y recursos. Después, estamos los managers cuya cantidad dependerá de las actividades que lleve el proyecto. Siempre voy como manager de Enfermería y respondo a un coordinador médico que responde a un jefe de seguridad. He estado en lugares donde éramos 21 porque la cantidad de actividades era inmensa pero también he estado en proyectos en donde éramos 5 porque las condiciones de seguridad no estaban dadas como para que tengas 21 personas en una casa. Eso porque si en algún momento hay que evacuar, MSF decide achicar un poco los equipos para reducir el riesgo si hay que salir del país.

Sofía Piñeiro, la enfermera argentina que estuvo en la Franja de Gaza con Médicos Sin Fronteras

¿Qué significó para vos ejercer tu profesión en la Franja de Gaza? ¿Qué podrías contarle a la gente sobre lo que se vive allí?

-Gaza se sintió un poco como la primera misión, aunque era algo incomparable. Fue una combinación de todas las misiones en las que había trabajado hasta ese momento. He logrado endurecerme, en el buen sentido, para poder volver a mi casa con la mayor integridad posible, tolerar cierta frustración, enojo y angustia y obvio, queda algo de lo postraumático cuando una vuelve, porque no se vuelve igual sino con imágenes y sonidos que no se olvidan.

En el frente de Gaza llegamos a ser un equipo de 10 personas. Nos levantábamos temprano a la mañana, comíamos algo que nos cocinaban los vecinos de enfrente a los que de esa manera les dábamos trabajo. La cantidad de comida que hay en el país es muy limitada, podía ser un poco de tomate, pan árabe, hummus de garbanzo, porque son cosas que se consiguen en lata. Con muchísima suerte, quizás conseguíamos alguna manzana. Después, en los autos salíamos a los centros de salud que estaban distribuidos, algunos estaban montados en plástico y piso de cemento con un par de bombitas de luz y tres puertas. A medida que vas con el auto vas pasando por carpas, carpas y más carpas y, de repente, una casa. Porque antes era una ciudad que tenía barrios, calles, semáforos, un sistema de salud totalmente armado y con los bombardeos la gente se tuvo que ir. Levantaron alguna valija, mochila o una carretilla con cosas y se mudaron a la parte de la costa, de la playa que era la zona que Israel había declarado como zona humanitaria o como zona segura. Ahí nosotros atendimos a personas que no habían comido o habían comido una vez o que tenían heridas de bombardeo que después de haberse ido de alta en el hospital, seguían viniendo al centro para hacerse las curaciones.

Sofía Piñeiro, la enfermera argentina que estuvo en la Franja de Gaza con Médicos Sin Fronteras

-¿Qué impacto diferenciado pudiste notar en la población, en relación a otros campos de refugiados en los que estuviste?

-La cantidad de personas que se acercaban todos los días al centro de salud era abrumadora, se ve la otra cara de las consecuencias de una guerra que no solo son los heridos, el bombardeo y el tiroteo y las granadas. Están quienes se enferman por estar viviendo en carpas sin agua ni baños, no tienen comida, también están los que tienen enfermedades crónicas como el diabético o el hipertenso que antes tenían su medicación y ahora no la tienen.

En otras misiones como Yemen o Mozambique, el nivel de educación es mucho más bajo, las personas trabajan de una manera rural, y de alguna manera hay un sistema de salud que ya estaba crónicamente disfuncional desde hacía años. Pero ahí, en Palestina, había hospitales de primerísimo nivel, las personas iban a la universidad y tenían desde ingenieros hasta cirujanas mujeres. El impacto para la población es fuertísimo, por más que Palestina haya estado en conflicto con Israel hace más de 70 años había un estilo y calidad de vida que habían logrado alcanzar y mantener. Entonces, la población está en shock con este nivel de guerra, de desplazamientos, de no conseguir comida ni sanidad.

Los pacientes duermen de a dos por cama, en el piso y en el pasillo. Los cirujanos que están trabajando 24 horas al día, las ambulancias escuchan 24 horas. La gente prefiere dormir cerca del hospital porque creen que es una zona que no van a bombardear abiertamente como lo están haciendo en los otros barrios. A mi me ha pasado en un hospital y no tener jabón para lavarnos las manos.

-¿Cómo es la situación de salud e integridad física de las infancias en ese contexto?

-Con los niños hay dos caras contrastadas de lo que se vive. La primera vez que fui con el auto entre las carpas se veía por todos lados los barriletes caseros, hechos con bolsas con un piolín. Un cielo repleto de barriletes porque los niños siguen siendo niños aunque estén desplazados. Es increíble porque siguen manteniendo esa inocencia y eso sigue impulsando a todos los palestinos a levantarse en la mañana y seguir adelante. Los niños son el motor de la resiliencia del pueblo que está hoy viviendo esta situación tan dura. Pero al mismo tiempo, he visto a niños cada vez más apáticos, con síntomas de depresión, síntomas de postraumático porque han perdido a sus familias. Hay un gran nivel de sufrimiento y de trauma en los niños. Ellos saben bien qué sonido hace un tanque de guerra, un avión, un drone. Por eso es absolutamente necesario que haya un cese al fuego ya, ahora.

Sofía Piñeiro, la enfermera argentina que estuvo en la Franja de Gaza con Médicos Sin Fronteras

¿Qué te motiva a querer volver a la Franja de Gaza? ¿Qué le dirías al respecto a quienes estén estudiando enfermería con vistas a lo humanitario?

-Para mí la pregunta es cómo no hacerlo porque el nivel de necesidad de las personas es inconmensurable, no hay palabras que alcancen para explicarte lo mucho que hace falta que organizaciones como Médicos Sin Fronteras estén organizados para estar ahí, para que esa población no se sienta sola. En lo personal, generé un vínculo de muchísima confianza, camaradería y solidaridad con mis enfermeros, con la gente que yo supervisaba, con los guardias que cuidaban nuestra casa a la noche, con los pediatras, y el equipo de palestinos con los que trabajé. Ellos se levantan, aún afectados por la guerra, y van al hospital a trabajar, a seguir ayudando a su propia gente y es verdaderamente inspirador. Con esa gente quiero seguir trabajando.

A los colegas les diría que la enfermería es la profesión más linda del mundo ya sea en Argentina o en cualquier parte. Sé que hay muchas personas que les gustaría hacer una experiencia así y que por circunstancias de la vida no pudo. Les diría que vale la pena el camino para llegar hasta ahí, hay que saber idiomas, formarse, que nunca es tarde. No es algo que existe solo cuando tenés 20 años, hay muchísimas personas de todas las edades trabajando en terreno. Y hay una regla inversa muy linda: mientras uno más da, más lleno vuelve.