La prioridad dada al proceso de desinflación y la necesidad política de mantener un dólar artificialmente barato (intento no del todo exitoso en las últimas semanas) pusieron un signo de interrogación sobre el crecimiento de la economía local para el segundo semestre del año. Todo indica que el vaticinio del presidente Javier Milei de que la economía «se va a ir para arriba como pedo de buzo» no se cumplirá, al menos en lo que resta de 2025.
Las dudas fueron potenciadas por el errático manejo de la política monetaria por parte del equipo económico, que debió convalidar una fuerte suba de tasas luego de que unos cinco billones de pesos quedaran boyando en el mercado tras la eliminación de las Lefi, las letras se colocaban a diario entre los bancos para regular la liquidez.
A partir de ese episodio, varios analistas están reconfigurando sus proyecciones sobre el crecimiento de la actividad en los próximos meses. Así y todo, la evolución positiva del PBI para 2025 está garantizada por una cuestión matemática: el arrastre estadístico que quedó del año pasado, fruto a su vez de los altibajos de una segunda mitad en la que la actividad rebotó después del cataclismo de los primeros seis meses de gestión libertaria.
Gracias a esa circunstancia, el gobierno anunció en el Congreso que la economía crecerá un 5,5% este año. Lo informó a comienzos de mes, cuando presentó los lineamientos con que preparará el Presupuesto del año próximo. Sin embargo, esa previsión viene siendo corregida sistemáticamente por las consultoras y centros de investigación que participan del REM, la encuesta mensual que realiza el Banco Central. El del último relevamiento, publicado a comienzos de este mes, arrojó un promedio del 5%, que a su vez fue dos décimas porcentuales más bajo que el de junio. El próximo, a publicarse el 6 de agosto, podría dar un resultado aún más bajo.
Una mala foto
La foto más reciente que entregó el Indec fue al difundir su EMAE, estimador mensual de la actividad. En mayo, si bien la variación interanual fue de 5%, la medición desestacionalizada que permite comparar un mes tras otro (y que da la mirada más cercana posible) arrojó una caída de 0,1 por ciento. Es otro eslabón de la cadena de altibajos que acumula dos subas y tres descensos en los primeros cinco meses del año.
Algo parecido ocurrió con el índice de actividad industrial de la fundación FIEL. Su informe de junio deparó una caída mensual de 1,2%. «Los indicadores que permiten monitorear la sostenibilidad de la presente fase muestran un deterioro, señalando una pérdida de dinámica de la recuperación», alertó el documento.
Según la consultora Equilibra, en junio el crecimiento fue nulo. Aún así, por el arrastre ya comentado, la variación interanual fue de 6,5%. Uno de sus directores, Lorenzo Sigaut Gravina, confirmó en sus redes sociales que la actividad dejó de crecer y está amesetada. «Es probable que el nivel de actividad retroceda en términos desestacionalizados en el segundo semestre», anticipó. Para ello no sólo consideró la presión cambiaria y la suba de las tasas de interés, sino el efecto de la importación sobre los bienes de producción local, el estancamiento del empleo y hasta la incertidumbre en Vaca Muerta por la volatilidad del precio del petróleo y el juicio por la propiedad de YPF.
En la economía real
Todos esos datos son previos al zafarrancho que se armó en las dos primeras quincenas de julio, cuando el dólar se disparó hasta testear la barrera de los $ 1300 y las tasas de interés interbancario a un día tocaron un ridículo 80% anual (luego se desplomaron).
Aun así, el gobierno parece estar dispuesto a sacrificar parte del crecimiento económico prometido con tal de mantener una relativa calma en otros frentes, al menos hasta las elecciones. «En estas semanas de estrés, el gobierno reveló sus preferencias: prefiere tolerar un aumento de costo de financiamiento tanto suyo como del sector privado antes que subas sensibles del dólar», indicaron desde la Gerencia de Estudios Económicos del Banco Provincia.
Las consecuencias se sienten en las calles. CAME dio cuenta de la malaria que sufren los comercios minoristas: «Llevamos dos meses con caídas interanuales e intermensuales. Hay menor inflación pero eso no le da mayor poder adquisitivo a la gente», dijeron voceros de la entidad, preocupados porque los clientes, jaqueados por los intereses sobre los saldos impagos, ya ni siquiera sacan la tarjeta de crédito del bolsillo.