Con el aumento de la inflación, la falta de certezas sobre el destino  del Instituto Nacional del Teatro (INT) y su conversión en un mero programa bajo la órbita de la Secretaría de Cultura, los trabajadores del sector se encuentran en total incertidumbre.

Esta realidad se agrava en espacios y colectivos teatrales del interior del país. “El Instituto llegó con subsidios y acompañamientos a pueblos y ciudades de toda la Argentina. A partir de la creación del INT, un montón de lugares del país pudieron ver nacer la primera sala de teatro o tener la primera capacitación porque a través de algún programa del instituto podían contratar a alguien que fuera a darles clases.

El desfinanciamiento del INT será especialmente difícil de sobrellevar en espacios donde no hay un entramado de políticas culturales aceitado”, dice a Tiempo María de los Ángeles Oliver, de “El rayo misterioso”, una organización civil sin fines de lucro que nuclea una variedad heterogénea de actividades alrededor del hecho teatral en Rosario: una sala, un festival internacional, ciclos de espectáculos, una revista, una editorial, una escuela y un laboratorio de investigaciones.


El Instituto Nacional del Teatro se creó en 1997 con la promulgación de la Ley Nacional del Teatro N° 24.800, después de una larga lucha de trabajadores de la cultura. A partir de este hito, las políticas de fomento a la actividad comenzaron a federalizarse con la creación de líneas para subsidiar la apertura de espacios teatrales, festivales y circuitos diseminados a nivel nacional.

El INT brindó apoyos de infraestructura para mejorar y acondicionar salas, al tiempo que fomentó el incremento de oferta de funciones. Se trata, además, de un organismo autárquico que se financia con los fondos que le fueron conferidos por ley y que provienen del 10% de los ingresos recaudados por el Enacom, entre otros ítems.

Teatro: programas de acompañamiento

Esto hizo que lugares como “El rayo misterioso”, que se fundó apenas tres años antes de la creación del INT, pudieran expandirse y crecer. Pero, advierte Oliver, “el subsidio no es un salario sino un soporte para favorecer y para acompañar una actividad que ya se está haciendo. De ninguna manera este apoyo representa el 100% de los gastos, por ejemplo, de un festival o el alquiler de un espacio. Es un soporte para que la actividad no te genere todo el tiempo déficit y deuda”.

Estos programas de acompañamiento no siempre fueron suficientes para sortear los vaivenes de la economía argentina. “Cumplimos treinta años. Tenemos la experiencia de haber pasado un montón de crisis, tenemos un comportamiento de ‘economía de guerra’. Aprendimos a vivir en una estructura y bajo una modalidad comunitaria que nos ha hecho subsistir de forma organizada, pero ahora estamos en una incertidumbre total”, dice.

 Es un ciclo arrollador: aumentan los costos de producción de la actividad, pero además el incremento de los alimentos hace que las familias dejen de ir al teatro. A esto se le suma el hecho de que actualmente la falta de autoridades designadas en el Instituto Nacional del Teatro retrasa la llegada de los subsidios regulares a las salas teatrales. “Hay subsidios que ya estaban un poquito retrasados y que se adeudaban, pero desde diciembre no se aprueba ningún pago. Ese financiamiento que recibían los espacios no se percibe en este momento, más allá de que en un futuro con esta ley puedan hacer que el INT directamente desaparezca, ya estamos viviendo un vacío hoy en día”, dice.

Teatro en diversos puntos del país

 La misma incertidumbre se vive en todas las salas del país. El Centro Cultural La Mandinga, en Formosa, es un espacio que ofrece, además de actividades teatrales, un gran abanico de oferta cultural: danza, música, plástica, circo. Pero actualmente están considerando reducir la agenda.

“En estos días recibimos la factura de luz y vino el doble de lo que solemos pagar durante el año. Sumando a que somos una provincia electrodependiente por las altas temperaturas que tenemos desde noviembre hasta marzo, con días de sensación térmica de 45º, no podemos realizar actividades sin el funcionamiento de los aires acondicionados. Este tema nos tiene muy preocupados porque no sabemos cómo vamos a enfrentar el gasto eléctrico. Tal vez haya actividades que no podamos realizar por no poder prender los equipos de aire”, dicen a Tiempo desde la organización.


En Mandinga, la mayoría de las funciones se realizaba con el apoyo del INT o el FNA o el -entonces- Ministerio de Cultura de la Nación, para poder cubrir el costo de montaje de las funciones. Sólo con las entradas resulta imposible para el Centro Cultural solventar esas inversiones. “No somos un circuito artístico comercial, por lo tanto las entradas siempre tienen un valor mínimo.

Para tener una idea el año pasado se cobraron entradas desde $800 a $2000, y la mayoría de las funciones se hicieron a la gorra. Más de eso no se cobra. Y siempre buscamos la manera de que la comunidad formoseña pueda disfrutar de obras artísticas sin la limitación de lo económico. Por ejemplo, tenemos un festival de invierno de teatro para las infancias, que se llama Festival Fresquete, que lo pudimos hacer el año pasado con aporte del INT, para que todas las funciones sean a la gorra”, afirman.


Otra experiencia es la de Teatro del bardo, en Paraná, Entre Ríos. Se trata de una asociación civil que nuclea a un grupo de teatro con el mismo nombre, pero también coordina diversos proyectos culturales: salas, talleres, recitales de música, circo, una editorial y hasta una escuela. Desde la asociación se organizan visitas a instituciones educativas de todos los niveles, y además, funciona un laboratorio que investiga la relación entre el arte y la pedagogía.

 Actualmente, todas las actividades que realiza la organización se están viendo en crisis. “Hay una gran imposibilidad de proyectar el año, es difícil comprometer a compañeros y compañeras a actividades, no sabemos si vamos a poder realizar eventos, cómo los vamos a articular y con qué organismos los vamos a articular. Todo esto para nosotros es de una gran incertidumbre, sumado a que en la escuela del bardo se nos vence el contrato de alquiler y tenemos que volver a hacerlo con el 100% de aumento, como le pasa a todos los argentinos”, explica a Tiempo Valeria Folini.

“Esta incertidumbre no es solamente porque hay un cambio de gobierno, porque han sucedido muchos traspasos. Lo que sucede es que se está cayendo un paradigma y una forma de pensarnos socialmente y una forma de organizarnos. El otro día leí un texto muy hermoso que emulaba un pasaje de 100 años de soledad, cuando los habitantes pierden la memoria y uno de los personajes sale por el pueblo a poner nombres a las cosas. Esto es una silla. Esto es una mesa.»

» Nosotros vamos a tener que salir a hacer lo mismo, vamos a tener que salir todos como sociedad decir esto es un teatro y es importante que no se cierre; esto es un cine y es importante que se hagan películas argentinas”, dice Folini.