Quizás una de las claves que explican la enorme vigencia del éxito de la saga Star Wars es que supo captar en cada trilogía el zeitgeist, cierto aire de los tiempos de la política estadounidense. Así, las películas clásicas de fines de los ’70 y principios de los ’80 centradas en la rebelión finalizan en 1983, cuando comienza a consolidarse el neoliberalismo de la era Reagan. Por su parte, la segunda saga de principios del siglo XXI, con ejes en la corrupción de la República y el ascenso del Imperio, deviene conservadora y coincide mayormente con los terroríficos años de Bush hijo. Finalmente, en la tercera trilogía, los fanáticos cumplieron el sueño de volver a ver en pantalla gigante a sus héroes antológicos: Han Solo, la Princesa Leia y Luke Skywalker, pero también los vieron morir en consonancia con los esperanzadores y contradictorios años de Obama y el arribo de Trump.

Cuando todo parecía perdido en manos de Disney y se vaticinaba el fin de la grieta espacial, la Fuerza vuelve a acompañarnos con The Mandalorian. Tendrá que pasar un tiempo para analizar en retrospectiva las maneras en que esta nueva ficción de un pistolero solitario y pendenciero de sólida armadura y tan habilidoso en los combates como cuestionable en su moralidad se relaciona con los tiempos que corren.

En todo caso, no cabe duda de que con Din Dajarin, tal el verdadero nombre del Mandaloriano, Star Wars recupera su aire legendario renovando aspectos de la fórmula que la convirtió en clásico exitosísimo y haciendo renacer el género del western espacial.

La ficción creada y guionada por Jon Favreau (Iron Man, El Rey León) se ubica temporalmente tras la caída del Imperio, cinco años después de los eventos narrados en El Retorno del Jedi y antes de la instauración de la Nueva República. En este contexto algo caótico y poco proclive a los maniqueísmos, el Mandaloriano (interpretado por Pedro Pascal) es un cazarrecompensas dispuesto a venderse al mejor postor. Sin embargo, el protagonista enmascarado halla su redención cuando se encuentra con una encantadora criatura sin nombre que, aunque tiene 50 años, es un ejemplar muy joven de la especie de Yoda. Si bien en la serie se lo llama “El niño”, se lo conoce popularmente como Baby Yoda y devino en el merchandising más redituable de los tiempos de la pandemia. La tensión de la ficción recae en la protección que el Mandaloriano le brinda al bebé Yoda, constantemente perseguido por mercenarios del malicioso Imperio. Aunque Baby Yoda está provisto de habilidades lindantes con la Fuerza, ya salvó la vida de su protector y promete hacerlo en más de una ocasión.

A más de las referencias constantes a la saga clásica que producen el delirio de los fanáticos y un ritmo sostenido en todos los capítulos, cabe destacar el episodio inaugural de la segunda temporada –que también es el primero que dirige Favreu–, el cual ha sido comparado por su calidad con las cumbres de las películas pioneras. Apelando a la nostalgia y a sentimientos demasiado caros a los fans, se vuelve allá donde comenzó todo: el desolado, arenoso y mítico Tattoine. En este manifiesto de regreso a los orígenes, no solo nos encontramos con la fauna, la flora, las naves, la tecnología, los bandidos del desierto, los monstruos de la arena y los humanoides. También reaparece el espíritu épico que cautivó a generaciones. Fauvre opta por un capítulo inusualmente largo que por su estructura autoconclusiva, cuidados estéticos y musicales bien puede considerarse una película para televisión. 

Y si alguien temía que el mundo rosa y almibarado de la productora Disney tiñera los claroscuros de la saga y focalizara demasiado en la ternura del recio dispuesto a todo con tal de salvar la vida del bebé Yoda, este estreno de temporada presenta a un Mandaloriano más camorrero e indomable que nunca. A diferencia de los héroes sin mácula, “Mando” demuestra ser muy proclive a la traición. Por ejemplo, cuando acude a un local de peleas ilegales para obtener información, atrapa a un gángster local y cuando este le dice lo que sabe a cambio de que le perdone la vida… Digamos que su conducta no resulta del todo decorosa.

Incluso, este primer capítulo –no casualmente llamado “El Marshall”– también apela a las secuencias dignas de un western que se precie de tal: la llegada del héroe –el Mandaloriano– al pueblo fantasma, su entrada envalentonada en la taberna y el duelo con el sheriff ocioso mientras el barman se esconde tras el mostrador, la apelación a la solidaridad de la comunidad pueblerina –como Gary Cooper en A la hora señalada– y el enfrentamiento con el malvado de turno. También hay referencias a las reglas de cierto western clase b, del cual The Valley of Gwangi parece el principal exponente. Sin embargo, la paratextualidad cinematográfica es incontable: se reproducen fotogramas casi calcados de Iron Man (referencia infaltable estando Favreu de por medio), Dune y la Guerra de los Mundos; y el cine de samuráis se yuxtapone a escenas dignas de soap opera y a gags de spaguetti western.

Por último: las frutas del postre galáctico. Tras un desenlace apoteósico, la aparición sombría de un ominoso personaje que se creía muerto. Y la emoción infinita que causa siempre el triunfo de esos seres extraños y marginados que como Anakin, Luke y Kylo padecieron una infancia infeliz de abandono. Porque sin dudas, el gran acierto narrativo de la serie es la relación entre esos dos freaks que parecen unidos por lazos más fuertes que el amor o la amistad, por sentimientos intensos de los que solo parecen capaces las criaturas que perciben que no tienen nada en la vida salvo a ellos mismos.   «

El desembarco de Disney+ en la Argentina

A poco más de un año de su lanzamiento en Estados Unidos, el próximo17 de noviembre llega a la Argentina, Disney+ (Disney Plus), la plataforma de streaming con la que el imperio del viejo Walt se propone destronar a Netflix y dejar fuera de juego a Amazon Prime, HBO GO y Starzplay.

Un elemento común, entre tantos, que caracteriza a la saga Star Wars y a Disney, es que cada cierta cantidad de años los críticos o los mass media declaran su certificado de defunción y siempre que eso ocurre sacan un as de la manga para reinventarse con un éxito clamoroso.

Por un precio accesible –en relación a sus competidores–, Disney+ ofrecerá las películas y series clásicas que asociamos a la clásica productora, así como las de Pixar, Star Wars y sus secuelas, los productos Marvel, los documentales de National Geographic, las más destacadas franquicias de 20th Century Studios para los nostálgicos y películas memorables de Blue Sky Studio, como la saga Río o La era del hielo, entre tantos productos taquilleros. Un cóctel para gustos diversos, en el que la serie The Mandalorian ya se presenta icónica y promete larga vida.