La semana pasada, el 20 de diciembre, murió una de las figuras más contraculturales del deporte, el tenista danés Torben Ulrich, que llegó a estar entre los 100 mejores del ranking mundial –fue 96 en 1973– y todavía se mantiene como uno de los tenistas de mayor presencia en la historia de la Copa Davis: entre su debut en 1948 y su despedida en 1977, cuando ya había cumplido 49 años, representó a Dinamarca en 102 partidos. Sin embargo, más allá de los números, Ulrich dejó una huella por otros tres motivos: es el padre de Lars, el baterista y fundador de Metallica, puede ser llamado como el “tenista más hippie” de la historia y fue amigo de Guillermo Vilas.

En años en que al tenis se jugaba con raquetas de madera y pelotitas blancas, Vilas le ganó a Ulrich 6-4 y 7-5 en el torneo de Louisville, en 1973. El danés de clase media alta viajaba por el circuito con Lars –nacido en 1963– y solía practicar junto al argentino, que recordó más de una vez que el futuro baterista de Metallica les hacía de alcanzapelotas en esos entrenamientos. Otro compatriota cercano fue Modesto Tito Vázquez, luego el entrenador de Argentina en la Copa Davis.

A finales de los 60, en épocas del flower power y de raquetas pintadas por artistas callejeros, Ulrich y Vázquez se conocieron en un torneo de exhibición en Brasil. Eran partidos que se definían a nueve games, pero Torben no quiso dejar la cancha a pesar de que Tito le había ganado 9-6. «Un partido tiene que terminar cuando los dos ya no quieren jugar más», dijo Ulrich, y obligó a seguir en la cancha al argentino.

Un hippie en el circuito

Ulrich participó en 20 ediciones de Wimbledon: su mejor participación fue los octavos de final. También llegó a estar entre los 16 mejores de Roland Garros, aunque su currículum final sería con récord negativo, 97-145. Cuando le preguntaron qué era el deporte, respondió con sus reglas: «Para mí, el deporte no siempre trata de cumplir un objetivo, sino que tiene mucho más que ver con avanzar uno mismo«. Nunca ganó ningún título pero tampoco perdió su estilo personal: de sus fotos de atleta, un tipo con trencita y pelo largo, se percibe más a un vikingo o a un maestro de yoga de los Himalayas que a un tenista.

Torben, de hecho, era budista, un gurú que había estudiado en India y en el Tíbet antes de la ocupación china, en 1950: hay quienes dicen que Ulrich jugaba al tenis como si estuviese haciendo yoga. En esa línea de alguien que admiraba el todo, el universo completo –incluidos sus rivales–, se suele contar una respuesta suya tras un partido contra el australiano John Newcombe, exnúmero 1 del mundo, en el Abierto de Estados Unidos. Una mariposa entró a la cancha en medio del juego y, al parecer, habría perjudicado a Ulrich. Pero cuando el periodismo le preguntó por esa incidencia, su respuesta fue la de un filósofo taoísta, Chuang Tzu: «¿Yo era un hombre soñando que era una mariposa? ¿O ahora soy una mariposa soñando que soy un hombre?«.

Torben junto a su hijo Lars, baterista histórico de Metallica.

Su relación también era con la música y Torben Ulrich iba por el circuito con el saxo, hacía yoga y recomendaba libros: a Vázquez le regaló una edición de «Zen en el arte del tiro con arco». Ya sea en películas de Metallica, como Some Kind of Monster, o en videos de YouTube, se lo ve como una figura que barre el prototipo de tenista: con su barba bíblica podría pasar como un ZZ Top. Según Wikipedia, Torben también fue músico, poeta, director de cine y, durante muchos años, parte activa del circuito de tenis, justo en la frontera entre el amateurismo y el profesionalismo.

La semana pasada, al morir a los 95 años, Lars lo despidió en redes: “95 años de aventuras, experiencias única, curiosidad, tenis, arte, escritura. Gracias hasta el final, te amo papá”.