Por primera vez desde el estallido de la guerra, las autoridades ucranianas reconocieron que “la situación en el frente oriental empeoró considerablemente”. Eso publicó el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Oleksandr Syrsky, en su canal de la red Telegram, la más usual en esa parte del mundo. «Esto se debe principalmente a una intensificación significativa de la ofensiva del enemigo tras las elecciones presidenciales en Rusia», agregó el responsable máximo de las tropas tras explicar que el tiempo cálido y seco de estos meses facilita la utilización de tranques en regiones como Limán, Bajmut y Pokrovsk, donde se registran los mayores avances. Syrsky aprovecha también a reclamar solapadamente por más armamento de última generación a los aliados occidentales. «Solo así seremos capaces de vencer a un enemigo mayor», afirmó.

A medida que se acerca el tramo final de la campaña presidencial en Estados Unidos, su principal proveedor de artefactos bélicos, el apoyo financiero se hace más dificultoso ya que los republicanos, que con Donald Trump esperan regresar a la Casa Blanca el 20 de enero próximo, bloquean un pedido adicional del presidente Joe Biden de 60 mil millones de dólares. Trump afirma que de ganar el 5 de noviembre sentará las bases para poner fin a la guerra tanto en Ucrania como en Medio Oriente. Europa, en este contexto, no está en condiciones de asistir a Kiev y por el momento es muy poco lo que aporta más allá de ejercicios de retórica belicista.

El último conejo de la galera es el anuncio de una conferencia de paz en Ucrania a desarrollarse en el complejo hotelero de Bürgenstock de Lucerna, Suiza, el 15 y 16 de junio próximo. Se trata de una cumbre a la que están invitados un centenar de países, según la presidenta suiza, Viola Amherd. Pero Rusia desestimó el convite, según la vocera de la cancillería, Maria Zajarova, porque «detrás de todo esto están los demócratas estadounidenses, que quieren fotos y vídeos de un evento así para demostrar que su proyecto Ucrania sigue adelante». De hecho la cumbre fue organizada sin consultar con el Kremlin. Y según declaraciones de Washington, tal vez ni siquiera al gobierno de EE UU, que se encargó de decir que no estaba confirmada la presencia de Biden.

En la semana, el canciller ruso, Sergei Lavrov, mantuvo reuniones en Beijing con las más altas autoridades, incluido el presidente Xi Jinping. «China y Rusia se han unido para forjar un nuevo camino de coexistencia y cooperación», dijo el mandatario chino, tras asegurar que ambas naciones apuestan por profundizar las relaciones bilaterales de manera constante. Todo un desafío que la Casa Blanca se apuró a cuestionar, denunciando que China provee de armamento a Rusia, cosa que Beijing desmintió. «Instamos a EEUU a que abandone los intentos de mancillar las relaciones típicas entre China y Rusia», dijo a Sputnik el vocero de la embajada china en Washington, Liu Pengyu. Pero Washington también movió sus fichas, con la visita del primer ministro japonés Fumio Kishida a Estados Unidos. Kishida sostuvo que “hoy es Ucrania, mañana puede ser el área de Asia-Pacífico”.

En Ucrania, por otro lado, hay otras señales de que la situación no solo es compleja por falta de armamento: el jueves el Parlamento aprobó una más draconiana ley de conscripción. La cantidad de bajas en el frente se sabe que es dramática y estas medidas para alistar tropas no hacen más que corroborarlo con mayores penalidades para quienes escapen del reclutamiento. Luego de casi 26 meses de combates, las tropas que quedan en pie están exhaustas, pero con la nueva ley, además, se eliminó una disposición que permitía la desmovilización a los 36 meses de servicio, lo que genera no solo rechazo sino que abre las puertas a más deserciones.