El compromiso con narrar y documentar los hechos de una guerra que se desarrollaba en el sudoeste asiático impulsó al periodista del diario La Nación, Ignacio Ezcura, a adentrarse en las callejuelas de Cholon, un peligroso barrio de Saigón, la entonces capital de Vietnam del Sur, un estado vasallo de Estados Unidos que hace 50 años dejó de existir. En ese lugar, un 8 de mayo de 1968, el único corresponsal argentino en esa convulsionada región de oriente encontró la muerte mientras procuraba la cobertura de una de las tantas historias que se sucedían en esa contienda sangrienta, una de las más prolongadas del siglo XX.
Los restos de Ezcurra nunca se hallaron. Sus familiares y amigos identificaron su cuerpo acribillado en una imagen tomada por un fotógrafo japonés que colaboraba con la Agencia AP. En la actualidad, el realizador Ricardo Preve trabaja en un documental que busca reconstruir las causas del asesinato del único periodista argentino y latinoamericano muerto durante la Guerra de Vietnam.
Ignacio había viajado por Latinoamérica y estaba también formado en el oficio de la fotografía. En los Estados Unidos cubrió los disturbios raciales de 1967 y había tenido acceso a Martín Luther King, el activista por los derechos civiles de las minorías afroamericanas del país.
Pero su gran anhelo era cubrir la Guerra de Vietnam, donde desde años las tropas de Estados Unidos se encontraban empantanadas en una lucha infructuosa ante las guerrillas del Vietcong y las fuerzas regulares del Norte. Ezcurra convenció a los editores de La Nación, donde desde hacía unos años se desempeñaba como periodista, de viajar a Saigón para cubrir aquel conflicto que los estadounidenses seguían a diario por los noticieros televisivos.
Ignacio llegó a Vietnam del Sur en abril de 1968, poco después de la avanzada del Tet, una ofensiva militar de gran escala lanzada en medio de los festejos del año nuevo lunar por las fuerzas comunistas contra los militares estadounidenses y el gobierno títere instalado en Saigón.
La operación supuso una derrota militar para las fuerzas comunistas, que perdieron miles de militantes en los combates, pero causó un efecto devastador en la opinión pública norteamericana, que comenzó a tomar conciencia sobre la imposibilidad de alcanzar una victoria en el campo de batalla y comenzó a reclamar negociaciones para obtener una retirada lo más honrosa posible de Vietnam. Este fue el contexto que precedió a la llegada del periodista argentino a ese escenario bélico.
La foto que cambió la Guerra

Los medios de prensa brindaron una amplia cobertura durante los combates que se libraron en las calles de Saigón, Hue, Da Nang y otras ciudades del Sur. Las imágenes de milicianos comunistas lanzando ataques desde frentes imprecisos sacudieron al público estadounidense, que contemplaba atónito cómo aquellos hombres desafiaban a la potencia militar más importante del mundo con tácticas de guerrilla urbana perfectamente coordinadas.
En una de sus crónicas, Ignacio reconocía el valor de los vietcong, al describirlos como jóvenes valerosos que “peleaban como lobos” contra un enemigo que, en apariencia, lucía mejor armado y pertrechado.
La represión al despliegue insurgente por parte de las tropas estadounidenses y los efectivos de Vietnam del Sur fue cruenta y despiadada. Y una foto que dio vueltas al mundo lo ilustró de forma dramática.
El fotógrafo Eddie Adams capturó en plena Ofensiva del Tet una imagen que luego tituló como “Saigon Execution”, por la cual obtuvo el premio Pulitzer. En esa foto, se aprecia cómo el jefe de la Policía sudvietnamita, Nguyen Ngoc Loan, apoya un revólver en la sien de un prisionero del vietcong, que inmovilizado recibe el disparo mientras su rostro se desdibuja antes de desplomarse muerto.
La imagen desprestigió a las fuerzas del Sur e hizo que muchos estadounidenses se preguntaran en casa si valía la pena pelear esa guerra al otro lado del mundo con aliados como esos. Los militares y policías del régimen de Saigón culparon a los medios extranjeros de otorgarles mala publicidad, de lastimar su causa, y la relación que mantenían con los periodistas acreditados en la guerra se resintió inevitablemente.
El precio que deben pagar los periodistas
Ezcurra se trasladó a Cholón para hacer una nota sobre la muerte de cuatro periodistas que días antes murieron en circunstancias confusas. Bajó del jeep en el que viajaba en un sector de esa barriada donde se registraban fuertes combates. Dejó en el vehículo un casco, una cámara Pentax y se internó por las calles del vecindario. Sus colegas nunca más lo vieron. Su rastro se perdió para siempre.
Horas antes, Ignacio dio un testimonio al programa La voz de las Américas, donde se refirió a los riesgos que corrían los periodistas en Vietnam. “Es el precio que tenemos que pagar por estar cubriendo la historia más grande y tal vez más triste de este momento”.
Con esos datos que se conocían sobre el cronista argentino, su historia en Vietnam y aquella frase pronunciada momentos antes de morir, Preve inició la producción de un documental sobre ese hecho.
“Trabajé en varias producciones para National Geografic y Discovery, pero quería contar una historia que conectara a Argentina con Asia y di con Ignacio Ezcurra y su cobertura de la Guerra de Vietnam. Tomé la frase ‘un precio que tenemos que pagar’, que dijo en una entrevista con la Voz de las Américas para titular este documental”, señaló Preve a Tiempo.
La obra trabaja sobre la hipótesis de la conflictiva relación que existía entre los periodistas extranjeros y las fuerzas sudvietnamitas tras la cobertura del Tet.
“Trabajamos con equipos de investigación en Argentina, Estados Unidos y Vietnam recabamos mucha información. Pudimos constatar que, en mayo de 1968, cuando se produce la muerte de Ignacio, Loan, el policía que protagoniza la foto ‘Saigón Execution’, estaba en servicio en Cholón».
La obra de Preve se estrenará el año que viene, y en ella también se identifica al autor de otra imagen. El fotógrafo japonés que captó el cuerpo de Ezcurra tras ser ejecutado. «