que tienen rasgos, parentescos, con lo que el coloradismo hizo en el país en los primeros 50 años del siglo pasado. Hay algo allí fundacional sobre losderechos y el afianzamiento del Estado. Aunque es claro que en los últimos tiempos los colorados
se acomodaron más a la derecha, aunque no tanto como los blancos.
Como siempre, el país está tajantemente dividido entre la ciudad y el campo. La ciudad es del FA, lo sigue siendo aunque algunas disconformidades con la marcha del gobierno hicieron que se perdieran votos. En el interior, es muy difícil superar esa forma conservadora de ver la vida, con líneas de pensamiento manejadas desde siempre por terratenientes que, desde sus campos, generan una dependencia económica muy especial.
Mucho se pierde si el Frente cae. Mucho en educación, en salud, en aquellos valores que siempre son mejor considerados por el progresismo. La derecha nunca hubiera llegado por ejemplo al plan Ceibal, una portentosa protección de la educaciónque se convirtió en un verdadero patrimonio de Uruguay. En muchos aspectos ha tenido dificultades el gobierno del FA, pero siempre en tono de progreso y que pusieron al país en un sitio de vanguardia. La clase media tironeada hacia abajo mejoró su lugar, con etapas de pleno empleo; y ahora bajó un poco esa situación pero hay que ponerla en el contexto de la región. Indudablemente, en cuanto a sensibilidad y calidad humana, discurso y relación de ese discurso con la realidad, el FA debería ser siempre la mejor opción para los uruguayos.
Mucho se perderá, aun cuando al Partido Nacional le cueste muchísimo ir contra el Estado. El FA en estos 15 años ha salido más que airoso. Fue tan penetrante en sus reformas como el kirchnerismo, el chavismo, el correísmo, el lulismo. Fue unos pasos más arriba que el socialismo chileno. Pero todo eso no le alcanzó para meterse en la historia como una revolución que lo cambiase todo. Pero
también tiene que ver eso con las características de Uruguay, donde las cosas son más lentas, donde la movilidad social es más apaciguada y donde en el manejo de las leyes –como sucede en la Argentina y en buena parte de América Latina– fue preparado
por quienes tenían una visión conservadora y liberal del mundo. No nos olvidemos de que, por caso, el Pepe quiso poner un impuesto para nada violento, para quienes tienen más de 200 hectáreas y la pelea terminó en la Corte Suprema, ganada por los terratenientes. El FA también ha tenido la dificultad de no poder torcer las estructuras regidas desde hace tanto tiempo, como no tuvo un dominio suficiente del Parlamento, que le diese chances de avanzar con cambios radicales de algunas leyes, lo que siempre se esperó
que pudiera hacer.
Entre las concreciones y las dificultades, entre los elogios y las críticas, el FA hace un promedio excelente y veremos hoy si el FA tiene todavía la energía electoral como para poder rechazar los embates. Sería deseable, por la geopolítica continental: sería muy bueno mantener al FA, ahora que habrá un gobierno de cuño progresista del otro lado del Plata y porque, de otra manera, la Argentina
volverá a estar particularmente rodeada de neoliberalismo, donde uno ponga la mirada, y desde cualquier punto de la frontera, se va a quedar con la derecha neoliberal acosadora y acusadora que retornó a América.
La última hora de hoy nos dará esa respuesta que importa a Uruguay, al Río de la Plata, al Mercosur, y a los sueños de seguir trabajando para un mundo un poco más equitativo, igualitario y justo. Cabría preguntarse, entonces, parafraseando al enorme
Jaime Ross: «Uruguayos, dónde iremos a parar».«