El encuentro reunió a representantes de alrededor de 90 movimientos provenientes de más de 20 países del continente, con la incorporación de nuevas organizaciones de México, Argentina, Estados Unidos y Canadá.
Desde Argentina participaron diversas delegaciones nucleadas el “Capítulo Argentino” de la Vía Campesina Internacional, conformado por el Movimiento Nacional Campesino Indígena – Somos Tierra (MNCI-ST), la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), la Federación Rural, la Federación Nacional Campesina (FNC) y el MNCI. Las delegaciones destacaron la importancia del intercambio continental para comprender las distintas realidades nacionales y fortalecer alianzas frente a problemáticas comunes como la precarización de la vida rural, la migración forzada desde el campo hacia las ciudades y la ausencia de políticas públicas orientadas a las familias campesinas.
Según el informe de cierre, el Congreso funcionó como un espacio de balance político y de proyección estratégica frente a un “escenario regional atravesado por el avance de políticas de ajuste, el fortalecimiento de sectores conservadores y el impacto creciente de la crisis climática sobre los territorios rurales”. A lo largo de las jornadas se debatió la situación del campesinado en América Latina y el Caribe, con especial atención en las dificultades para acceder a la tierra, el agua y los bienes comunes, así como en la necesidad de fortalecer la soberanía alimentaria y la producción agroecológica frente a los modelos extractivos y la concentración del sistema agroalimentario.

Uno de los rasgos distintivos del VIII Congreso fue la ampliación de los espacios de participación interna. Por primera vez se realizó una Asamblea Continental de Diversidades, que se sumó a la sexta Asamblea de Juventudes y a la séptima Asamblea de Mujeres, instancias que buscaron “consolidar la inclusión de sectores históricamente relegados dentro de las estructuras del movimiento campesino”. También se llevó adelante un encuentro específico de infancias, con el objetivo de incorporar tempranamente a niñas y niños a los procesos de formación política y organización comunitaria.
En diálogo con Tiempo Rural, la referente del MNCI-Somos Tierra, Dhanna Moyano, valoró el reconocimiento del colectivo de diversidades dentro de la estructura continental como una conquista política de los movimientos campesinos e indígenas. Señaló que el Congreso “permitió visibilizar que las personas del colectivo viven, producen y resisten en los territorios, cuidando las semillas criollas, defendiendo la agroecología y sosteniendo la soberanía alimentaria”. Moyano remarcó además que la participación activa de juventudes y mujeres puso en evidencia las “múltiples formas de exclusión que persisten en el campo, así como la falta de políticas específicas para esos sectores en gran parte de la región”.
Por su parte Lidia Furlani, integrante de la UTT, destacó que durante las diferentes jornadas se “abordó el contexto político regional, con debates sobre los procesos de los gobiernos progresistas, el avance de proyectos de derecha y ultraderecha, el peso del fundamentalismo religioso en las disputas territoriales y el impacto de esas dinámicas sobre los derechos campesinos”. En ese sentido, se subrayó la necesidad de “profundizar la articulación internacional para enfrentar políticas que favorecen la concentración de la tierra, el despojo de comunidades rurales y la mercantilización de los bienes naturales”.
Entre las resoluciones adoptadas, se definió el traslado de la secretaría operativa de la CLOC-Vía Campesina a Brasil, una decisión considerada estratégica por su peso político regional y por la cercanía territorial con otros países del Cono Sur. Asimismo, se ratificó la incorporación de nuevas organizaciones, lo que amplía la representación continental y refuerza la idea de pensar la lucha campesina en clave latinoamericana y caribeña, incluyendo también a colectivos de América del Norte que buscan articularse con los movimientos del sur.
Contexto adverso
Furlani analizó que el Congreso se desarrolló en un contexto particularmente adverso para el sector rural en el país, marcado por políticas que “profundizan la concentración económica y debilitan los derechos de las familias campesinas e indígenas”. En ese escenario, la participación en la CLOC-Vía Campesina fue definida como una herramienta clave para “sostener la solidaridad internacional y construir respuestas colectivas frente a un modelo que impacta de manera directa sobre la producción de alimentos y las condiciones de vida en el campo”.
El VIII Congreso cerró con el compromiso de las organizaciones de fortalecer la formación política, profundizar las alianzas regionales y trasladar las conclusiones a cada territorio. Para la CLOC-Vía Campesina, el encuentro en México reafirmó “el rol del campesinado como actor central en la producción de alimentos y en la defensa de los territorios, en un momento en el que las disputas por la tierra, el agua y las semillas ocupan un lugar central en la agenda política del continente”.