Un animal que no existe es una obra coral de características particulares que se presentará hoy, viernes 17 y mañana, sábado 18, a las 19, en el Centro Cultural Borges. Basada en el relato homónimo del escritor y músico Juan Cerono y bajo la dirección y composición de Valeria Martinelli, se interna en la trama de un grupo humano que crea una criatura que, a medida que absorbe conocimientos, se independiza de sus creadores y representa un peligro latente para ellos.

El concierto está auspiciado por la Dirección Nacional de Elencos Estables y el Centro Cultural Borges del Ministerio de Cultura de la Nación y estará interpretado por Coro Nacional de Música Argentina.

El relato musical y visual para doble coro, tres solistas vocales, piano, electrónica y video 3D cuenta con la producción artística de imagen y sonido a cargo de Indira Montoya y la música electrónica de Marcos Franciosi. Acompañan al elenco los solistas Matías Tomasetto, Martín Díaz, Alejandro Cerone, Javier Lezcano, María Paula Alberdi y en piano Hae Yeon Kim.

En diálogo con Tiempo, Martinelli habla del proceso de creación de esta obra y de los desafíos que implica el trabajo conjunto de diversas disciplinas artísticas y tecnológicas.

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Foto: Gentileza Prensa

-¿Cómo surgió la idea de esta obra coral contemporánea?

-La base fue el cuento que escribió el escritor y músico Juan Cerono.  Este germen se fue transformando a medida que lo íbamos trabajando entre ambos. Nos influyó un relato del dramaturgo y ensayista belga Maurice Maeterlinck titulado “La bondad invisible” en el que se habla acerca de los cuerpos y la comunicación entre ellos. Yo hice mi propia interpretación de Un animal que no existe, de Cerono. La trama, de aspectos oníricos, habla de una situación ubicada en un tiempo imaginario en el que una gran masa humana pasa por distintos momentos y se enfrenta a sí misma y a su propia creación, que es un animal que la va cautivando y seduciendo. Es una metáfora sobre la dominación que ejerce la máquina sobre el ser humano. La humanidad crea un animal que poco a poco la domina y queda atrapada por él.

-¿Es como el eterno tema del monstruo que se enfrenta a su propio creador?

-Es así y también tiene mucho que ver con la época que estamos transitando. Antes, para saber cómo llegar a un determinado lugar consultábamos la Guía T. Hoy el acceso a Google ya nos da la respuesta de manera instantánea. Esto hace que pensemos menos. Sin embargo, esta comodidad nos gusta y nos seduce. Y la máquina, llámese computadora o celular, a su vez nos va conociendo y aprendiendo más sobre nosotros. A la historia original le agregamos personajes que advierten por medio de ideas filosóficas y científicas del peligro que esta situación puede tener en el futuro. Es decir que la tecnología tiene su valor en el enriquecimiento de la humanidad, pero que puede llegar a un punto en el que esa tecnología se independice de su creador y comience a actuar por sí misma. Es algo que, en cierto modo, está empezando a suceder en estos momentos. El ser humano siempre se enfrenta a su propia imagen en el espejo. Y a pesar de que la tecnología es una gran herramienta, nos acerca por un lado pero, por otro, nos aleja del contacto humano. Terminamos saludándonos para nuestros cumpleaños con emojis.

Foto: Gentileza Luciana D´Attoma / DNEE

-¿A qué situaciones termina enfrentándose esa masa que representa a la humanidad?

-Este animal creado por la masa, va aprendiendo cada vez más y los seres humanos van perdiendo la capacidad de pensamiento propio y de sorpresa. El nudo dramático de la historia es cuando se llega a la polémica de si el animal creado es algo distinto de sus creadores. En ese momento, el aria interpretada por una soprano le advierte a la masa que la salida de esta dominación es la fantasía, el arte y la creatividad. Porque a una máquina se la puede alimentar y ésta puede aprender muchas cosas, pero el manejo de lo simbólico todavía es potestad del ser humano.

-¿De qué manera está estructurada la obra?

Desde lo formal está planteada en una obertura y seis cuadros. El primero representa el agua: el segundo, el vuelo de los pájaros; el siguiente, las flores y los colores y precede al debate que mencioné; el quinto es el despertar del animal que subyuga y embelesa a la masa, y el último muestra al animal que ya logró el cometido de seducirla, la duerme y se echa a descansar dejando el final abierto. No sabremos si la masa podrá volver a tener autodeterminación o si, finalmente, fue dominada. La obra se puede entender como una metáfora de un futuro cercano en el cual la máquina llega a dominar al ser humano a través de la Inteligencia Artificial.

-¿Cómo surgió la idea de componer una obra coral con elementos electrónicos y digitales?

-Me interesó mixturar las voces del coro, ya que la voz es la expresión absolutamente humana, con la utilización de música electrónica, que está a cargo del compositor Marcos Franciosi. Es la primera experiencia que hacemos con el coro interactuando con electrónica y efectos, que no siempre son digitales. Por ejemplo, en algunos pasajes utilizamos elementos de uso cotidiano, como bandejas descartables de aluminio, que provocan una distorsión en las voces al utilizarlas. Es decir que conviven efectos electrónicos con otros que podríamos llamar analógicos. La proyección de imágenes en 3D está a cargo de Indira Montoya, una artista visual que crea esculturas digitales y paisajes que parecen sacados de otros mundos.

Foto: Gentileza Luciana D´Attoma / DNEE

-¿Fue complicada la concreción musical y técnica de esta obra?

-Sí, pero lo disfrutamos y estamos satisfechos con el resultado porque creo que es un desafío interesante para el coro. Además, lo obliga a salir de la comodidad de lo establecido para interactuar con música electrónica y efectos diversos. Tanto la historia como la puesta en escena llevan a los intérpretes y al público a un territorio de fantasía con un mensaje que tiene aspectos filosóficos y que nos permite pensar a qué situaciones nos puede llevar en el futuro la utilización sin límites de ciertas tecnologías. Esto ya está pasando. Está todo a nuestro alcance y todo se consigue tan rápido y de manera tan accesible que  a veces perdemos la capacidad de disfrutar y de asombrarnos.

Un animal que no existe

Viernes 17 y sábado 18 de noviembre a las 19.00. Auditorio Astor Piazzolla, segundo piso del Centro Cultural Borges, Viamonte 525, Buenos Aires. Entrada gratuita. Reservas aquí