«Todas las culturas del mundo han tenido juguetes desde la prehistoria», dice la artista plástica María Pinto que ha hecho de la muñeca Barbie y de las enormes familias de Playmobil que llevan en su ADN la posibilidad simultánea de la rigidez y el movimiento, la clave de su trabajo artístico tanto en su vertiente americana como europea. Por ejemplo, una dolorida Barbie sostiene entre sus brazos a un niño en una nueva y singular versión del emblemático cuadro Sin pan y sin trabajo de Ernesto de la Cárcova. Por otra parte, decenas de muñecos Play- mobil se mueven en la nieve remedando El censo de Belén de Pieter Brueghel.

En la actitud de Pinto confluyen la desacralización de las grandes obras que la historia del arte ha colocado tras un cristal volviéndolas intocables y la actitud lúdica: los juguetes constituyen la utilería del pequeño teatro del mundo que desde el nacimiento va introduciéndonos paulatinamente en la tragedia y la comedia de la vida.

«En esta muestra –cuenta Pinto- estoy plasmando cuadros emblemáticos de la historia del arte argentinos y europeo. La idea de hacerla en La Manzana de las Lucea surgió de Cocó Larrañaga que es la curadora del lugar. Le pareció una buena idea exponer trabajos históricos en un lugar histórico. Parece que los cuadros hubieran estado siempre acá, pero la gente percibe al mismo tiempo una contradicción. A veces escucho que dicen ‘no son antiguos, tienen muñecos Playmobil’ y se ríen porque los trabajos le quitan el aspecto solemne que tienen los originales. Mi objetivo en realidad fue hacer un homenaje a los grandes maestros de la pintura y a los padres de la Patria. Muchos de sus retratos no son de grandes pintores como Prilidiano Pueyrredón, pero los tenemos vistos en los manuales. Quise plasmar esa mixtura de la historia que se repite y, al mismo tiempo, cambia, que reitera hechos maravillosos y también terribles, como nos sucede ahora. Además, me pareció importante replantear cosas referidas a personajes demonizados como Julio A. Roca, no porque concuerde con su ideología, sino porque esta estaba inmersa en una mentalidad de época y en una determinada clase social. Creo que los pueblos también son responsables. Esto se ve claramente en este momento en que el pueblo argentino creo que no ha sabido reconocer los logros del gobierno que se fue. Uno se arraiga a los valores como si hubieran existido siempre, como si no fueran conquistas y sólo percibe que no es así cuando los pierde.»

Respecto de la técnica de sus trabajos afirma: «Trabajo con óleo. Por más que haya proyecciones y materiales muy interesantes, el óleo no se puede olvidar. En los cuadros de los museos hay y seguirá habiendo cuadros pintados al óleo. En la pintura y en otros ámbitos hay medios que son fundacionales porque son inherentes al hombre. El óleo es una materia que tiene olor, que es muy biológica porque está hecha con elementos de la naturaleza. Es algo vivo. El brillo de las piezas pintadas al óleo para mí no tiene remplazo. Para lograr la invasión de la modernidad en la antigüedad necesito del óleo.»

Cuando se le pregunta qué relación existe ente el juego y la pintura, contesta: «En ambos hay una teatralización. El niño se apropia de lo que no puede dominar a través de la dramatización. En la pintura pasa algo similar: uno plasma algo que quizá quisiera conservar toda la vida como la niñez o a un ser querido. Se apropia de lo que no puede tener.»