Umberto Eco no solo fue uno de los grandes intelectuales del siglo XX y parte del XXI. Fue quizá el más mediático de todos ellos. Rara avis en el mundo académico, hizo de la erudición libresca un fenómeno masivo. Transitó cómodamente entre la semiología, la filosofía y la ficción y escribió uno de los libros más populares de todos los tiempos: El nombre de la rosa, que vendió más de diez millones de ejemplares y que fue traducido a más de veinticinco idiomas. Seis años después de la aparición de la novela, el director Jean-Jacques Annaud estrenó una película basada en el libro con Sean Connery como protagonista. Fueron los dividendos de esta novela la que le permitió ejercer su pasión de bibliófilo a mayor escala.

Eco se transformó con los años en una de esas figuras que la mayoría conoce aunque no lo haya leído y aún después de su muerte ocurrida el 19 febrero de 2016, continuó siendo noticia.

Por estos días su nombre vuelve a sonar en todas partes por el destino que tendrá parte de su cuantiosa biblioteca o, que será dividida en dos partes. Los volúmenes anteriores al siglo XX permanecerán en la ciudad de Milán y se hará cargo de ellos la Biblioteca Braidense, que se encuentra a pocos metros de su casa. Esa biblioteca está integrada por 1200 libros anteriores al siglo XX y entre ellos hay 36 incunables y 380 impresos realizados entre los siglos XVI y XVII.

James Bradburne, director del complejo de Brera, del que forma parte la Braidense expresó al conocer la noticia. “Umberto Eco amaba Milán y amaba la Biblioteca Braidense, que consideraba ‘su’ biblioteca. Él quería que sus libros quedaran en Milán y vinieran a la biblioteca”,

Los volúmenes más nuevos, en cambio, quedarán al cuidado del Alma Mater Studiorum, una de las residencias más nuevas de la Universidad de Bolonia, fundada en 1998. Allí será custodiada por un comité de expertos integrado por cinco miembros, dos de los cuales son elegidos por su familia.

Poder dividir su biblioteca no fue fácil, ya que la Superintendencia de Archivos y Libros había establecido la obligación de indivisibilidad. La familia de Eco tuvo que interponer un recurso de amparo para que la división fuera posible. Por su parte, la gestión la adquisición de sus libros por parte del Estado había comenzado en 2017.

En total, su biblioteca tiene más de  50.000 volúmenes, una cifra sobre la que Umberto Eco solía bromear porque, por supuesto, a nadie le alcanzaría la vida para leerlos todos, incluso si lo hiciera al ritmo febril de un libro por día, una tarea bastante improbable. Lo consolaba pensar, en cambio,  que la gran cantidad de volúmenes la protegía, ya que si entraban ladrones necesitarían emplear dos noches para cargarla y un enorme camión para transportarla.

 La llamaba “antibiblioteca” porque decía que en ella eran más importantes los libros que no había leído que los había leído. Su espíritu bibliófilo, habría nacido en la casa de su abuelo, que en los últimos años de su vida se dedicó a la encuadernación  con una paciencia y una entrega que ponía en evidencia su amor por los libros.

Borges dijo: “Siempre imaginé a la biblioteca como alguna forma del Paraìso”. Quizá para Eco una biblioteca haya sido lo mismo, aunque nunca lo dijera en esos términos. En cambio sí ha dicho cosas que permiten inferir que amaba las bibliotecas tanto como el autor argentino: “Durante siglos –afirmaba- las bibliotecas fueron la manera más importante de guardar nuestra sabiduría colectiva. Fueron y siguen siendo una especie de cerebro universal donde podemos recuperar lo que hemos olvidado y lo que todavía no conocemos. Si me permiten la metáfora, una biblioteca es la mejor imitación posible de una mente divina, en la que todo el universo se ve y se comprende al mismo tiempo. Una persona capaz de almacenar en su mente la información proporcionada por una gran biblioteca emularía, en cierta forma, a la mente de Dios. Es decir, inventamos bibliotecas porque sabemos que carecemos de poderes divinos, pero hacemos todo lo posible por imitarlos.”

Según él  mismo lo expresó alguna vez, detestaba al periodismo. Consideraba que la entrevista era algo “antiperiodístico” y que había preguntas que lo ponían de muy mal humor como “¿Con cuál  de sus personajes se identifica más?”

En una entrevista que en 1989 le hizo Alfredo Serra, le preguntó que lo había a escribir  El nombre de la rosa. Eco contestó: “Nada, ese día tenía ganas de matar a un cura.” Es posible que sus contestaciones también  hayan contribuido a hacerlo famoso.

Si bien en el quinto aniversario de su muerte Eco será recordado como la figura intelectual que fue, no habrá grandes despliegues, ya que dejó  especificado en su testamento que no quería que le hicieran homenajes al durante los años posteriores a su muerte. Las instituciones eligieron respetar su voluntad y guardar silencio. Quizá leerlo o releerlo sea el mejor homenaje.

Entre las novedades editoriales de este mes de febrero figura Cómo viajar con un salmòn, que saldrá a través de Penguin Random House.  Este libro reúne sus escritos periodísticos. Pero fue un autor tan prolílico,por lo que hay una larga lista de tìtulos  disponibles para abordar a este “apocalíptico”  que se convirtió en best seller.