Mientras los puristas de la lengua se hacen cruces, los miembros de la Real Academia Española (RAE) siguen recogiendo términos que nunca se creyó que pudieran tener un lugar en ese libro enorme que muchos consideran como la Biblia de la Lengua. Lo cierto es que, como en todas las áreas existen más papistas que el Papa o, más precisamente, más académicos que los académicos que repudian la inclusión de ciertos vocablos. 

Por esta razón, diversos miembros de la RAE han salido a defender sus decisiones. Así lo consigna el diario ABC de España que dice: “«Iros» no es el único término incluido en el diccionario que le podría chirriar a más de un hispanohablante. Tomemos los siguientes palabras: «Albericoque», «Chapuzar», «palabro», «almóndiga», «otubre», «conceto», «uebos», «descambiar» o «jonrón». No, al periodista no se le han olvidado las reglas ortográficas (al menos intencionadamente). Todos ellos son correctos y, si los buscan en el diccionario – en rae.es o en papel- encontrarán sus respectivas definiciones.” 

Desde 1713 la Real Academia Española define su función respecto de la lengua con el siguiente lema: “Limpia, fija y da esplendor”. Es muy probable que los avisos de artículos de limpieza de hoy lo hayan tomado como slogan porque el lema parece más apropiado para Mr. Músculo que para definir la tarea de la RAE. El director de esa institución y presidente de la Asociación de la diferentes Academias de la Lengua Española (ASALE) Darío Villanueva, argumenta que «la lengua pertenece a todo el mundo y todos tenemos derecho a opinar sobre ella». Los términos incluidos en el diccionario «no son fruto de la arbitrariedad ni de la inconsciencia o la ignorancia», sino que «la lengua es un ser vivo que crece sometido a muchos contactos e influencias, así como a estados de opinión». Considera que la tarea del diccionario es «recoger» los cambios que produce ese ser vivo. Por esta razón figuran en el diccionario de la RAE muchas palabras que no se esperaría encontrar allí tales como bluyín, culamen (para escribir las nalgas), amigovio y toballa.

 Por otro lado, el director de la RAE explica que no cualquier palabra entra en el diccionario, sino que «Hay tiempo para el debate, se consulta con las 23 academias que forman parte de la Asale y sólo después en el dicccionario aparece una modificación o una supresión». 

El escritor español Javier Marías  no sólo es autor de numerosas y originales novelas y cuentos, es también miembro de la Real Academia Española, a pesar de que se le acusaba de ser el menos español de los escritores españoles, quizá por su relación como traductor con la lengua inglesa. De hecho, muchos de sus títulos provienen de obras de Shakespeare. Con frecuencia escribe en El País columnas referidas a la lengua, a la Academia de que forma parte y al diccionario. En una de esas columnas dice respecto de los pedidos que hacen instituciones y particulares para que tal o cual expresión sea incorporada o excluida del diccionario: “La RAE carece de potestad para prohibir nada. Es un mero registro neutral de lo que los hablantes dicen y escriben, o han dicho y escrito en el pasado. En época de Franco sí había censura (impuesta), y no figuraban en el Diccionario los tacos ni las palabras malsonantes u “obscenas”. Por fortuna esa época pasó a la historia, y hoy nos parecería inaceptable no encontrar en el DLE “follar”, “felación”, “polla” y cosas por el estilo. Sin embargo nuestra sociedad está llena de franquistoides, sólo que su pretensión es la cancelación de lo que a cada cual le molesta u ofende.”

Cabe recordar que Marías ironizó respecto de las acusaciones de sexismo y discriminación que se le han hecho a la lengua española. Si esas opiniones se llevan al extremo, según el escritor y académico ya no se podrá decir «el perro es el mejor amigo del hombre» sino que habrá que decir que «el perro y la perra son el mejor amigo y la mejor amiga del hombre y de la mujer».

 Volviendo al término “almóndiga” cuyo uso, acusado de vulgar, suele causar revuelo en la web, que, sin embargo, acepta otras supuestas “aberraciones lingüísticas” como la expresión “te comparto este video” cuando debería decirse “comparto este video con vos”. Del mismo modo, es usual decir “compartime un caramelo” en lugar de  “compartí un caramelo conmigo”. Almóndiga ya figuraba en la primera edición del diccionario en 1726 y que la marca de desuso no aparece sino hasta vigésima tercera edición.

Algo parecido sucede con toballa, perteneciente al español antiguo y que está en el diccionario desde 1739. España aceptó también el uso de “iros” en lugar de “idos” que sería lo “correcto”. Al parecer, también esto desató una polémica en Twitter sobre la que ironizó el escritor y también académico de la RAE Arturo Pérez Reverte.

Curiosamente, quienes enarbolan la corrección política como bandera en el campo del lenguaje, con frecuencia, resultan incongruentes con sus propios postulados, ya que pretenden abolir en el campo de la lengua  lo que reclaman para el de la política. «Pagar en negro», por ejemplo, es una expresión tabú para los bienpensantes pero que, sin embargo, es memoria en estado puro. En ocasiones, la función de policía lingüística que se le exige a la Real Academia Española es ejercida de manera inconsciente y arbitraria por los propios hablantes que se guían más por presupuestos ideológicos que por cuestiones lingüísticas. 

Lo cierto es que ya sea que uno vaya a preparar albóndigas o almóndigas, primero tendrá que comprar carne cuyo precio exorbitante en Argentina hará olvidar cualquier disputa sobre el término.