Libros exquisitos, libros-objeto de factura impecable que transforman el acto de leer en una experiencia de todos los sentidos. Dos son los volúmenes que encabezan la colección Naturalezas que acaba de lanzar Adriana Hidalgo: Cerdos, de Thomas Macho y Búhos, de Desmond Morris. Ambos llevan como subtítulo Un retrato, lo que habla de la ambigüedad, de las evidentes  semejanzas ente lo animal y lo humano tantas veces negadas por la soberbia que entronizó al hombre como animal superior autorizándolo a todas las arbitrariedades y crímenes que le otorga su convencimiento absoluto de esa superioridad.

El reconocido editor y crítico de arte Fabián Lebenglik, director editorial de Adriana Hidalgo, se refirió a esta colección que guarda una estrecha sintonía con los libros que la editorial viene publicando en distintas colecciones desde sus orígenes.

¿Cómo surgió la idea de comenzar una colección como Naturalezas?

-Fue una idea editorial. Muchos libros los pienso yo personalmente pero también los pensamos en conjunto. A lo largo de la historia editorial y con el propósito de tratar de acompañar, de estar alertas respecto del pensamiento contemporáneo fuimos abriendo bastante el fuego respecto de no ser insistentes con la cuestión “humanista”  y abrirnos hacia las cosas, los animales, la naturaleza. Fijate que uno de los primeros libros que publicamos en la editorial fue uno de Francis Ponge, poeta  y ensayista fue Métodos, una selección en muchos casos de ensayos poéticos inéditos en el que él se pone “de parte de las cosas”.  Pasada la guerra e incluso luego de ella, durante un tiempo en el norte de África se pone a escribir textos relacionados con lo que podríamos llamar “el alma de las cosas”.  Ya que lo humano estaba siendo traicionado, atacado, violentado, quiso ampliar  un poco la mira.

-Algo similar plantean otros pensadores fuera del ámbito de la poesía.

-Sí, lo mismo sucede con el texto de Giorgio Agamben Lo abierto, que publicamos un tiempo después. Allí trata la relación entre lo humano y lo animal, la división binaria referida al género humano entre alma y cuerpo o cuerpo y mente. Retoma en ese texto la idea de Heidegger, que fue su maestro, de que la especie humana tiene los ojos hacia adelante y ve solo hacia el frente, mientras que los animales generalmente tienen ojos laterales y ven lo abierto, ven mucho más. Esa apertura animal tiene que ser suplida por lo humano con una apertura mental para ver más. Esas divisiones, divisiones y escisiones que se analizan en lo humano son más urgentes para el análisis que Incluso los Derechos Humanos que son muy importantes para él. Si seguimos por el lado del ensayo, más recientemente tenemos a Timothy Morton, el pensador inglés, que abre también el juego hacia la naturaleza, hacia lo animal, hacia las cosas. Él dice incluso que hay que salir del pensamiento identitario: masculino, femenino, binario. Si bien esas divisiones son buenas, la mayor división es la del grupo ampliado de solidaridad con lo no humano. Esa es para él la manera de combatir el capitalismo violento que estamos viviendo. 

La idea de Naturalezas se abre hacia algo que se está esbozando en este momento y que, por lo menos en nuestro país, todavía no es una reivindicación tan explícita, pero sí hay una apertura hacia lo animal, hacia el desplazamiento del ser humano del centro de la escena.

-Sí, incluso la pandemia, que se supone que se produjo por una zoonosis, generó más conciencia. Hoy es casi una verdad de Perogrullo decir que la pandemia puso en sintonía y en sincronía a todos los habitantes del mundo padeciendo cosas parecidas. Por supuesto que, desde los lugares de privilegio se vive mejor, se aguanta mejor, los países que pueden vacunan más rápido. Marcó también que hay cierto agotamiento del abuso de los humanos, de hacer girar el mundo alrededor de lo humano cuando no debería ser así. Si vas repasando transversalmente las ediciones de nuestros libros vas a encontrar, además de los casos mencionados, lo mismo en la ficción: a Hebe Uhart con Animales, a Patricia Ratto con Faunas, o Zoografías, que publicamos hace poco con edición crítica de Mariano García, una selección de textos en la que el orden del índice no está puesto por autores, sino por animales. El último que publicamos sobre este punto es un libro sumamente lúcido, Inclusiones de Nicolás Bourriaud, donde habla de incluir lo no humano, de los límites que genera la pandemia, de cómo al tenernos sentados y quietos las redes nos venden más, nos toman como materia prima, como objeto de consumo y venta y de cómo hay que tratar de salir de eso.

-¿Y qué propone como salida?

-Una respuesta, entre otras, sería el arte, una politización del arte. Todo esto llevó a la idea de la colección Naturalezas que comienza con mucha calidad, con libros que también son libros-objeto que es un poco la tendencia del libro ante todo lo que pasa alrededor de él: la piratería, la fotocopia, los ataques a la propiedad intelectual. Los libros-objeto tienden a ser queridos, a ser poseídos.

-Hasta el momento han sacados Cerdos y Búhos. Los dos son de una factura impecable.

– Sí, y van en el mismo sentido de los libros de que veníamos hablando. Fíjate que el subtítulo es Retratos, en el sentido de que hay un autor que excede lo biológico y lo zoológico para ir hacia lo animal inscripto en lo humano y en las cosas, en la Historia, en la literatura, en las artes visuales. Hacen un repaso muy inteligente de libros que no son para nada de divulgación. Son muy abiertos, saltan cualquier endogamia y tratan de hacer un recorrido cultural inteligente alrededor del animal. Y también está lo biológico que no deja de ser importante.

-Claro, además la definición misma de naturaleza es una definición cultural.

-Exactamente y por eso lo pusimos en plural, para tratar de pensar en muchas naturalezas posibles y que la naturaleza no esté en tensión con la cultura, sino todo lo contrario.

La postulación del inconsciente por parte de Freud sacudió al hombre de su centralidad cartesiana que lo supone un ser con dominio absoluto de sus pensamientos, pero su desplazamiento aún no se produjo.

-Sí, es una idea fuerza que todos intuimos, algunos de una manera más precisa por nuestra inserción laboral o por formación, pero que cuesta. En esta colección, que también incluirá plantas en el futuro, del mismo modo que lo hacemos con el resto de las colecciones, nos proponemos ampliar la mira hacia lo no humano, hacia las cosas, hacia todo. Aunque cuesta, creo que en este punto los libros pueden abrir caminos, abrir cabezas.

Es importante recalcar que se trata de libros-objeto. Como sucede con Pierre Menard, dicen lo mismo, con las mismas palabras, pero son diferentes. La diferencia está en la materialidad. ¿No es cierto que  uno no solo lee palabras, sino también ediciones?

-Sí, exactamente. Por razones profesionales yo leo también e-books, leo en todo tipo de dispositivos, pero me doy cuenta de que recuerdo menos las lecturas hechas en pantalla porque se me escapa la materialidad.  El capitalismo y la especialización van fragmentando. En el siglo XVIII, el imprentero era lo que hoy es el editor. El editor de Rousseau recibía cartas de los lectores que le decían, por ejemplo: “Estimado editor: quería agradecerle por el aroma a sándalo que surgió cuando abrí el último libro del amigo Jean Jacques.” Ese editor había elegido colocarle olor a sándalo al libro que salió de su imprenta. El aroma, el crujido de las hojas al ser abiertas porque en esa época lo pliegos venían cerrados, la impronta de los tipos de plomo creaban una sensación física. Había toda una textura, una materialidad que impactaba en la memoria, que apuntaba a los sentidos. El libro-objeto trata de remontar eso. En nuestro caso, hacemos hace rato libros ilustrados con esta misma calidad de la colección Naturalezas, hacemos libros con lomo curvo, pegados con tela en el lomo, incluso con papel mucho más mate para que la lectura sea más amable y se vean mejor las ilustraciones. En el caso de los libros de esta colección, el matiz del papel se logró en la imprenta, no es un papel que tiene naturalmente el color que se ve, sino que se pintó así. Hubo un trabajo de imprenta muy elaborado.

Las ilustraciones tanto de Búhos como de Cerdos son bellísimas, tienen la impronta del siglo XIX, es decir son anacrónicas. Y lo digo en el mejor sentido aunque esa palabra suene peyorativa para los fanáticos  incondicionales de lo nuevo.

-Hablando de fanáticos de lo nuevo, nuestra editorial se fundó en 1999 y cuando cumplimos veinte años yo propuse el slogan “La última editorial del siglo XX”. Más allá de que publicamos e-books y tratamos de estar al día, sostenemos la idea del rescate del libro como objeto, de la belleza de la lectura, del peso del libro, del placer de leer un libro hecho de esa forma.

-La gente que viene de la gráfica lo primero que hace es abrir un libro y olerlo cerca de las costuras.

-Es la recurrencia de la cuestión del olfato que es algo animal. Recuerdo un libro que publicamos de Agamben que se llama Gusto en la colección Fundamentales, que parte del gusto animal y el gusto humano para ir luego al plus del gusto humano, el gusto estético, el gusto de la palabra, del pensamiento, pero que comienza en el mismo lugar que lo animal.

-¿Cuál es el origen de los libros de la colección Naturalezas, cómo se gestaron?

-Hasta que vino la pandemia, nosotros teníamos una larga tradición de ir a Ferias del Libro de todas partes, especialmente a la de Frankfurt. Uno va viendo junto con otros editores y editoras a qué editoriales les interesa lo latinoamericano y, al mismo tiempo, el interés que nosotros tenemos por determinado tipo de culturas y traducciones. Estos libros los descubrimos en Frankfurt y son de una colección alemana. Nosotros tomamos decisiones en cuanto a la calidad del libro, pero no respecto de cómo ilustrarlos. Es una colección que vamos a ampliar con algunos libros más latinoamericanos, más argentinos. La pandemia modificó todo, pero seguramente vamos a publicar un par de libros más antes de fin de año y, seguramente, otros el año que viene y la vamos a ir alimentando de a dos o tres libros por año. El próximo será sobre los cuervos. Por supuesto coloca al cuervo en la literatura, en la pintura, en el cine, pero también cuenta cosas increíbles de los cuervos de una zona de Japón en que comenzó a pasar un tren.  Estos pájaros se alimentan de los frutos muy duros de un árbol, entonces comenzaron a ponerlos sobre las vías del tren para que este los rompiera y se les hiciera más fácil comer su contenido.  Esto habla de la adaptación y de la inteligencia impresionante de los cuervos. Creo que estos libros exceden lo intelectual, se viven a través de los sentidos, están pensados para todo tipo de lector y, como si fuera un vendedor de colectivo, digo que son libros hermosos para regalar. Tienen una alta calidad literaria y visual.