Palmasola, el “pueblo prisión” de Bolivia, pertenece a esa lista cínica de las cárceles más peligrosas de Latinoamérica. Hace diez años, ahí ocurrió un episodio brutal, el asesinato de más de 30 personas en lo que los diarios simplificaron como un “motín”. Este episodio, junto con la singularidad geográfica de la prisión, llamó la atención del director suizo Christophe Frick: necesitaba saber lo que ocultaban esos muros, conocer a las personas que viven ahí. Entrar a una cárcel no es fácil, pero Frick lo logró y con el tiempo pudo armar un taller de teatro para las personas privadas de su libertad. Después -y un poco simultáneamente-, escribió la obra Palmasola, un pueblo prisión, en el marco de un proyecto de investigación de KLARA Producciones Teatrales. La obra tuvo su estreno en Bolivia y ahora se representará en versión site-specific en el cierre del FIBA, en la excárcel de Caseros.

Foto: Festivales GCBA

Si bien Frick tiene un largo recorrido como director teatral en obras acerca de periferias urbanas y contextos de vulnerabilidad social, la experiencia de Palmasola implicó otro tipo de aprendizajes. “Al principio, antes de entrar a la cárcel, tenía miedo por todos los cuentos que circulan, existen muchos reportajes cortos, que no profundizan en las historias de las personas que viven ahí y muestran una imagen exagerada. Todo eso hizo que yo creyera que ir a Palmasola iba a ser como sentenciar mi propia muerte. Pero el contacto con los reclusos me devolvió otra realidad”, cuenta el director a Tiempo.

Entrar a una cárcel no es fácil, pero cuando hay un repertorio de códigos culturales que se desconoce, la dificultad puede resultar mayor. Por eso, Frick pensó que al principio iba a necesitar establecer contacto con reclusos europeos. La idea trajo una ventaja adicional: un italiano lo llevó a hacer la recorrida por el penal, pero en alemán. En esta región, desconocida para ambos, el idioma en común se convirtió en un refugio. La policía no podía saber de qué hablaban. Y el italiano le contó toda su historia. Sobre la base de esta escena y a partir de la recopilación de diferentes entrevistas, se apoya el material con el que pensó la primera parte de la obra.

Así empieza: un gringo cae en cana por tenencia de cocaína en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra. Y de pronto se encuentra ahí, en Palmasola, aprendiendo las reglas y las estrategias de supervivencia. Hay extorsión y correlación de fuerzas. Mientras tanto, el público está de pie, acompañando el recorrido. “Eso implica que los espectadores no puedan mirar desde afuera, están involucrados. En cada escena cambia la situación, va variando la vida de los delincuentes y el nivel de hacinamiento. Buscamos que haya una aproximación a esa experiencia, para que los espectadores estén involucrados”, explica Frick.

En este recorrido, se retratan tres situaciones que representan a la clase popular, la clase media y la clase alta, los “petroleros”, con sus habitaciones relativamente lujosas.  Poco a poco, la violencia crece hasta dar cuenta de situaciones de tortura y del motín, una escena que evoca el episodio ocurrido diez años atrás. “Estas últimas escenas son muy importantes y, particularmente en este espacio, en la excárcel de Caseros, tienen un significado especial por la conexión con la historia argentina. Este edificio es un monstruo, tiene una fuerza muy particular. En la obra hay cuatro actores que representan 6 mil reclusos en un espacio grande, fue un desafío, pero generó un resultado interesante. Hay una similaridad con las cosas que pasaron en la excárcel de Caseros, que fue un espacio de detención para presos políticos y se vulneraron los Derechos Humanos, como sucede actualmente en Palmasola y en muchas cárceles de Latinoamérica”, afirma Frick.

En alguna medida, la obra actúa como respuesta a esas entrevistas que vio Frick antes de entrar en el penal porque habilita la pregunta por el otro: “¿Cuáles son las estrategias de las personas privadas de su libertad para mantener la cabeza en alto y poder mirarse al espejo? Frente a la vulneración permanente de sus derechos, ¿cómo se hace para preservar la humanidad?”, se pregunta el director.

La cita es en la excárcel de Caseros (Av. Caseros 2491, Caba), los  4 y 5 de marzo a las 18:30. La entrada es gratuita pero requiere reserva previa.