“Hay versiones de versiones. La escena original es una vacilación”, dice un parlamento de Deviniendo Tato. La frase no es casual en una obra compuesta a partir de una gran diversidad de fuentes: textos dramáticos de Eduardo Pavlovsky, recreación de escenas de psicodramas con sus pacientes, artículos periodísticos y hasta anécdotas personales de Gabriela Villalonga y Rodrigo Cárdenas, quienes, además de ser dramaturgos y autores de la pieza dramática, fueron pacientes del psicoanalista; es decir, convergen acá todas las versiones de versiones de Tato. La escena original, ¿acaso existió? ¿o existieron muchas?  

La pregunta se proyecta en todas las historias que atraviesa Deviniendo Tato, en una escenografía prácticamente despojada, con siete almohadones en el piso y la presencia de Maximiliano Sarramone, el único actor en escena. La obra alterna entre la representación de una sesión de psicodrama y la ruptura de la cuarta pared, con interpelaciones directas al público. En un gran despliegue actoral, Sarramone interpreta a Tato y a siete pacientes. Los personajes comparten miedos, angustias, tensiones entre sí, y hasta situaciones absurdas, como la anécdota de una pareja que adelgaza al esquivar caca en la calle.  

Sobre Tato Pavlovsky
Gabriela Villalonga y Rodrigo Cárdenas

Versiones de Pavlovsky

La idea de “versiones de versiones” encuentra su eco en la propia estructura de la obra. Así como “la escena original” de Tato -en este caso, su faceta como psicoterapeuta grupal- va oscilando entre distintas narraciones y recuerdos, la puesta en escena de Deviniendo Tato busca capturar esa misma multiplicidad a través de una escenografía minimalista y la interpretación unipersonal como elección dramatúrgica.

Es una experiencia teatral que invita a la reflexión sobre la construcción de la verdad y la manera en que nuestras historias personales pueden entrelazarse, espejarse y distorsionarse con la mirada de los demás, tal como buscaba Pavlovsky en sus sesiones. ¿Qué escenas construimos a partir de lo que vemos en el otro? ¿Cómo imaginamos el dolor de un compañero? ¿Con qué ficciones lo atravesamos?

“Los invito a que intenten imaginar. Les quiero decir que plasmen en ustedes mismos imágenes en el transcurso de mi exposición. La psicoterapia muere sin la imaginación. Imaginen lo que imagino. Yo intentaré imaginar lo que ustedes imaginan, y ustedes intenten imaginar lo que yo imagino de lo que ustedes imaginan. Hagamos un poco de poesía. Juguemos…hagamos de lo lúdico un continuo entrenamiento”, dice el personaje de Tato al comienzo de la obra.

Deviniendo Tato

Y en ese juego continuo de la imaginación se va desplegando esta pieza teatral; la experiencia se transforma en un ejercicio constante de construcción y deconstrucción de realidades ficticias. Además, a las tres únicas funciones que tendrá la obra en el teatro Payró, se suma una propuesta inédita, coordinada por Carolina Pavlovsky, en donde espectadores y actores son invitados a reflexionar desde el cuerpo y la palabra, y seguir convocando escenas una vez terminada la función.

Con todo, Deviniendo Tato es, por supuesto, un homenaje al gran psicodramaturgo argentino. Pero en ese camino resuena con el contexto social y político actual, como si en los textos y las ideas de Tato se encontraran las claves para sobrevivir a esta época, a todas las épocas.    

La obra puede verse todos los viernes de octubre a las 20 horas en el teatro Payró (San Martín 766). Entrada: $3000/ estud y jub $2000. Instagram @deviniendotato